“El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”. Protágoras
Pues se nos retira Piqué, después de seis meses malos de fútbol y entiendo que también de vida personal, aunque la segunda no me interesa absolutamente nada.
De los últimos dos villanos del Barça, Piqué y Eto'o, solo uno me cae bien y es el segundo. Un tío que apareció en la Castellana nadie sabe cómo y al que, para qué engañarnos, no supieron valorar como se merecía en el Madrid, como perfecto sustituto de Ronaldo Nazario. Alquien que atacó al Madrid pero fue valiente. Alguien que pidió perdón y que, en mi opinión, hizo justicia sobre el césped y no en las ruedas de prensa.
El otro, Piqué, me cae bastante regular porque su personaje destaca, sobre todo, por dos razones: por ser incoherente y por decepcionar. El ciudadano que iba a ser el acicate del independentismo nunca tuvo valor ni de declararse como tal. El jugador que iba a renunciar a su sueldo por el barcelonismo, resulta que solo lo había llevado al año siguiente, lo había diferido. Y, por último, el supuesto emprendedor resultó ser un comisionista que avanzaba desde el trapicheo y el nepotismo, más que por talento o inteligencia.
Aún así, su despedida es un homenaje al mejor Madrid de la historia (o segundo mejor, qué más da), al que Piqué, entre otros, ha conseguido hacer más grande aún. De Piqué como futbolista se recuerdan tres cosas: la foto del 5-0 a Mou, la de la camiseta en el 2-6 y cuando ofició de vidente, cantando que con Kevin Roldán había empezado todo. En su despedida debería volver a “componer” e intentar acertar cuándo acabará esta tiranía en Europa que empezó con Kevin Roldán y ya va por cinco Champions.
Pretendían igualarnos en la Champions y se van retirando, gota a gota, dejando al Madrid en el lugar que siempre ha estado, como medida de todas las coas, especialmente de las suyas.
Getty Images
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