Recuerdo un episodio de Friends en el que Ross se blanquea los dientes para impresionar a una chica. No creo que haya habido nunca un madridismo tan descacharrante. La cita es en una discoteca con luces de neón y la dentadura blanca de Ross en esa oscuridad brilla como una lámpara, que es lo que parecía ayer el Madrid en Anoeta.
Yo me partía de la risa, de puro gusto, con ese Madrid Rossizado. El neón inundándolo todo hasta que Bale marcó de cabeza a pase de Carvajal en el minuto dos y entonces el partido se convirtió en el juego aquel de Tron. ¿Qué era si no esa vestimenta madridista?, ¿qué eran si no esas "motos de luz" de Gareth y Dani?
Hacía tiempo que no veía una pareja como esa. 'Holmes y Watson. Madrid Days', escribió Garci. Era la conjunción que decía desear Paco Gento entre el galés y Cristiano. Motos de luz son todos esos jugadores que parece haber creado Zizú, el genio informático, con su cerebro visto. El abrigo azul no era un abrigo sino una bata. Una bata blanca camuflada.
Qué decir del prototipo Asensio. Ese chaval tiene inyectado el gen de Raúl (imagino a Zinedine entre probetas y líquidos burbujeantes), el cual muta a placer copiando a los grandes y a los de a su alrededor. Marco es un Tarantino que escribe un diálogo entre un grupo de matones sobre Like a Virgin y luego pone a bailar de nuevo a John Travolta descalzo con un tomate en el calcetín.
Estamos viendo a ese Picasso que con doce años copiaba a la perfección a los impresionistas, como si nos quedara por ver la etapa azul, la rosa y el cubismo en el Bernabéu.Yo vi a Asensio lanzar un contraataque, correr, observar y observar, procesar, resolver que no había futuro como un Sex Pistol, y parar, proteger el balón con ese cuerpo hecho de nervio para renovar la jugada.
Todo muy simple. Como si llevara quince años jugando en el Madrid. Igual que Raúl. La cámara de la televisión captaba los progresos del mallorquín e inmediatamente después, sibilina, cotilla, enfocaba a Isco quien, al contrario, nunca ha parecido llevar mucho tiempo jugando en el Madrid.
No es una crítica al malagueño. Es el estilo, la personalidad. Si alguien puede hacer de esa variedad un equipo legendario es el doctor Zizú, que es un virtuoso manejando componentes. Un virtuoso de mirada clínica y huevos gordos. Alguien que a buen seguro no hubiera preferido a Illarra (elegantísimo Illarra) frente a Casemiro como el bueno de Ancelotti.
Yo a Casemiro lo veo como al coco al que todos los entrenadores estudian salvar pero no dan con ello. Casemiro es un púgil que recorre la medular como si fuera el cuadrilátero y ataca. Es un jugador defensivo que ataca y lleva la iniciativa. Casemiro apabulla de tal manera que todos los centrocampistas rivales deben de afrontarlo como Indiana Jones la entrada a la gruta donde se encuentra el grial.
Casemiro le daba cachetes a Morata en la celebración del gol de Asensio. Todos parecen animar a Morata. Morata es un hombre triste que sin embargo lleva el ritmo brasileño de Nazario en la carrera. Yo recordaré siempre la impresión que me produjo en el callejón de una plaza de toros el retumbar de las pisadas del toro al otro lado de la barrera. Algo así debe de ser el uno noventa del madrileño enfilando la portería. Y es hábil.
Dos goles y dos pases precisos. De dos defensas. Bajo el neón la sonrisa eléctrica y blanca de Ross y unas risas de fondo. Varane, ese central que corre de puntillas como sobre el tartán, para Marco y Marco que la para como al cricket y luego la eleva, ajustándose la corbata, para birdie. El cricket, el golf, el impresionismo, el Madrid.
El Madrid avanzando sobre la yerba como velocirraptores. Todos juntos hasta el despliegue. Y qué despliegue. A cualquier evento le dota de un gusto exquisito este Madrid. Eficiente, económico, sensible, delicado. Vino a salir James y en quince minutos nos dejó contentos, un mini repertorio, como Lucas Quinto que además de bonito debió de criarse en las calles y es capaz de cogerle del cuello a cualquier gallo.
Lucas Quinto, el que hacía girar el balón sobre el dedo antes de tirar el primer penalti de la final de la Copa de Europa. Y Bale como Nelson. No es capitán sino almirante y corre, corre, corre. Y vuela. Los realistas echándose en el área con un dramatismo de cine mudo, qué hacer si no, y yo veía ahí los veranos de la realeza en San Sebastián. Sombrillas de rayas, casetas, chapoteos, todo alumbrado por la dentadura blanca de Ross bajo el neón.
Impresionismo impresionante. Hala Madrid!