El guapo que logró dar miedo

Nacho Fernández es demasiado guapo (con una belleza masculina yankee ochentera) como para ser tomado a priori por un buen defensa central. Los defensas centrales tienen que ser ceñudos y mal encarados, y Nacho parece el galán ingenuo y ufano por el que habría suspirado Hannah Montana antes de iniciar su fase de ponerse cuero y lamer barandillas (Hannah, no Nacho).

El único central guapo que me viene a la mente en la élite del fútbol europeo es Maldini, pero era una belleza más arrabalera y agitanada que en algunas escuelas de pensamiento sobre centrales se convalida por fealdad, como le pasa a Sergio Ramos. Piqué no es feo pero tiene lo otro. El problema de Nacho es que su guapura es totalmente mainstream y eso no cuadra con el patrón (anti)estético que prima entre los que ocupan la zaga en su sección central. No hace falta que me recordéis, por lo demás, que la fealdad suele ser considerada condición necesaria pero nunca suficiente para desembocar en un buen central. Los de cierta edad recordamos con algún sobresalto a Predrag Spasic y ya sabemos perfectamente de qué hablamos.

Confieso que durante algún tiempo acepté a Nacho como lateral pero no como central (compartiendo la opinión expresada en su momento por Mourinho), y reconozco que podía haber algún prejuicio por mi parte. Nachete-sensación-de-vivir, le llamaban en Twitter, y quizá me vi influido. Los defensas centrales son por lo general tipos que podrían protagonizar películas de gore casero, nunca comedias románticas para veinteañeros. Nacho es un tío que te quita la novia y encima no puedes odiarle, primero porque es más guapo que tú y lo comprendes, segundo porque no puedes evitar que te caiga bien, y tercero porque encima seguro que viene y te lo explica con tan sincera solidaridad que terminas abrazándole. "Es un lateral muy solvente", solía decir yo, "pero de central no lo veo. Un buen central te quita la novia y no lo comprendes y te cagas en su puta madre, porque como es muy feo sólo puedes atribuirlo al tamaño de su miembro. Y ahí es donde de verdad duele".

Se dejó barba, pero mis reticencias permanecieron. No ha sido la barba lo que finalmente me ha convencido. La barba, de hecho, le da menos aspecto de fiereza de la que él seguramente le atribuye. Una barba en la cara de (pongamos por caso) Savic acrecentaría el pavor inherente a su condición de central feo. Una barba en la cara de Nacho no hace más que ascenderle desde Sensación de vivir hasta Melrose Place. Puede ser perfectamente un joven apuesto que tiene un lío con Heather Locklear en el capítulo treinta y ocho. La barba le añade un punto de madurez pero no elimina el sesgo happy-clappy de ojos azules y sonrisas límpidas. Amor, piscinas y Beverly Hills aunque con barba.

No ha sido la barba, no, sino una serie de muy convincentes actuaciones con el Madrid y la selección, lo que me ha hecho cambiar de opinión. Nacho puede jugar estupendamente como lateral -lo que yo ya defendía-, pero también como central. Mejor vamos a decirlo usando la jerga apropiada: Nacho es lateral para el Madrid. Nacho es central para el Madrid.

La culminación de esa serie de grandes actuaciones fue por supuesto su desempeño el sábado, en el derbi ante el Atleti. Si hacemos excepción de algunos encuentros míticos, cuesta recordar una actuación más convincente de un central del Madrid en un partido de alto rango. Desesperó a Torres, Griezmann y todo el que intentaba llegar por allí. Fue expeditivo, raudo, sobrio, valiente. Su partido fue sencillamente perfecto, convirtiéndose (me aventuro a decir) en un punto de inflexión en su carrera. Va a jugar mucho, va a jugar bien y su prestigio va a crecer día tras día. Me alegraré mucho de atestiguarlo. Los guapos también saben dar miedo.