Florentino Pérez colgó el teléfono tras aquella videollamada con una enorme sonrisa de satisfacción. No era para menos. Acababa de ganar el concurso por el cual nada más y nada menos que la Armada de los Estados Unidos le adjudicaba a ACS un contrato de casi 2.700 millones de euros. Sin embargo, la última parte de la conversación le había generado cierta preocupación. Con esa iniciativa y seguridad en sí mismos que caracteriza a los americanos, el representante del gobierno de los Estados Unidos le había asegurado al presidente del Real Madrid que, como muestra del honor que les producía llevar a cabo esta unión con ACS, habían dispuesto enviar a dos agentes especiales con el fin de ayudar al club blanco y la fiscalía española a desentrañar el misterio relativo al destino del dinero que había ido extrayendo el ex vicepresidente del CTA, José María Enríquez Negreira, ya que el gobierno americano estaba al tanto del escándalo que salpicaba a la liga española.
Ligeramente incómodo y con la cautela de la que acostumbra a hacer gala el presidente del club blanco, Florentino había tratado de disuadirle de manera elegante arguyendo que preferían esperar a que la Justicia realizara su investigación sin que ningún detective ni agente pudiera entorpecerla, pero fue incapaz de detener a aquel hombre que desestimó sus dudas con un ademán de brazo mientras le explicaba, ligeramente emocionado, que aquellos dos agentes no eran meros detectives, sino dos “agentes libres” tremendamente singulares.
- No hay dos personas en este planeta que puedan levantar menos sospechas que ellos – había empezado diciéndole. - Ellos solos fueron capaces de destapar en Los Ángeles una compleja trama de estafa de un millón de dólares que implicaba a un multimillonario fraudulento, un oscuro magnate de la industria del cine para adultos, un secuestro falso y una peligrosa y agresiva banda de nihilistas. Y todo ello partiendo con la única pista inicial de una alfombra orinada.
- ¿Una alfombra orinada? – inquirió Florentino.
- Así es, al parecer daba ambiente a la habitación.
- ¿Cómo? No entiendo… - había preguntado confundido el presidente.
- Ellos sí, presidente. Ellos sí. Uno es un excombatiente americano de la guerra de Vietnam y el otro… bueno, no hay forma de describir al otro.
Si bien aquello no había disipado del todo las dudas del presidente del club blanco, sí que le había dejado ciertamente bastante impresionado e intrigado. ¿Quiénes serían aquellos dos individuos?
Días más tarde, en el asiento trasero de un Uber de la capital española, el Nota se rascaba perezosamente su descuidada barba mientras miraba con desaprobación a su compañero de batallas.
- Joder, Walter. No me puedo creer que me hayas metido en un marrón como este – se quejaba indignado.
- ¿De qué me estás hablado, Nota? – respondió con cara de incomprensión Walter. - Querías un trabajo y nos he conseguido uno bien remunerado y fácil de ejecutar, y para ello sólo tuve que llamar a uno de mis colegas de filas para conseguirlo. ¿O acaso no me habías pedido que te encontrara algo que hacer, Nota?, ¿me equivoco?
-No.
.¿Me equivoco?
- No, pero... Algo normal, Walter. Un trabajo normal y corriente. No meternos de lleno en una trama mafiosa de un club de fútbol con tantas implicaciones que no vamos a ser capaces de resolver nunca.
- ¿De qué estás hablando, Nota? Este caso ya está resuelto – terció Walter tranquilamente. - Mira la cantidad de pruebas que han salido a la luz. Lo único que tenemos que hacer es dar un empujón al caso e informar de adónde fue ese dinero. Además, Nota, mafia no es la nomenclatura adecuada. Crimen organizado sería un término más correcto.
- Joder, Walter, estos tíos no son de los que llevan traje italiano, sombrero y gabardina. Estos van a cara descubierta. Se ha destapado toda esta trama públicamente y hasta… mira estos informes arbitrales de las dos últimas jornadas. – dijo el Nota poniéndole casi en la cara el dossier que apenas sí había ojeado durante el vuelo. - Siguen arbitrando como si no hubiera pasado nada. Por no hablar de todo lo que rodea a ese club: fichajes fraudulentos, compras a periodistas… Incluso hay indicios de compra ilegal de órganos…
-Sólo compraron un hígado, Nota. Tampoco es para tanto -dijo Walter haciendo un gesto con la mano quitándole hierro al asunto. - ¿Quieres un hígado? Yo te consigo uno…
- …y hasta han estado relacionados con casos de abusos sexuales en su cantera, Walter- siguió el Nota, haciendo caso omiso a su compañero.
- Ese puto Quintana… - musitó Walter en voz alta, pero como para sí mismo.
- Esto nos viene enorme – seguía Jeff. - Además, Walter, ¿no te has parado a pensar, aunque sólo sea por un instante, en cómo demonios vamos a descubrir nada si ni siquiera hablamos español? – preguntó el Nota, cada vez más alterado.
- No hablas español tú, Nota. Yo hablo español a la perfección. Mi segunda exmujer era peruana, ¿recuerdas? Sólo hablaba en español con ella.
-Sólo veías telenovelas con ella, Walter. Y todavía no me creo que te haya hecho llevarte a ese gato para este viaje. Si hasta le has tenido que sacar pasaporte animal…
- Primero, Nota – empezó Walter levantando un dedo. – No es un gato cualquiera, es un gato esfinge originario de Egipto. Es una raza muy extraña y valiosa.
- Vienen de Canadá, Walter, y no son más que gatos sin pelo– repuso el Nota, resignado.
- No pienso volver a tener esa discusión, mi gato vino de Egipto, Nota. Y segundo, el gato es tan mío como suyo y me apetecía que viera mundo. No todos los días un gato tiene la oportunidad de viajar a otro continente. Y tercero…-dijo rápidamente al ver que el Nota ya abría la boca para decir algo (seguramente que para qué había dejado entonces al gato en la habitación del hotel)– ... lo único que tenemos que hacer es sacarle al crío de Negreira adónde destinaban ese dinero. Pan comido, Nota.
-Sólo compraron un hígado, Nota. Tampoco es para tanto-dijo Walter haciendo un gesto con la mano quitándole hierro al asunto. - ¿Quieres un hígado? Yo te consigo uno…
- ¿Crío? Tiene 50 años, Walter. Y lleva moviéndose en este mundillo bajo el ala de su padre desde hace más de 20 años. Es imposible que vayamos a sacarle ni una palabra.
- Relájate, Nota. Es sólo un niño de papá. Tú déjame hablar a mí…
-Ni que pudiera hacer otra cosa… -se resignó el Nota atusándose la barbilla.
-…y limítate a seguir las preguntas que le iré haciendo. Te las he apuntado aquí, mira– dijo Walter mientras le pasaba una libreta llena de apuntes garabateados.
- Pero Walter, esto… -dijo el Nota alarmado mientras empezaba a leer.
- Pan comido, Nota –dijo Walter en ese tono suyo que no solía admitir réplica.
Minutos más tarde, el Uber les dejaba delante de una casa cuyo jardín de la entrada les indicaba que el dueño no había reparado gasto alguno en lo que a su hogar se refería. Enfrente del mismo, lucía aparcado el coche deportivo más lustroso y radiante que habían contemplado jamás los ojos del Nota. Los ojos del Nota pasaron del coche a la cortina de la ventana que acababa de correrse, tras la cual desapareció una sombría figura que los había estado observando hasta ese momento. Walter y el Nota compartieron una mirada durante un segundo y, tras un leve asentimiento, avanzaron hacia la puerta.
Walter y el Nota, confiado como acostumbraba el primero y pesimista e incómodo el segundo, esperaron unos diez segundos tras tocar el timbre de la puerta de la casa de los Negreira. Una mujer de origen latino les abrió la puerta.
-¿Pilahr? Buenas tardes– comenzó Walter antes de que la mujer pudiera abrir la boca siquiera.- Mi nombre es Walter Sobchak y este es mi compañero, el señor Jeffrey Lebowski. Sólo venimos a hacer unas preguntas al señor Enríquez – expuso en un español pasable con un acento bastante marcado.
- Pero es que… -comenzó la mujer.
- Somos conscientes de su condición, señora– se adelantó Walter. - Pero nos referimos al señor Enríquez hijo. Javier, si no me equivoco.
- Él prefiere Javi, pero el caso…
- ¡Pero si está ahí! –exclamó Walter, mirando por encima de la mujer hacia el salón en cuyo sofá principal se encontraba sentado un imperturbable Javier Enríquez. - Míralo, Nota, como si nos estuviera esperando. Muchas gracias, señora –dijo suavemente mientras le pasaba el abrigo a la atónita mujer y enfilaba el salón.
-Pero, pero… -farfulló la mujer, incómoda, sin saber muy bien qué hacer con el abrigo.
- A white russian, ma’am – dijo el Nota a su vez, mientras le pasaba también su abrigo y se sentaba en un sofá junto a Walter justo enfrente de Javier.
-Señores, me temo que…-intentó decir la mujer.
- Oh, yes, un blanco ruso, por favor - dijo casi ininteligiblemente el Nota en español. Era lo único que había aprendido de español para ese trabajo.
La mujer se quedó plantada delante de la entrada del salón. Confundida, pareció quedarse pensando en algo, luego pensárselo mejor y finalmente mirar hacia sus brazos cargados por los abrigos de ambos y, con un ligero encogimiento de hombros y una sacudida de cabeza, se marchó dejando a Walter y el Nota con ambos Enríquez, padre e hijo.
Javier Enríquez Romero, hijo de Enríquez Negreira y mano derecha de su padre durante su oscuro y largo reinado en el Comité Técnico Arbitral, les contemplaba absolutamente impasible, sin dar muestra alguna de miedo o preocupación. En el fondo del salón, un desnortado Enríquez Negreira contemplaba el vacío sin percatarse de que alguien había entrado en el mismo.
- ¡SOY UN GRAN ADMIRADOR DE SU TRABAJO, SEÑOR NEGREIRA! ¡HE VISTO VARIOS DE SUS PARTIDOS EN EL AVIÓN HACIA ESPAÑA! - le gritó Walter de repente.
- ¿Pero qué coño haces, Walter? ¿Qué le has dicho? -preguntó el Nota escandalizado.
- No va a contestarnos, Nota, tranquilo. No puede, ¿verdad? ¡ME EMOCIONÓ EN PARTICULAR ESA EXPULSIÓN A SAN JOSÉ EN COPA CONTRA EL ATHLETIC! -volvió a gritar un Walter que no le quitaba el ojo de encima a su hijo. Si esperaba alguna reacción por su parte, se debió de llevar un chasco, pues Javier no movió ni uno solo de sus músculos faciales. Tampoco su padre, que seguía mirando al tendido sin ver realmente nada.
- Bueno, Javi, ¿puedo llamarle, Javi? – Comenzó Walter sin dejar de mirarle y, al ver que ni siquiera asentía, continuó. – No queremos robarle mucho tiempo, así que sólo le vamos a hacer unas preguntas muy simples y en cuanto nos haya respondido adecuadamente nos iremos, ¿de acuerdo?
Al ver que Javier continuaba impertérrito, Walter abrió tranquilamente su maletín y sacó de él los documentos relativos a los informes arbitrales que habían salido a la luz recientemente.
- ¿Escribiste estos informes arbitrales para el Barcelona, Javi? ¿Los escribiste tú, Javi? -preguntó Walter tratando de pronunciar todas las palabras con su mejor español.
Javi guardaba silencio observando a Walter sin siquiera pestañear...
- Sabemos que estas faltas de ortografía son tuyas, Javi. Sabemos que los informes de tu padre eran verbales, Javi. -continuó sin levantar la voz. - Estos informes son una vergüenza, Javi. Son una puñetera vergüenza. Estás avergonzando a tu padre, Javi. Estás matando a tu padre con esta vergüenza. Eres uno de los motivos por los que está fingiendo esta farsa.
Nada. Javi seguía callado, mudo como una tumba.
-Dile lo de las faltas de ortografía. - Sugirió el Nota, ligeramente perdido como estaba con la libretilla de preguntas que le había dado Walter.
-Déjame, Nota. Lo tengo controlado. Está a punto de caramelo.
Walter guardó esos informes, sacó de su maletín los papeles que reflejaban los pagos que recibió su Enríquez Negreira del FC Barcelona y se los mostró a Javier Enríquez.
- ¿Son estos los ingresos de tu padre, Javi?, ¿son estos tus ingresos, Javi? –preguntó Walter con aparente tranquilidad enseñándole los papeles, mientras el Nota se removía impaciente a su lado.
Silencio. Javi permanecía callado sin dar muestras de haber oído siquiera a su interlocutor. Los miraba con la misma inexpresividad con la que los había recibido.
- ¿Son estos tus ingresos, Javi?, ¿son estos? -preguntaba Walter con cautela.
Javier seguía callado, parpadeando cada veinte segundos como poco. Walter ignoró los aspavientos del Nota y le señaló en la libreta la pregunta por la que iba mientras seguía mirando al hijo de Negreira.
-¿Son estos los ingresos de tu padre, Javi?, ¿son estos vuestros ingresos, Javi?
-¡Ya sabemos que son sus putos ingresos, Walter! Pregúntale qué hicieron con el dinero-le interrumpió el Nota impaciente.
- ¿Dónde está el dinero, Javi? ¿A quién le pagabáis con ese dinero, Javi? ¿A Villar? ¿Arminio? ¿Gómez? ¿Hernández? ¿De Burgos? ¿Munuera?
El Nota alzó las cejas, impresionado al ver cómo su compañero había memorizado esos nombres de los que él apenas sí había pasado por encima.
- ¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO, JAVI? ¿LES PAGABAS EN EFECTIVO A LOS ÁRBITROS CUANDO LOS LLEVABAS EN COCHE AL CAMP NOU, JAVI? -gritó Walter, ya casi fuera de sí. – TE VAMOS A CORTAR…
- Pero señores… -musitó la mujer desde la puerta del salón, portando dos tazas de café.
- Disculpe mis modales, señora. -dijo Walter recuperando la compostura prácticamente de inmediato, como si nunca hubiera estado alterado siquiera. - Sólo un par de preguntas más y habremos acabado.
- El señor Javier no las va a poder contestar. Al igual que su padre, el señor Enríquez padece Alzheimer. No recuerda nada de lo sucedido.
Walter tardó unos cinco segundos en asimilar aquella información y sólo uno más en reaccionar.
-¡NO ME JODAS! -gritó, incapaz de contenerse. Ahora sí que parecía fuera de sí del todo. El Nota vio cómo empezaba a hinchársele la vena del cuello. - ¿ES QUE NO HAY NADIE EN ESTE PUTO PAÍS QUE NO SE CAGUE EN LAS NORMAS?
-¿Qué está pasando, Walter? ¿Qué ha dicho? -preguntó el Nota, que se percató en ese momento de que Negreira había levantado la vista hacia Walter durante una décima de segundo para, acto seguido, volver a mirar al infinito.
-¡EL MOCOSO TAMBIÉN HA ALEGADO ALZHEIMER, NOTA!
- ¡Oh, venga ya! Esto es intolerable, tío- se lamentó indignado el Nota. - Esta es una situación absolutamente intolerable. Eh, espera, Walter, ¿qué estás…?
Walter se estaba metiendo la mano dentro del bolsillo interior de su traje mientras le decía algo en español al hijo de Negreira, que aunque permanecía quieto y callado, ahora tenía los ojos ligeramente más abiertos que antes.
-Javi, estás a punto de conocer el dolor…
El Nota le sujetó el brazo antes de que terminara de sacar el arma que solía llevar su compañero.
- ¡Walter, tío, esto no es Estados Unidos! Aquí no puedes sacar un arma porque te apetezca.
-¡MIRA A ESE PUTO IMPOSTOR, NOTA! ¡YO NO VI MORIR A MIS AMIGOS, CON LA CARA EN EL BARRO, PARA QUE ESE MALDITO FARSANTE, QUE NO HA HECHO NADA EN SU VIDA…!
- Walter, esto no tiene nada que ver con Vietnam, joder.
- Todo tiene una relación directa con Vietnam, Nota, ya lo sabes.
- No, Walter, no todo está relacionado con el puto Vietnam. Te tienes que calmar.
- Señores. -les interrumpió la mujer, algo asustada, pero con voz firme. - Si no se marchan ahora mismo, por favor, llamaré a la policía.
- ¿Qué ha dicho? -preguntó el Nota.
Walter le tradujo y el Nota se levantó del sofá con las manos alzadas.
-No… problemo…- le dijo el Nota con la voz más tranquilizadora que fue capaz de sacar. - Vámonos, Walter. Lo hemos intentado. Ya está. No vas a sacarles nada a estos dos.
Walter seguía sentado en el sofá sin quitarle el ojo de encima al hijo de Negreira. Casi se podía percibir en el aire la rabia que desprendía.
-No podemos irnos, Nota. Está punto de hablar. –dijo firmemente Walter mirando a Javier.
- ¿Pero qué dices, Walter? No ha abierto siquiera la boca en todo este tiempo. No va a decir nada. No se van a delatar. Vámonos.
- Está a puntito. -dijo secamente Walter
- Señores…- empezó de nuevo la mujer.
- Ya… ir…-le dijo el Nota con la sonrisa más amable que pudo. - Walter, vámonos de una puta vez.
- Tienes razón, Nota, esto no tiene ningún sentido. Nos vamos. Nos vamos. -repitió esto último en español volviéndose hacia el Nota y con el rabillo del ojo vio un pequeño gesto de ¿alivio?, ¿triunfo? en los ojos de Javier. Walter se volvió de nuevo hacia él y le dijo:
- Bonito coche, por cierto. Igual te interesa mirar por la ventana, Javi. Time for plan B-dijo tranquilamente mientras sacaba una barra de hierro del maletín y se levantaba y se llevaba al Nota a la salida del salón.
-Walter… -empezó el Nota al ver la barra.
Pero Walter no le hizo ni caso, se giró una última vez hacia Javier y le gritó:
- ¡VAS A VER LO QUE PASA CUANDO DAS POR CULO A UN DESCONOCIDO, JAVI!
Y fue saliendo de la casa, mientras el Nota se apresuraba a coger sus abrigos e ir detrás de él.
-¿Es en serio, Walter? ¿Otra vez? ¿Es que no aprendiste nada de aquella vez?
- Nota, es imposible que vuelva a pasar lo mismo. Sería demasiada casualidad. Además, llevan años cogiendo ese dinero. Llevaban a los árbitros en coches, seguramente en coches como este. Obviamente es suyo.
-Walter, no te puedo creer, no me puedo creer que estés haciendo esto.
-Pues mira eso, Nota. -dijo Walter señalando a la ventana, donde un inexpresivo Javier Enríquez les observaba. Walter le saludó con la barra de hierro. - ¡ESO ES, JAVIER, MIRA ESTO! ¡MIRA LO QUE PASA CUANDO DAS POR CULO A UN DESCONOCIDO!
Y empezó a destrozar el capó del coche con aquel palo ante los gestos de negación del Nota y la mirada impasible de los Negreira.
-¿VES LO QUE PASA, JAVI? ¿VES LO QUE PASA CUANDO DAS POR CULO A UN DESCONOCIDO, JAVI? ¿VES LO QUE PASA, JAVI? ¡ESTO PASA, JAVI!- gritaba Walter como un poseso mientras arrasaba con las ventanas del coche. -¿YA TE HAN VUELTO LOS RECUERDOS, JAVI?
El ruido de la alarma del coche llevaba sonando desde el primer golpe, pero aquello no parecía detener ni un ápice del ímpetu de un Walter que parecía estar disfrutando como un niño pequeño en una piscina de bolas mientras le sacaba partido a aquella palanca. Ya ni siquiera se molestaba en gritar en español. y al Nota le pareció entender alguna que otra vez “Larry” en lugar de “Javi”.
De alguna parte, surgió una figura corpulenta que, al presenciar aquella escena, se llevó las manos a la cabeza, escandalizado, y empezó a gritar ostensiblemente, más iracundo que el propio Walter. Walter retrocedió, asustado, tiró la palanca a un lado y levantó los brazos para intentar calmar a aquel individuo, que seguía vociferando. Era un hombre muy gordo, de pelo oscuro tirando a gris, abundante papada y un rostro duro surcado de arrugas. Y en esos momentos debía estar ya a punto de superar el récord de insultos que alguien había proferido sobre Walter en menos de un minuto.
- ¡Pero mira que te lo dije, Walter! No podías quedarte quieto, no. –suspiró el Nota. – Pregúntale si tiene seguro…
Pero el hombre no paraba de balbucear de manera incomprensible. Walter, que en un primer momento se había quedado cohibido tras la aparición del hombre, ahora dibujaba en su rostro una mirada de incomprensión.
-Más despacio, por favor. No entiendo. –decía un Walter que había suavizado el tono hasta un punto insospechado para el Nota. – Joder, Nota. ¡No entiendo una mierda de lo que dice este tío!
El hombre seguía farfullando, Nota no supo determinar si de una forma más clara o no, pero por la expresión inaudita de Walter parecía que el entendimiento no iba a ser posible. Y entonces el hombre alzó los brazos y lanzó un grito dirigiéndose a la ventana de los Negreira. De la misma forma que cuando llegaron a aquella casa, la cortina se corrió rápidamente y un segundo después, no había ni rastro de la sombra de padre o hijo. Nota se quedó un segundo mirando a aquella cortina y luego volvió la mirada hacia el inmenso individuo que seguía delante de Walter, que le devolvió la mirada.
- Walter, yo he visto a este tío. Sale en uno de los informes que nos dieron. –dijo el Nota mientras recogía el maletín de Walter y rebuscaba entre sus papeles hasta encontrar la imagen que buscaba. - Es este. Mira.
Walter retrocedió un poco hacia dónde estaba el Nota y le lanzó una rápida mirada al papel que este le mostraba.
- ¡Sánchez Arminio! –bramó Walter llevándose una mano a la cabeza. – Igual sí que le he entendido algo de lo que ha dicho…
El hombre reaccionó por partida doble: la primera dando un respingo cuando escuchó su nombre, y la segunda cuando oyó las sirenas de un coche de policía que se acercaba desde el final de la calle. Victoriano salió corriendo como una exhalación y, tan rápido como había surgido, desapareció metiéndose en una de las casas que había en la acera opuesta.
- ¡Tenemos a nuestro hombre, Nota! - exclamó Walter.
- ¿Qué es lo que le has entendido, Walter?
- Ha confesado, Nota. Le he entendido que el coche lo había pagado con “dinero de Negreira” –dijo Walter, emocionado por tener algo que él consideraba aproximado a la resolución del caso. En realidad lo que le había entendido era que había pagado el coche con “dinero negro”, pero a aquel hombre se le entendía tan mal que sin duda se refería a Negreira. Y justo después le había gritado algo a Enríquez hijo, por lo que había terminado de delatarse.
- ¿Estás seguro, Walter? –preguntó el Nota, poco convencido.
- Completamente, Nota. –respondió un Walter muy satisfecho de sí mismo.
- ¿Y ahora qué hacemos, Walter?
- Bueno, cuando nos detenga ese policía usaré mi llamada para informar a mi colega de que investiguen a fondo las cuentas de Sánchez Arminio hasta encontrar el dinero. –dijo Walter alegremente señalando al agente que ya se estaba bajando del coche. – Y ya puestos, que nos ayude con este desaguisado.
Tres horas, un interrogatorio y varias llamadas más tarde, Walter y el Nota salían de comisaría.
- Ahí lo tienes, Nota. –comentó Walter mientras le enseñaba una noticia en su móvil. – Villar y Sánchez Arminio citados por la Audiencia Nacional como imputados. Buen trabajo, compañero. Pan comido.
-¿Cómo?, ¿Tan pronto? Ah… -dijo Nota mientras pasaba la noticia por el traductor de google y empezaba a leer. – Pero Walter, están imputados por el Caso Soule…
-Y adivina quién aparece en ella como implicado. – repuso Walter, señalándole un nombre que se encontraba un par de líneas más abajo. – Nuestro amigo, Javier Enríquez. ¿Lo ves? Te lo dije, Nota. ¿No te dije que iba a ser pan comido, Nota?
- Sí, Walter, sí que me lo dijiste. -suspiraba el Nota, irritado. - Pero sigues siendo un gilipollas.
- Lo único que me fastidia de todo esto… -siguió Walter, que parecía no haberle oído. - …es que ya casi tenía al pequeño de Negreira acorralado, a nada de confesar, ¿verdad? Tú también lo viste, ¿no?
El Nota lanzó otro suspiro de exasperación.
- No, Walter, no me pareció que estuviera a punto de confesar…
Desternillante.
:))
Gamberrismo ilustrado
Gracias Hank, me encanta el cine y me encanta el fútbol (o debería decir el Real Madrid, que es el fútbol en estado puro), así que disfruto cada artículo tuyo.
Estos días he pensado en El Sexto Sentido, aquella película en la que Bruce Willis vagaba por ahí sin saber que estaba muerto, como el Barsa y La Liga. Y un niño (Osmet) que veía muertos, aunque por lo menos éste sabía que no estaban vivos, no como los medios, que siguen escribiendo, radiando y televisado como si no hubiera un cadáver en la habitación.
Gracias a ti por leerlos y disfrutarlos. Un placer compartir mi madridismo con todos y hacerlo a través de cine, literatura y cualquier otro arte extrapolable a lo que hace nuestro equipo en el campo. Muy buena la analogía de El sexto sentido. Espero que algún día los aficionados de ese equipo lleguen al final de la película.