El marcador indicaba 0-1 y en el minuto 87 el Manchester City acababa de fallar una doble ocasión clarísima, salvada in extremis por Mendy y luego por los tacos de Courtois. En un mundo paralelo, el City certificaba la victoria final y el Bernabéu se convertía en una tumba de silencio, con centeranes de aficionados circulando rumbo a sus casas, rumiando la tristeza y la desolación por no haber sido capaces de remontar.
Pero en este mundo ese balón no entró, y lo que siguió entra en la historia de lo incalificable. Antes, justo en ese minuto, un hincha madridista que estaba a mi lado decidía que había tenido suficiente. No sé si le habían comunicado que se le quemaba la casa o que un terremoto había destruido la casa de sus padres, pero uno no abandona el Bernabéu hasta el pitido final (hasta el final, vamos Real).
Y mucho menos con este Real Madrid, con la épica y mística demostrada en eliminatorias anteriores. Uno no abandona la batalla mientras el rival trata de romperle el escudo a espadazos, después de haber batido antes a dos formidables enemigos, los sátrapas de oriente. No, el deber de un hincha es apoyar hasta el final, y eso debería ser parte del aprendizaje de esta edición de Champions.
Cuando el marcador tocó el minuto 88, el estadio animaba, pero la duda en la remontada era visible. La lógica era más grande que la fe. Dos goles en dos minutos más el tiempo de descuento era algo que ni siquiera se había logrado en las eliminatorias anteriores. El más difícil todavía. Si lo del PSG había sido lo imposible, y lo del Chelsea lo increíble, ese reto, esa gesta, carecía de calificativos para convertirse -en caso de lograrse- en lo inenarrable. Lo inexplicable por una mente racional y humana. Esta edición de la Champions League del Real Madrid ha logrado enriquecer el léxico popular a base de añadir adjetivos, aunque las palabras por sí mismas no sirven para explicar lo vivido.
Antes de todo, antes del éxtasis extremo había tenido lugar la busiana. Mientras el autobus bajaba por Concha Espina camino al estadio, la muchedumbre gritaba enardecida, convencídima de la victoria final. Al fin y al cabo, la gesta no era tal y solo se trataba de remontar un gol. Una hora y media antes del comienzo del partido la sensación colectiva era de euforia y confianza.
¿Cómo no iba a marcar el Real Madrid uno o dos goles en 90 minutos? Pero cuando el City marcó el 0-1, y los minutos fueron pasando hasta ese minuto 87, lo factible empezó a convertirse en imposible. Darle la vuelta al marcador en solo los minutos finales más el descuento en un partido de la máxima competición europea es algo que habíamos visto al Manchester United contra el Bayern de Munich en aquella final épica de 1999. Y también habíamos vivido por supuesto el empate de Sergio Ramos, en el 93.
Pero ahora se trataba de marcar dos goles contra un rival que acababa de perdonar el 0-2, y con un Real Madrid al que le faltaba fluidez. El Big Data marcaba en el minuto 89 con la certeza propia de una máquina que no se equivoca, un 99% de probabilidades de perder del Real Madrid. Como Rafael Nadal contra Daniil Medvedev cuando iba dos sets abajo, y perdiendo el tercet set. Y ese 1% debía de ser como cortesía a un equipo que se había ganado a pulso el derecho a creer hasta el final. Una especie de concesión final de las poderosas máquinas a la fe humana.
Pero en el campo había varios jugadores, jóvenes que han vivido las cuatro Champions como aficionados y que han crecido creyendo en el Real Madrid, y que tienen una fe infinita en ellos y en su equipo, que pensaban que se podía remontar al 99%. Camavinga era uno de ellos y el otro era Rodrygo.
Llegó el minuto 90 y Rodrygo marcó no un gol, sino el gol de la victoria final. Ese gol fue como el de Ramos en Lisboa, la certificación de la victoria. En aquel caso había que marcar un gol más en la prórroga, y ayer “solo” uno más en el descuento y otro más. Pero ya estaba hecho. Ese gol valía por tres, y todos en el estadio y en nuestras casas lo sabíamos. Y lo sabían los jugadores del Manchester del City y los del Real Madrid. Lo sabían los locutores de la Rac1 catalana, angustiados con sus micrófonos, y lo sabían miles de antimadridistas que querían irse ya a sus camas a dormir y dejar de sufrir. Qué sufrimiento tan atroz debe de ser creer en lo racional y renunciar a la fe de ser del Real Madrid. Lo sabíamos todos. Lo sabían hasta las máquinas, que ni saben ni intuyen, solo aplican la lógica.
Y ocurrió. Y llegó el segundo gol en el 91 y el tercero en el 96. Y llegó la locura, el júbilo y la incomprensión de haber vivido lo que en los textos bíblicos se denomina milagro. Y el Big Data empezó a colapsar. Incapaz de dar más números, de aplicar la lógica matemática a lo sucedido, miles de máquinas cortocircuitaron ayer. Centeranes de softwares empezaron a entender, una vez más, que con el Real Madrid no existen lógicas ni explicaciones. Han necesitado una edición mágica, tres eliminatorias épicas en las que el club blanco ha desafiado lo racional, eliminando a tres equipos, a tres clubes-estado, a cual más fuerte, superando cada fase, cada monstruo final, para darse cuenta de que ni la probabilidad ni la lógica sirven. No contra el Real Madrid.
El miércoles, miles de máquinas, incapaces de soportar el peso de la ilógica en sus sistemas, se hicieron del Real Madrid. Al igual que miles de niños y adolescentes, que entendieron que la felicidad es ver remontar al Real Madrid y creer hasta el final (vamos, Real).
El miércoles se ganó la victoria contra las máquinas. En el futuro, cuando las máquinas dominen el mundo y la humanidad no tenga esperanza, se recordará este partido. Y centenares de humanos saldrán a la calle, enfundados en sus camisetas blancas, para luchar contra la tiranía de la lógica, y derribar las leyes de la estadística, y nunca, nunca jamás, perder la fe en el Real Madrid y en la humanidad.
Así es, y esos aficionados que son madridistas hasta el minuto 80 no deberían olvidar que los vikingos -como algunos nos motejan- deben morir si llega el caso con la espada en la mano para llegar al Valhalla. Eso sí, sin prisa alguna, si podemos dar un par de mandobles más y derrotar al enemigo -deportivamente hablando- el Valhalla puede esperar.
No voy a decir que mi fe estuviera intacta hasta el primer gol de Rodrygo pero justo ahí comprendí en toda su extensión y profundidad las palabras de nuestro capitan al finalizar el partido de Manchester: "tenemos que ir al Bernabéu, necesitamos a la afición como nunca y vamosa hacer una cosa mágica, que es ganar".
Enorme texto, Sr García de Sola, especialmente esa brillante distopía final, que evoca hileras de rebeldes humanos enfundados en camisetas del Real Madrid. Felicidades.
¡Muchísimas gracias! Muy fan de las distopías, aunque ya hemos vivido varias...
Las tres remontadas han hecho que millones de niños en todo el mundo se hayan hecho de la religión verdadera, seguro (y también unos cuantos cientos de miles de adultos de otros equipos - las religiones paganas-, también).
Así es el apostolado madridista.
¡¡¡ Hala Madrid !!!
Efectivamente, hay algo que las máquinas (digamos que aún, nunca se sabe lo que nos depara el futuro) no pueden hacer, y es el valorar adecuadamente los "intangibles". Nada en la lógica hacía prever que el RM haya llegado a la final. Nada. Podríamos hablar de experiencia en Europa, de las trece copas de Europa, de la historia, de las remontadas de los ochenta... pero, ¿de verdad que eso es un factor fundamental en un jugador como Rodrygo, como Camavinga, como Valverde, como Mendy, como Militao... que ni han vivido nada de eso ni tienen más experiencia en Europa que los jugadores del PSG, del Chelsea o del MC? Yo diría que no puede ser, pero, ¿puedo asegurarlo? ¿Cómo se transmite ese intangible a los jugadores recien llegados? La verdad, no sé cómo explicarlo, pero recordemos esa imagen famosa del big data de la final de Nadal en Australia con dos sets abajo y 5-2 en el tercero.
Al final todo se resume en una cualidad que poseen (sólo) unos cuantos elegidos: la capacidad de superación y la negativa a rendirse aun con todo en contra. Esa capacidad la han tenido muchos españoles en la historia, que fueron los que forjaron un imperio del que TODOS deberíamos sentirnos orgullosos. Hoy en día se han impuesto otros valores, pero aún quedan Nadales y el Real Madrid que nos muestran el ejemplo. El día en que los españoles retomemos estos valores no habrá nadie que nos pare...
Cuando llega el rugido del Bernabeu, como un león hambriento, la presa ( en este caso el M.City min 89) sabe que su final está cerca.
Hoy, en la rueda de prensa de Xavi, he constatado que hemos vuelto a mediados de los 80. El Barcelona asumiendo que una victoria contra el Madrid es un título. Enhorabuena. A celebrarlo a Canaletas.
Ya he explicado que practico boicots a la LFP tebana y que dejo de ver partidos del Real Madrid.
Me los pierdo a conciencia. Lo cual no es incompatible con lo que explicaré a continuación.
Es importante ser madridista de verdad. Ayer pude hablar con un conocido; madridista a su manera, pero madridista. Yo le expliqué que siempre que veo al Madrid lo hago hasta el final. Por mal que vaya el resultado. Sobre todo porque es mi manera demostrar, aunque solo sea a mí mismo, amor y lealtad por el blanco. Es una cuestión de dignidad. El tipo al que hago referencia me reconoció que tras el 0-1 abandonó la pantalla. Al cabo de unos minutos recibió un mensaje con un "Felicidades". Pensó que le estaban vacilando. Y ,además, entró en As pensando que el equipo estaba eliminado...Cual fue su sorpresa al ver el 2-1...y, entonces, se puso a ver el partido otra vez. :))
Ya está moviéndose para obtener entradas cara a la final en la capital de la luz y del amor.
¡¡ HALA MADRID !!
Es curioso como "la gente en general" no para de hablar de irracionalidad, inexplicables, etc etc.
Ingeniero, yo, lo matematizo todo, y en este caso no es diferente.
Os pongo un ejemplo: Casillas El Santo...De santo nada, no hace milagros, simplemente el mejor portero del mundo tiene una probabilidad alta de hacer una parada que "la gente en general", considera imposible. Y el santo, no lo hace un día, como lo hace un días tras otro, y otro, y otro, y así toda su carrera, es que hace milagros....No, coño, no. No se da cuenta "la gente en general" de la alta probabilidad que hay de que haga paradas inesperadas? Pues hoy día, el santo es Courtois, porque hace lo mismo, y porque está matemáticamente dentro del rango de esa probabilidad de parada inesperada.
Con el resto del equipo, respeto al apretón final de los partidos, pasa lo mismo, pura probabilidad: ha planteado todas las eliminatorias de la SuperCopa de España y Champions de la misma manera, el medio campo lentísimo y poco físico que tiene de primeras controlando los partidos, y en la (como mucho) media hora final, avasallamiento físico con los jóvenes Rodrigo, Camavinga, Fede, Vinicius que no se cansa, etc etc, resultado de lo cuál, ganó al Barsa en prórroga de Supercopa, al PSG en los últimos 20 minutos de los 180, al Chelsea en la prórroga, y al City en la prórroga, remarcando, que todos los citados rivales llegaron más cansados a la prórroga o fin de partido que el Madrid (por su segunda unidad).
¿No veis, amigos madridistas, que Carlo lleva haciendo todo el año lo mismo, que tiene el medio campo titular más pobre físicamente de Europa y que intenta controlar técnicamente los partidos, y hace los cambios cuando ve que no puede? Esta pequeña probabilidad de victoria es resultado de la táctica que lleva empleando todo el año. Punto. Sin santos, solamente con sus feligreses, que somos nosotros.
Hala Madrid.