El fichaje más esperado

Florentino tardará en anunciarlo. Se trata de un chico nacido en Madrid, del barrio de Chamberí para más señas, que está llamado a ser el sucesor de Fernando Hierro. Jugará tanto de central como por delante de la defensa. Tiene llegada, potencia, jerarquía y, lo que es más importante -o era, al menos-, siente la camiseta, porque ha mamado el club desde que era benjamín en Valdebebas.

Decía que Florentino tardará en anunciar el fichaje porque, desgraciadamente, tal jugador no existe. Ni existirá; al menos, mientras siga el actual presidente en su cargo. El Castilla tiene un problema: sus jugadores no venden camisetas. No son mediáticos, no se peinan raro y en su inmensa mayoría tienen apellidos tan vulgares como Pérez, López o González. ¿Cómo se atreve alguien con tan poco pedigrí a aspirar al primer equipo? ¡No hombre no, que así no se vende ni una escoba en Asia!

Algunos pensamos que el club de nuestros amores sigue siendo un equipo de fútbol. Error. Es un gigantesco escaparate comercial para que se exhiba un galés que hace anuncios de Nivea y que no le pasa el balón ni a su padre. Florentino se cargó a Ancelotti justo por eso: el italiano sentó a Bale, y eso el presidente lo tomó como una ofensa personal. Es sabido que el dueño de ACS suspira por Bale y Benzema, y que desprecia a Casillas y Ramos. Al primero se lo ha cargado con ruindad, como le enseñó Mourinho -no pienso perder un segundo en comentar aberraciones-. Al segundo le ha azuzado  a su legión de paniaguados para que le pongan a los pies de los caballos. Hay que presentarle como un pesetero, cuando en realidad lo que pide el de Camas se lo ha ganado en el campo. Bastante más, desde luego, que el chupón de Gales o el esforzado francés. Por cierto, ¿recuerdan cuándo fue la última vez que alguno de los dos dio una rueda de prensa en deferencia al club que les paga? Yo tampoco.

Ancelotti cometió errores, es verdad. No rotó lo que debía, se confió y tomó algunas decisiones técnicas discutibles. Pero su crédito era inmenso. Aparte de buen entrenador, pacificó el club que había envenenado el cáncer aquel de nombre Mourinho -por el que, extrañamente, aún suspiran Florentino y el editor de La Galerna-, consiguió que el Madrid dejase de ser odiado allá donde iba y, por encima de todo, hizo jugar bien al equipo. Equipo, dicho sea de paso, descompensado: todo mediapuntas y poco centrocampista puro y duro. Y Bale que le lloraba a su agente para que éste dijese dónde y cómo debía jugar. Me da asco ver Marca y As a diario sacando “noticias” de Bale hasta la náusea con tal de que la afición deje de verlo como un bulto sospechoso.

Años atrás, Florentino también se había cargado a un tipo gris que poco más haría después de salir del Madrid por la puerta de atrás. Salvo, quizá, ganar una Eurocopa y un Mundial. Algún día pediré al editor de este periódico que me explique por qué los mourinhistas como él aborrecen tanto a Vicente del Bosque, cuyo único pecado ha sido ser siempre madridista y ganarlo prácticamente todo. Y un señor. Me cuesta imaginar a Del Bosque metiéndole el dedo en el ojo a un entrenador rival, insultando a sus propios jugadores o metiéndose en todos los charcos.

Pero en fin, que mientras quiera Florentino el Madrid sólo fichará mediapuntas extranjeros y delanteros de los que han nacido para llevar esta camiseta y tal. Todavía recuerdo de niño ir a ver al Castilla con mi padre, e imaginar a aquellos jugadores dando el salto al primer equipo. Míchel, Sanchís, Casillas…ya no queda nada. Lo próximo, un chino por contrato, como el Rayo.