Me decía mi padre, antes de subir al tren rumbo al aeropuerto de Zaventem en Bruselas, que sin la figura de Paco, en ninguno de los que hemos venido después hubiera nacido el deseo y la voluntad de dar nuestra vida al deporte. Y qué razón tenía. Me contaba también mi padre que mi abuela Toñita, la hermana de Paco, fue desde el principio el mayor apoyo de su hermano y al mismo tiempo su mayor admiradora. En esa pasión de su hermana y en la ilusión por el deporte se encuentra el secreto de nuestra familia. Una familia que siempre se ha apoyado, que ha hecho todos los esfuerzos necesarios y que ha inculcado, generación tras generación, los pilares que cualquiera necesita para pelear por algo que tanto le gusta.
Porque de Paco, esos valores llegaron a sus hermanos, Toñín y Juluchi (como nosotros les llamábamos cariñosamente) y a mi padre, quien, en palabras de mi tío Toñín Llorente, fue el ejemplo de los otros tres hambrientos Llorente que venían detrás. Y digo hambrientos porque mi abuelo José Luis siempre decía que no le llegaba para nada el sueldo del mes, solo para dar de comer a los cuatro monstruos que tenía en casa: “se lo comían todo”, me decía.
Puede que sea simplificar mucho su trascendencia, pero para nosotros ha sido, sin él darse cuenta seguramente, un faro que iluminaba el camino adecuado a nivel deportivo, pero sobre todo, y mucho más importante, una buena persona que siempre se ha preocupado por su familia. Una familia a la que ha cuidado siempre con el mismo ímpetu con el que corría la banda izquierda de los campos de fútbol y que le hacía imparable. Él mismo contaba que, al principio, esa misma fuerza le hacía salirse del campo, hasta que aprendió a frenar. Y esa combinación de la fuerza y la templanza la aplicó también en el cuidado de los suyos, desde hace años atrás, cuando intercedió para que su hermana, su cuñado y sus sobrinos desembarcasen en Madrid desde Valladolid, hasta los últimos días con sus nietas Aitana y Candela.
Este es mi recuerdo de Paco, una persona que ha entendido siempre que la relevancia de sus méritos deportivos tiene una importancia reducida si lo comparamos con los valores familiares que, desde siempre, supo transmitir.
El faro sigue encendido, para nosotros y para todos los que, a partir de ahora, le echaremos de menos.
Hola, Sergio.
Primero de todo, expresarte mi pésame por el fallecimiento de Don Paco.
Y segundo, contarte una pequeña anécdota. Allá por los finales de los 70, siendo yo niño, fui de vacaciones con mi familia (todos madridistas y de Madrid) a Cantabria, concretamente a Somo. Nos recomendaron una pequeña playa cercana, no muy concurrida, llamada playa de Galizano. Y allí fuimos. Efectivamente, allí no solía haber más de tres o cuatro familias, a veces sólo una que no solía fallar. Y esa era la familia de don Paco Gento, él incluido.
Imagina lo que representaba para mi padre, mis tíos, madridistas que le habían visto jugar en el Bernabeu, estar allí, solo las dos familias, la nuestra y la de don Paco, en la misma playa. Una en cada punta eso sí (Gento y familia en el lado Este y nosotros en el lado Oeste).
Jamás nos acercamos a molestar, ni importunar, por respeto, a la familia Gento, pero recuerdo a mi padre mirando de soslayo y emocionado a su admirado Paco Gento.
Descanse en paz.
Creo que, a pesar del dolor que su pérdida causa en familia y amigos, los que han tenido ocasión de formar parte de su círculo social más estrecho, pueden estar alegres por haber contado con el amparo y compañía de Paco Gento.
Sergio siento muchísimo vuestra pérdida. Precioso lo del faro. Escribes tan bien como tu padre, que además de gran deportista tiene la cabeza muy bien amueblada. Para vosotros es una pérdida familiar irreparable y más con lo que cuentas de vuestra unión tan maravillosa.
Para los madridistas como yo, es otro tipo de pérdida, pero también muy dolorosa.
Yo nunca vi jugar a Gento, pero como madridista siempre fue una referencia. A tu padre y a tus tíos sí que los vi jugar. Eran tan buenos deportistas, tan diferentes....
Recuerdo en una Revista que publicaba el Club que llevaba el nombre de Real Madrid, donde tu padre publicó una foto de ti, de bebé. Sois una saga irrepetible en el deporte español y una familia ejemplar. Con Gento se nos ha ido el único jugador del mundo con 6 copas de Europa, un jugador que aprendió de sus errores para estar en la élite. Un jugador cuya madre era futbolista, cuya hermana (tu abuela) era una fanática del fútbol, como lo soy yo. Una saga que no acabará nunca por los valores que han transmitido desde arriba siempre. Siento muchísimo esa pérdida. Para los madridistas es irreparable pero para vosotros además de irse el ídolo, el referente, se va el faro. Un abrazo a todos