El equipo de Laso, de la fortuna al infortunio

El equipo de Pablo Laso ha pasado de ser afortunado al infortunio. Durante muchos años consiguió lo que tantos anhelan y muy pocos consiguen, y hasta en ocasiones mostró la excelencia de forma continuada. Hoy, su juego acusa el avance irrefrenable de la edad, la fatiga de unos luchadores castigados por más de mil partidos y por tantos entrenamientos y refriegas que me siento incapaz de calcular.

Aún así, el Real Madrid salvó la gira rusa in extremis. Tras perder contra el Khimki en Moscú, en el peor partido que uno recuerda a este equipo, fue capaz de rehacerse en la artística e histórica San Petersburgo contra el Zenit, un equipo notable que ha cursado la temporada en la zona de clasificación para los play-off. Tras la derrota se coloca en el límite de los equipos que jugarán las eliminatorias, el que hubieran ocupado los madridistas de haber perdido ellos el enfrentamiento.

El encuentro era vital para ambos, y tras una gran primera parte blanca, cierto atolondramiento en el tercer cuarto complicó —¡y de qué forma!— la suerte del mismo. Por momentos cundió el desconcierto del desacierto y viceversa, factores siempre hermanados, como las dos caras de una moneda. En esos momentos de zozobra, Laso maniobró con precisión, auxiliado por unos jugadores que dieron lo mejor de sí para armonizar de nuevo el conjunto. Un esfuerzo físico —defensivo— y de concentración —en busca de la ofensiva precisa— que logró detener la fluidez de los petersburgueses. Y el canguelo cambió de barrio, pues cada partido tiene predeterminado un volumen constante, aunque cambiante de bando según las circunstancias.

Finalmente, los madridistas se llevaron el encuentro por un rasgo que todavía mantiene la tropa de Laso, aún inmersos en las circunstancias más adversas. La capacidad competitiva, la que tantas veces se necesita y que no siempre acude al reclamo del toque de corneta. Sin embargo, en mayor o menor forma, con las bajas que dicte la suerte, este Madrid puede sentirse orgulloso por intentar, y lograr casi siempre, hacer todo lo que esté en sus manos.

Los equipos se deterioran de forma paulatina o de forma brusca y catastrófica. Suelen dar signos de declive, si bien los que se declaran orgullosos se resisten a emborronar páginas de su historia. Aunque en ocasiones no hay forma de detener el alud de la decadencia. El Real Madrid está intentado caminar ladera arriba, con la nieve hasta las rodillas y con grietas cada vez mayores en lo alto de una pendiente amenazadora que acumula un volumen relevante cercano a la precipitación.

Lo cierto es que la causa de algunos de los infortunios es propia. Que la plantilla necesitaba refuerzos era bien conocido por los responsables. Que el club se encuentra inmerso en una situación aguda de ahorro para afrontar la construcción del estadio, es una certeza bien publicada. El tiempo dirá si la política del club es la correcta, aunque visto lo que ocurre por otros lares a ver quién se opone a una postura tan racional.

Lo que echo de menos, sin embargo, es una explicación por parte de quién toma este tipo de decisiones que afectan de forma decisiva a los equipos y al ánimo de los aficionados. La sección de baloncesto no pudo acometer el fichaje de ninguno de los grandes directores de juego que estaban en el mercado por falta de liquidez, así como tampoco parece que el recambio de Tavares sea el que más puede ayudar al equipo. En estas circunstancias, ¿qué más podemos pedir a estos hombres? Nada más que hagan lo que ayer: cumplir con su deber.

Fotografías Imago.