Hay que ver lo mucho que Fede Valverde, sin aparecer demasiado en la pantalla del televisor, jugó en la tremenda victoria de la Selección Uruguaya por 2-0, ayer, por la noche, en la misma Bombonera en la que tantas veces ese madridista de alma llamado Diego Armando Maradona desparramó su fútbol.
El lector pensará que quien escribe está forzando la comparación, y pensará bien. Es apenas una excusa para situar al lector en el lugar de los hechos, porque lo que hizo ayer Fede no fue rimbombante ni tan siquiera llamativo. Sin embargo, en su lectura de los espacios y las presiones, en su permanente enlace under the radar con la zaga celeste y en el último arreón físico cuando el partido lo exigía en los tramos finales, Valverde añadió otra dimensión a su dominante set de habilidades. Un set cada vez más decisivo en este Uruguay al que Marcelo Bielsa soltó y revolucionó, cumpliendo así el anhelo de una afición que siente desde hace años que esta generación de jugadores puede hacer partidos estupendos como el de anoche y ganarlos con autoridad. La Celeste de Bielsa tiene en Fede Valverde a su innegable líder futbolístico, uno que solidifica el mandato de una selección que ahora sí parece rendir a la altura de su enorme potencial.
La Celeste de Marcelo Bielsa tiene en Fede Valverde a su innegable líder futbolístico, uno que solidifica el mandato de una selección que ahora sí parece rendir a la altura de su enorme potencial
Ante una Argentina en clave Negreira —el arbitraje del colombiano Wilmer Roldán entra de lleno en el concepto de obsceno y cosecha años 90, incluso superando arbitrajes cataríes—, Uruguay no se salió de su postura y ambición a pesar de verse arrinconado todo el partido por inexplicables cobros de falta sucesivos, algunos de ellos incluso otorgados al rival pese a que se saldaron con graves lesiones de futbolistas uruguayos. Pasado el minuto 10 (ay), los campeones del mundo actuales decidieron que ante la atípica falta de control del partido era necesario ensuciar y ‘picar’. Esta vez, querido lector, no fuimos nosotros, por mucha fama que suelen hacernos. Por ahí anduvo, cómo no, un tal Lionel Messi casi desaparecido ayer en una telaraña de la que Valverde fue arte y parte. Anoche, el Balón de Oro quedó reducido a un tiro libre de esos que nunca le faltan que fue al larguero y una serie de tanganas de esas que tanto le interesan a él y a Rodrigo De Paul, su Kevin Costner personal, que ayer además sacó del partido con lágrimas de dolor al extremo Maxi Araujo. Ayer, Messi tomó del cuello a un futbolista de Uruguay y se fajó con otros dos, aunque terminó exigiendo ‘respeto por los mayores’ a los uruguayos con la derrota consumada y ante los micrófonos. Por aquello de los valors; ustedes entenderán.
Pero quería decir que la bronca de Messi y su Smithers blondo fueron ciertamente esperables: con su amigo e instigador Luis Suárez esperando para ingresar al campo (cosa que no sucedió), Uruguay estuvo lejos de ser ese equipo que pone la alfombra roja, los abrazos y las selfies al rosarino al final del partido, lo cual es un escenario infrecuente y poco explorado para el ‘10’. Pero basado en un mediocampo con muchísimo juego y personalidad en el que a Valverde y al finísimo Manuel Ugarte los acompaña Nico De la Cruz, Uruguay desconoció los laureles de la ‘Scaloneta’ tanto como hace un mes lo hizo con la verdeamarela de nuestros Vinicius, Rodrygo y Casemiro (y Neymar, vaya). Y si bien Messi declaraba hace poco menos de un mes que en esta Argentina se sentía como en el Barça de Guardiola, lo cierto es que anoche en realidad los campeones mundiales jugaron maniatados por una presión asfixiante, con intensidad mourinhista, de un equipo uruguayo que solo pareció crecer a medida que transcurría el partido al pulso de la zancada y el cambio de ritmo de Fede. Cada vez que Argentina perdió la pelota, Uruguay se lo hizo pagar con triangulaciones y vías directas hacia el arco de Dibu Martínez, bastante más recatado esta noche que aquella en la que fue uno de esos mayores que saben respetar y todo aquello.
Y en los detalles de eso, siempre estuvo Valverde. Capitán de Uruguay en el primer tiempo, el ‘15’ del Madrid se movió con soltura tonikroosesca por toda la sala de máquinas de la Celeste, decidiendo siempre bien en las entregas al pie o hacia zonas de baja densidad de jugadores rivales. En el tándem con Ugarte —otro enorme centrocampista, a menos que el PSG de Luis Enrique lo trunque— Valverde redujo por completo a Enzo Fernández y Alexis MacAllister, aquellas mentadas Ferraris que también anoche quedaron reducidas a una versión muy deslucida. Ya no es solo el despliegue físico o la finalización lo que llaman la atención de Fede: progresivamente, su lectura de los momentos de los partidos va in crescendo y se le adivina una madurez puramente madridista.
El ‘15’ del Madrid se movió con soltura tonikroosesca por toda la sala de máquinas de la Celeste, decidiendo siempre bien en las entregas al pie o hacia zonas de baja densidad de jugadores rivales.
Pero Valverde no hizo goles, ni grandes quites, ni remató al arco siquiera. Las luces quedaron para Ronald Araújo —el único jugador del Barcelona actual que sería titular hoy en el Madrid— y para Darwin Núñez, ya establecido como el nuevo centrodelantero de un Uruguay que ilusiona a sus hinchas mayores pero por sobre todo a sus niños con actuaciones a las que ellos ya se van acostumbrando, para sorpresa e incredulidad de los mayores que soportamos largos períodos de racanería y un dogma existencial llevado al campo de juego que parecía imponer que a nuestros rivales máximos no les podíamos plantar cara.
Uruguay no solo derrotó con claridad meridiana a la campeona del mundo: derrotó a una selección que no perdía como local desde hace siete años y llevaba 25 partidos por eliminatorias sin perder. Y en medio de todo eso, volando y liderando, nada menos que un tal Fede Valverde. Habrá más.
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«Que cuando el río suena, agua llevará», que se canta en aquella copla andaluza, por sevillanas.
No somos pocos a los que nos saltan las alarmas desde hace ya...
Las actitudes del estamento allí donde vaya el tufillo de aquel Barça y su siempre venerado líder, puede olerse a millas náuticas sin que ayude la brisa, que ya si algo ayudan ellos. Los del estamento, digo.
Al menos, tendremos que consederles los arrestos de navegar intrépidos por aguas de tormenta, la proa adonde tercie, no importa si a Qatar, al río La Plata y hasta atracar en una marina lujosa de Miami.
Todo esto si son tan amables de permitirme los juegos de palabras que, en este ricón sagrado del madridismo, seguro que sí.
Quiero felicitarlos por él artículo qué escribió sobre Fede HALCÓN Valverde, fue maravilloso por leer y ver la descripción de éste maravilloso jugador tan humilde en todos sus actos. Quedé muy emocionado por sus palabras y la descripción de un jugador él un partido de fútbol. Tengo 74 años y la verdad me hizo emocionar tanto de lagrimear cada momento qué transcurría el artículo. Abrazos de corazón por describir un jugador tan humilde cómo Fede.