La semana trágica del Madrid de Ancelotti, justo cuando todo parecía suspendido en un estado de irrealidad eufórica parecido a la embriaguez, ha puesto en evidencia la que quizá es la principal falla de la planificación deportiva de esta temporada: la ausencia de un cuarto central. El primer mes largo de competición ha subrayado, como si fuera un gigante cuadro DAFO, las fortalezas y las debilidades de la plantilla que el viejo zorro italiano tiene entre manos: mucha y bienhallada frescura juvenil, una consabida dosis de competitividad, versatilidad en algunos puestos de referencia, alegría ofensiva y, por contra, carencia crónica de recursos en la punta del ataque, en los laterales y en el centro de la defensa que empaña el renovado caudal atacante del equipo. Se marcan más goles y, lo que es más interesante, cuesta menos marcarlos que el año pasado. Pero se reciben muchos, muchos más. Y también, mucho más fácilmente. De lo que resulta que hay algunos tipos que tienen que jugar hasta durmiendo, caso de Militao, Alaba, Casemiro, Modric y Benzema, y que la cosa está cogida, hablando en corto y por derecho, con pinzas.
La semana trágica del Madrid de Ancelotti ha puesto en evidencia la que quizá es la principal falla de la planificación deportiva de esta temporada: la ausencia de un cuarto central
Ancelotti, que no es el más italiano de los entrenadores, entendiendo por italiano aquella antigualla del cerrojazo y lo amarrategui, prometió largueza. Y su equipo la da desde el primer día. Pero su Madrid, de tan liberal, deviene en manirroto: entronca con ese estado espiritual tradicional, donde el madridista disfruta y se reconoce, de la anarquía prolífica, que tiene como consecuencia, además de goleadas de buen ver como la del día del Mallorca, un desorden natural del que Sheriff y Español, por ejemplo, se han aprovechado con fruición.
«La magia, en el fútbol, es una fábula que convendría prohibir», dijo una vez Arrigo Sacchi cuando era el oscuro entrenador del Rímini. Su discípulo más exitoso, Ancelotti, ha hecho fortuna, sin embargo, como entrenador lleno de imaginación, flexible, práctico y muñidor de equipos felices de atacar a través de múltiples caminos, viejos y nuevos. En ese sentido, Carlo está en el equipo perfecto, pues en el Madrid la tradición manda cargar la bayoneta y tirarse de cabeza sobre la trinchera enemiga, aunque no se tenga ni casco, ni bayoneta, ni balas, ni brazos, ni piernas. Ocurre que ha heredado un equipo al que Zidane exprimió lippiescamente su limitado jugo a lo largo de las dos temporadas (las últimas) más extrañas del fútbol reciente. Un equipo cosido puntada a puntada desde la defensa por un entrenador que ya comprendió, incluso cuando tenía entre manos la mejor colección de futbolistas que han vestido juntos de blanco desde 1960, que por el fútbol pasarán gurús, épocas y corrientes artísticas, pero que lo inmutable seguirá siendo mantener la portería a cero el mayor tiempo posible.
Ancelotti ha hecho fortuna como entrenador lleno de imaginación, flexible, práctico y muñidor de equipos felices de atacar a través de múltiples caminos, viejos y nuevos. Pero ocurre que ha heredado un equipo al que Zidane exprimió lippiescamente su limitado jugo a lo largo de las dos temporadas (las últimas) más extrañas del fútbol reciente
El agonismo zidanista era un punto de partida que reconocía la austeridad franciscana de sus recursos ofensivos: el Madrid necesitaba un milagro para generar ocasiones de gol, en el centro del campo tampoco estaba, digamos, sobrado, y en defensa los agujeros se multiplicaban con el ritmo de las lesiones. En general, la situación hospitalaria marcó el rumbo de la temporada, en todos los órdenes: se pueden hacer cosas cuando se te lesiona tu estrella, y se pueden intentar cosas cuando se te lesionan dos o tres de tus mejores jugadores, pero llegar a semifinales de la Copa de Europa y pelear una Liga videoarbitralmente adulterada hasta el último minuto entra en el terreno de la hechicería.
De la pareja de centrales con la que Zidane empezó la temporada en agosto de 2020, Ancelotti se encontró, un año después, con dos taquillas vacías. A Varane y a Ramos, que por encima de cualquier otra consideración meramente futbolera, eran dos columnas jónicas del Partenón, los han relevado del mando sus sustitutos, Militao y Nacho. Pero éstos, en cambio, sólo tienen, nominalmente, Vallejo por detrás, pues Carletto ya ha dejado claro un par de veces que, para él, Alaba será, siempre que sea posible, central.
Y esa es una de las cuestiones: con la carga de partidos del actual calendario, eso no está siendo todo lo posible que debiera. Como Marcelo está prejubilado y Mendy lleva tres meses catalépticos, el puesto de lateral izquierdo rota entre dos centrales reconvertidos y un chaval de 18 años. Los dos centrales son unos veteranos que no pueden permitirse un descanso y el chaval, un niño al que Carletto (sabe más el Diablo por viejo, etcétera) no parece querer quemar demasiado pronto. Por no hablar del lateral derecho, cubierto entre Lucas y el mismo Nacho por la baja de larga duración de Carvajal, a quien se le está quitando poquito a poco la cara de jugador apto para la alta competición con tantas recaídas.
Los dos centrales son unos veteranos que no pueden permitirse un descanso y el chaval, un niño al que Carletto (sabe más el Diablo por viejo, etcétera) no parece querer quemar demasiado pronto. Por no hablar del lateral derecho, cubierto entre Lucas y el mismo Nacho por la baja de larga duración de Carvajal
¿De quién es la culpa? A priori, el que menos tiene es el entrenador, que hace lo que puede con lo que le han dado. El Madrid lleva un lustro ahorrando como una hormiguita con dos objetivos fundamentales: hacerse un Bernabéu nuevo y fichar a Mbappé. Por medio ha venido la pandemia para apretar todavía más la caja de caudales. Zidane se llevó de eso la peor parte, y el francés aprovechó para dar varios saltos de calidad como técnico en la élite, administrando como una ama de casa de la postguerra el reducido arsenal que Florentino le puso en las manos tras el experimento Lopetegui. Ancelotti ya se vio en una parecida al final de su etapa milanista, cuando tuvo que exprimir a un equipo con el que había jugado tres finales de la Copa de Europa y que estaba ya en las últimas, también financieramente.
Pero la cuestión del cuarto central alude a un problema recurrente en la concepción deportiva tradicional del Madrid moderno. Por lo que fuera, a Ramos se le ofreció un contrato que caducaba, como los yogures. En lugar de peinar el mercado en busca de un defensa feo, fuerte y formal, se decidió tirar para adelante con una media reforzada, una delantera rejuvenecida por el «plan Vinícius» y una zaga raída en cuya nómina figuran tres futbolistas que directamente no cuentan para nada: Vallejo, Marcelo y Odriozola. Para Florentino casi nunca han contado jugadores que podríamos llamar pequeñoburgueses de la pelota: esa clase media que brilla en equipos como el Villarreal (nivel Champions, ojo) pero que carece de lustre en el nombre. Sólo se han contado dos excepciones a esta norma tácita que rige los destinos de la dirección deportiva madridista: Mourinho y Zidane, los dos entrenadores con una relación personal especial con el presidente. Ellos lograron convencerle de la necesidad de unos Altintop, Essien, Carvalho, Jovic o Mendy en la plantilla, tipos grises que habitan la tangente del universo platónico en que el presidente Pérez concibe el fútbol, cosmovisión que sólo contempla la existencia de supernovas y de excelsos hijos de la casa cuyas carreras son modelo de virtud cívica para la nación madridista.
La cuestión del cuarto central alude a un problema recurrente en la concepción deportiva tradicional del Madrid moderno
Esto tiene consecuencias directas en el día a día del equipo. Es como lo del puesto del 9, donde explícitamente se renuncia a la posibilidad remota de un Van Nistelrooy en el crepúsculo de su carrera o a la de un 9 de fortuna que venga del Betis, del Español o del Mallorca: se trajo a Jovic porque lo pidió Zidane y porque deslumbró en el escaparate alemán justo cuando aterrizaba allí Haaland. En el equipo, ahora, hay veteranos agotados y naturalmente con la cabeza como un bombo de tanto jugar aquí, allá y acullá. Alaba, que es un extraordinario jugador, carece de la contundencia defensiva de un Ramos y de la disciplina superior de un Varane: en ese sentido, es el perfecto defensor ancelottiano, blando y ligero de cascos en el repliegue pero imaginativo, incisivo y profundo en la erosión del área contraria. Al fichaje de Alaba debió completarlo, seguramente, el de un tipo de perfil más sólido, conocedor de la Liga, hecho a sufrir y a la brega, pues a fin de cuentas Alaba ha hecho toda su carrera en el Bayern, dominador psicológico de la Bundesliga y sólo ocasionalmente obligado a sufrir defensivamente en Europa. Lo cierto es que la cera que arde es la que hay y que, del mismo modo que tres victorias brillantes no podían aturdir en la exaltación, tampoco dos derrotas seguidas pueden sumirlo todo en la nebulosa de la histeria. Al fin y al cabo Ancelotti es, como lo describió Enric González, el hombre más paciente del mundo. Me gusta imaginar que, confrontado a la pregunta de si será capaz de sobrevivir encima de la trituradora de entrenadores florentinista, se encogería de hombros y diría, como Orson Welles en El tercer hombre, que los suizos tuvieron 500 años de paz y tranquilidad, y sin embargo sólo fueron capaces de producir el reloj de cuco.
Fotografías Imago.
Excelente análisis. Como he comentado en otras entradas, no hay más cera de la que arde. El mismo equipo (más viejo) que el año pasado, con dos incorporaciones buenas pero que no dan un salto de calidad, más la pérdida de la gran pareja de centrales de los últimos tiempos. No hay nada que hacer, teniendo además en contra el arbitraje en España (enhorabuena al Patético) y en Europa, donde hay además equipos infinitamente mejores. Otra temporada en blanco.
El que no se conforma es porque no quiere.
Soy optimista con el equipo. Hay mimbres para construir un medio campo alternativo a CKM, y Benzema, Vinicius, Hazard y Rodrygo están entre los mejores de Europa. Atrás flojeamos si hay lesionados, pero es de esperar que la situación mejore. De cara a la próxima temporada sí habrá que reforzar el centro de la defensa y el lateral derecho, no es necesario tirar la casa por la ventana. Doy por hecho que Haland y Mbapé llegarán en junio. Incluso las declaraciones de Kylian las interpreto como un intento de venir a partir de enero, que es cuando se cuecen los títulos. En la liga todos los rivales directos al títulos están flojos y en Europa, salvo el Bayern, también. Queda mucha tela que cortar....