El clásico que decide la Liga

Este sábado hay clásico. Juegan en el Di Stéfano, por primera vez en la historia, el Real Madrid y el FC Barcelona, cuestión que no es baladí y menos cuando estamos ante un partido que, en mi opinión, es el que va a decidir la Liga.

Cuando termine el partido, quedarán ocho jornadas para el final de la competición. Son 24 puntos en liza. Muchos, sin duda, y más en un torneo tan extraño como está siendo esta Liga 2020/21, marcada, sobre todo, por las gradas vacías y también, cómo no, por el Coronavirus, cuya incidencia en las plantillas unida a la legión de lesiones que asola a muchos equipos es capital, especialmente en el Real Madrid, empeñado este año en lograr un récord negativo que tardará décadas en batirse a poco que las cosas sean medio normales durante los próximos años.

Con tantos puntos aún por sumar en el casillero, ¿por qué pienso que este clásico es decisivo para el devenir de la competición? Porque creo que el fútbol es un deporte de dinámicas. Es cierto que suelen ganar los buenos, como en todos los deportes. Si juegas bien al fútbol, tienes muchas opciones de ganar. Es algo de Perogrullo, aunque suele funcionar. Pero dicho esto, no tengo duda alguna de que este deporte es un juego en el que las dinámicas, las tendencias, las olas o como lo queramos denominar tienen una influencia decisiva.

Real Madrid y Barcelona vienen en dinámica positiva de juego y de resultados. El Barça incluso suma a esas dos tendencias la de la dinámica arbitral, que también cuenta y mucho en el fútbol y le convierte en un rival absolutamente temible. El Atlético de Madrid, en cambio, está cuesta abajo y sin freno.

El conjunto de Simeone cerró una primera vuelta de Liga completamente histórica. Sumó 50 puntos, tenía un delantero en racha, los árbitros le miraban con ojos de campeón y, además, por si todo eso fuera poco, contaba con un portero como Oblak. Un arquero de los que marcan diferencias y ganan títulos.

De repente, todo eso ha cambiado. Donde el viento soplaba a favor, ahora hay un vendaval en contra. Donde antes no entraba ni el aire, ahora caen los goles con precisión suiza y donde antes los árbitros veían un campeón, ahora ven un aspirante que va perdiendo fuelle partido tras partido. Se puede decir, que el canto del cisne del Atleti fue el clamoroso penalti que Hernández Hernández no quiso ver y el posterior gol sobre la bocina de Benzema en el derbi del Wanda de hace unas semas. Ahí, la cuesta abajo empezó a ser un terraplén sin freno al que no se le ve el final.

Por el contrario, el Madrid camina con paso firme en una de las temporadas más duras y complicadas que se le recuerdan. Su historial de lesiones y contratiempos es aterrador y, como diría Butragueño (al que últimamente cito mucho), “no estamos teniendo suerte con los árbitros” si se puede llamar no tener suerte a que no señalen un penalti exactamente desde el día que Ronald Koeman decidió llorar en la sala de prensa del Camp Nou porque a su equipo le empezaban a pitar las cosas que antes era una utopía que le pitarán. En ese momento, comenzó un calvario arbitral que dura hasta el día de hoy. Tiene mérito haber llegado vivo a este clásico en el que, repito, se decide la Liga.

Klopp aseguró en la previa del partido de Champions League que el Di Stéfano era un campo de entrenamiento. Así es. No mentía. El Di Stéfano es un campo de entrenamiento, el campo de entrenamiento donde hoy se juegan la Liga Madrid y Barça. Nuestro campo de entrenamiento. De aquí saldrá el campeón.

Fotografías: Imago.