Siguiendo la estela marcada por Pablo Rivas, Hank nos ofrece un nuevo ejercicio futbolístico-cinematográfico en el que se establecen paralelismos entre películas y clubes.
Buenos días, galernautas. Para este nuevo episodio de cine y clubes, hemos decidido tirar de un director que acostumbra a no dejar indiferente a prácticamente nadie con sus películas: Christopher Nolan. Director británico que se ha ganado un nombre a base de realizar películas que no sólo suelen dar un gran rendimiento económico sino que en muchos casos crea la necesidad de revisionarlas para captar todos los matices.
The dark knight rises – FC Barcelona
“Si mencionas al diablo… se te puede aparecer”.
No es casualidad que haya elegido esta película para representar al FC Barcelona, pues no en vano es mi película menos preferida del director británico. Vamos, que es la peor que ha hecho, en mi opinión (y con muchos cuerpos de diferencia sobre la siguiente, además). Mas no ocupa el lugar que ahora contemplan ustedes por mis preferencias cinematográficas, sino por cómo el villano de la película, Bane, interpretado por el gran Tom Hardy, es capaz de manipular el relato a su antojo y convencer a la población criminal de Gotham de que su discurso apocalíptico es la mejor solución a sus problemas. Así es, queridos galernautas, los mismos criminales que en la anterior e infinitamente superior película de la saga (The dark knight) decidían no seguirle el macabro juego al maníaco y esquizofrénico Joker, caracterizado por un inmenso Heath Ledger (que Dios lo tenga en su gloria) en aquella fantástica y tensa escena de los barcos que nos demostró que incluso en la peor calaña de Gotham aún residían la esperanza y un último resquicio de humanidad, en esta ocasión deciden atender a la demente verborrea de Bane y llegar a la conclusión de que es una idea fantástica volar por los aires la ciudad en la que habitan (con ellos dentro, esta parte es la mejor de todas) en la que probablemente es la mayor y más doliente patada que han asestado los hermanos Nolan a un guion. Pero así fue.
El mismo tortazo se ha llevado el pobre Barcelona en Champions que el que se pegó en su día The dark knight rises en los premios de la industria
Bane les vendió la anarquía y destrucción de su ciudad y sociedad y los criminales se lanzaron de cabeza a abrazar semejantes ideales de la misma manera que los culés, que al parecer no habían tenido suficiente con su anterior villano y presidente, Bartomeu, se arrojaron a los brazos de las palancas que elocuentemente su flamante nuevo presidente, Joan Laporta, les vendía como si de la panacea se tratase. A Bane le bastó con una carta (confesión) escrita por el comisario Gordon (aunque la podría haber escrito cualquiera, tal y como la presenta el villano) para volver a la gente a su causa, mientras que Joan no tiró de carta sino de pancarta para convencer al público blaugrana de que su candidatura era la mejor de todas. Pancarta, abrazo a un maniquí inerte y palancas.
Podrían haber sido estas últimas quizá no la panacea, pero sí alguna especie de cura, o al menos un tratamiento paliativo, para la economía del FC Barcelona, si por lo menos se hubiesen destinado esos ingresos al alivio de sus deudas, pero el particular Joker de los culés, Joan, convenció a sus adeptos más acérrimos, sin esfuerzo aparente, de que la mejor manera de acabar con sus deudas era gastando más aún en fichajes y agrandando esa deuda mientras el aficionado culé medio asentía desnortado y aplaudía hasta que le doliesen las manos. La base del argumento era que fichando mejores jugadores llegarían más ingresos tanto por lo que generan estos jugadores como por lo que se ingresaría por ganar más títulos. Algo así como aquello que comentó nuestro expresidente Mariano Rajoy de que “cuanto peor, mejor para todos…” pero explicado de una forma más bonita y con muchos más fuegos artificiales. En fin, el mismo tortazo se ha llevado el pobre Barcelona en Champions que el que se pegó en su día The dark knight rises en los premios de la industria…
Atlético de Madrid – Interstellar
“La ley de Murphy no significa que vaya a pasar algo malo, sino que si algo puede pasar, pasará”.
Nota del autor: Podría centrar la correlación en los eternos descuentos vividos en el Metropolitano, esos que duran tanto como un segundo en el planeta de agua que visitan Cooper y el resto de protagonistas (ya saben, una hora en ese planeta equivalen a siete años en el nuestro), pero resulta una comparativa tan evidente que he preferido buscar otros aspectos.
Interstellar es una película ciertamente fascinante. Es un film que suele dividir al espectador, al que, si le llega al corazón, la convierte automáticamente en una de sus películas favoritas. Si, por el contrario, no le toca la patata de la forma adecuada, le acabará pareciendo una película fallida. Con buenas intenciones, sí, pero fallida. Y es que Interstellar fue el gran intento de Christopher Nolan de llegar a la luna. De colocar su bandera en el Everest para posteriormente contemplar el horizonte satisfecho y extender las manos mientras tocaba las nubes y el cielo con sus dedos. De la misma manera que le ocurre actualmente al Atleti con Simeone, si en algo falló el director londinense fue en la comunicación. En su discurso.
Porque Interstellar, como el Atleti, parecía que lo tenía absolutamente todo para triunfar: un director tan aclamado y reconocido mundialmente como el Cholo en el mundo del fútbol y un reparto tan estelar como extenso que parecía irrepetible. Algunos lectores no lo recordarán, pero hasta hace no mucho venía imperando por la prensa la irrefutable verdad de que el Atlético tenía la mejor plantilla de la liga española. En Interstellar, en cambio, sí que estaba un Matthew McConaughey que entre 2012 y 2014 venía en modo “mejor actor del mundo”, ese estatus que también han tenido otros actores como Kevin Spacey (1995-1999), Russell Crowe (1999-2001) o Daniel Day-Lewis cada vez que le da por levantarse del sofá y abandonar su retiro temporal. Pero ni siquiera tener al mejor salva a uno cuando la narrativa falla.
Cuando uno fuerza tanto algo, acaba resultando difícil que sea creíble y eso es lo que les acabó pasando y pesando tanto a Nolan en Interstellar como al Cholo Simeone
Se suele echar en cara a Nolan esa tendencia a sobreexplicar sus películas, pero en esta en concreto, su gran error fue tratar de abarcar más allá de donde debía con demasiados personajes. Si la película se hubiera centrado a nivel emocional únicamente en la relación de Cooper con su hija Murph (el que debió ser el principal motor afectivo de la película) seguramente el resultado habría sido más satisfactorio y la unanimidad en torno a esta obra habría sido casi total, pero en lugar de eso, Nolan desvió el tiro en mitad del film hacia el personaje de Anne Hathaway, que también venía enrachada por aquella época, pero que ni siquiera en ese estado pudo sostener ese discurso cholista por lo fallido que defendía al amor como una ciencia tan inequívoca y exacta como las leyes de la física.
Ver a Hathaway perdida en dicha tesitura, soltando más que interpretando aquellos diálogos que ni ella misma parecía creerse, fue tan triste como contemplar al pobre Joao Félix en el Civitas desperdiciando su inmenso talento ofensivo, desorientado en medio de ese laberíntico y defensivo entramado táctico que promueve Diego Simeone. Caso similar al de Jessica Chastain, a la que le sobra talento pero le faltaron escenas para terminar de romper la película como apuntaba en los vídeos que le manda a su padre durante su larga odisea. Un poco como lo que le ha sucedido a Simeone con Marcos Llorente, que venía de dar un rendimiento sobresaliente como centrocampista llegador/segundo delantero, pero al que ha acabado por desperdiciar a base de colocarlo de lateral o carrilero. Al final, cuando uno fuerza tanto algo, acaba resultando difícil que sea creíble y eso es lo que les acabó pasando y pesando tanto al director inglés como al entrenador argentino.
Memento – Real Madrid
“No me acuerdo de olvidarte”.
Llegamos a la que quizás es la película más redonda de Chris, no en su forma, pues esa sería Tenet, sino en sus intenciones y resultado final. Sin embargo, lo que llama a hermanar a esta señora película con el club vikingo no es otra cosa que su premisa: un hombre que, desde que sufrió un ataque tras el cuál falleció su mujer, quedó incapacitado para generar nuevos recuerdos. De manera que cada poco tiempo, su cerebro sufre un reinicio y no recuerda nada más posterior a lo que sucedió aquella fatídica noche. Así a bote pronto puede sonar incoherente que esta circunstancia pueda ser relacionada de alguna manera con el Real Madrid, pero resulta tremendamente curioso comprobar cómo este trastorno que sufre el personaje le permite no alejarse en ningún momento de su objetivo vital: vengarse del asesino de su mujer sin dejar de buscarlo hasta encontrarlo.
En primer lugar, esa falta de memoria a corto plazo se asemeja al club al que no apoyamos sino vivimos desde el momento en el que acabamos de levantar una orejona y tanto a aficionados como a jugadores sólo nos sale no regodearnos en lo conseguido sino imaginar cómo será levantar la siguiente. Puedo aseverar, sin temor alguno a equivocarme, que la mayoría de los madridistas tenemos grabado a fuego ese momento en el que, recién sacada una Champions del horno, Carvajal y Nacho, como si fueran Merry y Pippin jugando con los cohetes de Gandalf en El señor de los anillos, se comentan el uno al otro que muy bonita y bien ganada esta copa, sí, pero que hay que ir ya a por otra.
Esta incapacidad para recordar tanto lo bueno como la malo es una característica que comparten club y afición como si de un solo ente se trataran
Esta incapacidad para recordar tanto lo bueno como la malo es una característica que comparten club y afición como si de un solo ente se trataran. No en vano se ha visto en el Bernabéu pitar a auténticas leyendas como Cristiano o Zidane porque un día o dos no le salían bien las cosas. En cuanto al club, esa pérdida de memoria a corto plazo ha impedido que las malas sensaciones enraizasen en el grupo cuando se estaba realizando una mala temporada y es la que ha llevado al Real Madrid a imponerse en Europa cuando la liga estaba ya prácticamente perdida en diciembre o cuando se enfrentaba a rivales supuestamente superiores a los merengues por sensaciones o rendimiento actual. Las consecuciones de las séptima, octava, undécima o decimotercera no hacen más que fortalecer esta tesis.
Porque el Madrid, como Lenny en Memento, no permite que la memoria le distraiga de su objetivo. Cada año, sin importar lo que haya sucedido el anterior, se fija la Champions entre ceja y ceja y no la pierde de vista ni por un segundo durante la temporada. Y al Madrid, como a Lenny en Memento, el buenismo y la inocencia le hacen ser un continuo blanco para que personajes de moral reprobable se aprovechen de ellos. Si en la película de Nolan son personajes con intereses cruzados los que se aprovechan del trastorno y las buenas intenciones de Leonard, en España no son pocos los buitres que gorronean alrededor del club blanco, sacando tajada de la desventaja competitiva en la que parte el mismo en forma de arbitrajes y campañas de desprestigio orquestadas por la prensa. No hay más que ver el caso Vinicius, sin ir más lejos, puesto en el ojo del huracán tanto por los medios deportivos, como por los colegiados y rivales. La falta de respuesta, benevolencia o inacción de Lenny y el Madrid ante estos desafueros a menudo suelen ser confundidas con cobardía o debilidad y tienden a ser motivo de subestimación, pero nada más lejos de la realidad. Pocas cosas hay tan peligrosas en este mundo como alguien que tiene absolutamente claro lo que quiere conseguir sin importar lo que cueste. Y el Real Madrid no se cansa de demostrarlo año tras año.
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