Regreso al Cherengueti: la conquista de Ramón

Ayer volví al Cherengueti en viaje de urgencia. Un acontecimiento singular prometía conmocionar a la sabana, si es que vamos a suponer que una sabana como esta puede conmocionarse. Por primera vez un hombre convivía en la comunidad liderada con mano firme por el doctor Buddy Rydell.

Ramón Álvarez de Mon, acaso como Dian Fossey en las montañas Virunga, se presentó anoche en el Cherengueti para poner patas arriba su ecosistema mental. No puedo darles detalles exactos desde la distancia de observación de mi promontorio, pero cuentan las tribus cercanas que jamás se oyó un rugir y un barritar y un chillar íntimo culé semejante desde que existe memoria.

A pesar de que no se oía nada tuve que taparme los oídos. Fue como una reverberación auditiva. La voz de Ramón sonaba (debía de sonar), mientras la fauna cherengui asentía y explotaba por dentro tratando de no mostrar su despedazamiento.

Pero fue inútil. Las imágenes eran sobrecogedoras. Lo único que pude escuchar fue cuando Ramón comenzó diciendo: “Si Messi no ha renovado hoy, yo veo casi imposible que vaya a fichar e inscribirse por parte del Barcelona”. El doctor Rydell dijo: “¿Cómorl?”, estirando el cuello como un perrito de las praderas, mientras una nube narcótica de estupefacción ensombrecía a los cherenguis.

Poco más pude colegir. Entre la reverberación insonora pero ensordecedora, Ramón continuó: “Sí, sí. Tal cual. Yo lo veo imposible. ¿Por qué? Imagínate que la Liga traga con que el primer año el salario de Messi son cien millones. ¿Qué tendría que generar el Barsa para poder inscribir ese contrato de Messi? Porque es un nuevo fichaje desde el 1 de julio... 400 millones de euros entre plusvalías por ventas de jugadores y ahorro de salarios de esos jugadores...”.

Ya no pude oír más. Casi me desvanezco por la presión del aire. Tuve que quitarme el salacof y vaciar mi cantimplora sobre mi cabeza para recuperar el sentido. Los cherenguis estaban todos del revés. Creí que era un efecto provocado por el vahído. Pero no. Estaban todos del revés. Me acomodé a la nueva realidad como pude, tratando de sobrellevar la insoportable tensión ambiental.

La voz de Ramón sonaba (debía de sonar), mientras la fauna cherengui asentía y explotaba por dentro tratando de no mostrar su despedazamiento

Nikita fruncía el ceño sin parar mientras balbuceaba vocablos ininteligibles y soltaba chorradas mastodónticas, fruto de la calima informativa repentina. Karma, su dueña y sacerdotisa suprema cherengui, se deshacía a ojos de todos, como si su juventud azulgrana, messiánica, le hubiese abandonado, como si el hechizo de su belleza eterna lo hubiera roto Ramón con tabúes palabras.

El asentimiento era la tónica. Una tónica psicotrópica, tal era el efecto de las inyecciones de rigor de Ramón, que producían reacciones nunca antes vistas en esta tierra. El fruncido de ceño de Nikita continuaba, esta vez de un modo lisérgico. El llanto amenazaba su rostro y no pude evitar que se me inundaran los ojos de lágrimas.

Pero cuando apareció Wolfie me desmoroné. Wolfie no podía soportar aquel chorro a pesar de jurar que hablaba con toda su capacidad de entendimiento. Lo de Ramón era la centrifugadora que desteñía todos sus anhelos y creencias basadas en la parapsicología y el espantajo. Wolfie apareciendo ante el mundo desnudo fue desgarrador. Era Marco, sin el mono Amedio, de mayor y habiendo vuelto a perder a su mamá a beneficio del Nuevo Mundo, allá en ultramar.

Richelieu asentía también, pero como quien ya lo sabía todo. Richelieu siempre fue un intrigante y actuaba como si supiera todos los movimientos del rey Ramón. El doctor Buddy Rydell trataba de sobreponerse a la tormenta y reordenar el Cherengueti soliviantado por la severidad ramoniana, pero ya fue imposible.

Yo estaba sin aliento contemplando aquella polvareda inusitada. Parecía darse un eclipse nunca antes visto en el único lugar del mundo donde el eclipse es un fenómeno natural corriente. Había algo parecido a una llorera invisible flotando en el ambiente que me acongojaba y me entristecía.

Mientras Ramón se elevaba sobre las acacias gracias a la propulsión de sus verdades poderosas, el doctor Rydell quiso dar el último golpe de efecto dando paso al siempre culminante Calzaslargas, quien vino a decir, como quien trae aceitunas después de un banquete, que Laporta le había dicho que los hijos de Messi habían renovado la matrícula en su colegio.

El revoloteo cercano e imprevisto de una bandada de grullas me sorprendió. Miré al cielo y las vi alejarse en el cielo enrarecido, y sentí como si la desesperanza hubiera caído de pronto sin remedio sobre la fértil tierra cherengui.

Fotografías Imago.