El capítulo octavo

Recibí muchas y muy buenas críticas tras describir La Liga en ocho capítulos hace dos semanas (os lo agradezco sinceramente, lectores y seguidores de Twitter). Sin embargo, lo releí ayer para preparar el final de esta larga serie y advertí que el artículo tiene un error mayúsculo de base: las series a las que yo me refería, aquellas que utilizaba como ejemplos de mi teoría sobre un campeonato guionizado y planificado de antemano, eran norteamericanas, la cuna de la producción con altos presupuestos y excelente factura técnica, mientras que La Liga de Tebas tiene la calidad de los peores culebrones venezolanos.

Aquellos infumables seriales que arrasaron en España a principios de los noventa tenían una dirección de actores lamentable, una iluminación penosa, encuadres que eran un insulto al espectador y, sobre todo, unos guiones peores que un cólico. Los personajes tenían una sola cara: los buenos eran buenos y puros, mientras que los malos eran tipos malvados sin sentimientos a los que había que masacrar. Así ha sido esta Liga de principio a fin. No recuerdo una cosa igual en mi vida, no ha habido descanso de Tebas, el Comité Técnico de Árbitros, los “tiralíneas” del VAR y el montador de Mediapro ni una sola jornada en todo el campeonato. Han debido de estar más estresados que nosotros, los madridistas, que hemos vivido una temporada convulsa entre las lesiones, las salidas en diciembre y los desmanes arbitrales.

El cliffhanger con el que acabó el capítulo 7 resultó clarificador y el Real Madrid-Sevilla fue un cúmulo de despropósitos tal que ni en Betty, la fea. El espectador tenía tan claro que Betty se iba a casar con quien-coño-fuera como que no iban a dejar que el Madrid alcanzara el liderato ni un solo segundo:

En los culebrones vale todo y la suspensión de la incredulidad del espectador supera hasta la que hace falta para ver la película más fantasiosa de Michael Bay. Se supo que el Barça se había saltado los protocolos de La Liga con una reunión de más de cincuenta personas en casa de Leo Messi, pero no se hizo nada al respecto. No en vano, nos han hecho creer en este culebrón que ni uno solo de los jugadores de la plantilla en activo ha pillado la Covid en toda la temporada. Tan solo Sergi Roberto durante la recuperación de una lesión, mientras que el resto de equipos ha tenido entre 6 y 12 casos. Sería un caso digno de estudio, si no fuera porque aquí no se investiga ni estudia nada.

En esas llegó la jornada 36, la última antes del horario unificado y ya se vieron claras las intenciones: el Barça contaría con dos días más que el Real Madrid, y el Atleti uno, para enfrentarse al tramo final del campeonato. Los palmeros habituales llevaban semanas anunciando el liderato de un Barça que siempre fue el preferido del sistema, no lo olvidemos nunca:

En aquella ocasión fue el Granada el que les privó de la alegría, pero ahora ya sí tocaba, en el campo del Levante y 24 horas antes que el Atleti, para que se sintieran presionados:

Con el 0-2 al descanso algunos respiraron confiados, pero ocurrió lo inesperado y el Levante empató. Había que volver a meter un nuevo efecto de guion y al Barça le dieron por válido un tercer gol que no tenía que haber subido nunca al marcador. En los culebrones venezolanos a veces se les caía un micrófono o un foco en el plató, y se escuchaba perfectamente un golpe fuera de cámara, pese a lo cual seguían rodando. “Sigan, sigan”. Pues aquí lo mismo. En estos partidos sin público se oye todo, y se escucharon claramente dos cosas: el golpe de los tacos de Griezmann sobre el tobillo de Miramón y el posterior grito de dolor del defensa levantinista. Que ese gol subiera al marcador es un insulto más a la inteligencia del espectador, como el capítulo 1.538 de cualquier culebrón.

Pero ni con esas el Barça pudo derrotar al Levante, así que tocaba activar de nuevo el plan B, el Atleti, que se enfrentaba a la Real Sociedad. El equipo también conocido como Malakito ha batido esta temporada otro récord de más de cuatro décadas: no ha sufrido una sola expulsión en todo el campeonato. El codazo de Savic a Oyarzábal tampoco sería merecedor de roja:

Pero es que además era dentro del área, como la mano de Llorente que desvió un remate realista a portería. Supongo que esta vez una mano separada del cuerpo, ampliando el espacio corporal y cortando un remate a puerta sería…. no sé, posición natural involuntaria, vaya usted a saber, que yo no entiendo estos guiones.

En esta ocasión tuvieron que entrar en juego los artistas de los encuadres, puesto que no hubo manera de ver tomas buenas de la jugada hasta dos días después. El partido acabó 2-1 y el director de esta pantomima podía dormir tranquilo. Al día siguiente tocaba cacería al Real Madrid y a fe que los jugadores del Granada se emplearon con fuerza a la tarea. Como en los peores seriales, la violencia está permitida si es para cebarse con el maligno. Que el Real Madrid acabara aquel partido con el mismo número de tarjetas que los jugadores del Granada es otra de esas bromas del CTA que convierte este espectáculo en inverosímil:

Pensábamos que no era posible rebajar el nivel de degradación moral de este campeonato, pero sí lo era, como demostró Isaac Fouto. Gracias a El Radio de Richard Dees pude escuchar a Fouto defender la memez de que el hecho de que Gil Manzano no expulsara a ningún jugador del Granada era una muestra de su personalidad, señal de que no se dejaba amedrentar por las presiones. Lo que nos toca escuchar.

Se justifican las agresiones, las barbacoas de cincuenta personas en plena pandemia, ¿qué será lo siguiente? Pues la mano que evade y no invade, o la pausa de hidratación sin agua. Jornada 37. Todo es un esperpento mayúsculo, pero no de Valle-Inclán, sino de Topacio, Rubí y La dama de rosa trajinando en una orgía desenfrenada. Al Cholo le permiten hacer tiempos muertos saltándose el Reglamento, y al Real Madrid le tangan dos nuevos penaltis en San Mamés. Las explicaciones falaces de Fouto (perdonen la redundancia) se caen por su propio peso, por la evidencia de las imágenes:

Pese a los dos nuevos errores, pese al descanso inferior a 72 horas, el Real Madrid consigue ganar en San Mamés con un gol que fue revisado los dos minutos de rigor habituales cada vez que los blancos anotan un gol. Enseguida aparecieron varias tomas, seguramente para buscar alguna en la que apareciera el más mínimo roce de Benzema con la bola para invalidarlo. Lo que daríamos los aficionados por que las conversaciones entre los árbitros de VAR y el de campo se emitieran en directo, como se hace en la Premier o en el rugby, lo que nos íbamos a “reír” con sus explicaciones inverosímiles sobre por qué los mismos árbitros señala unas como penalti y otra no.

El primer año de los culebrones en España fue el de Cristal y creo que todos los que se lo tragaron sabían desde el primer día el desenlace de la temporada. En La Liga no se sale con la suya el tal Luis Alfredo (pronúnciese “luijalfreo”), pero sí otros actores con nombres de culebrón: Diego Pablo, Luis Alberto (Suárez) o Ángel Martín (Correa).

Pese a que todo estaba escrito, millones de telespectadores se congregaron frente al televisor para ver aquel desenlace. Se le puso algo de emoción con los goles del Valladolid y el Villarreal, pero por si había alguna posibilidad de que “el malo” se saliera con la suya, se encargaron rápidamente de disiparla: la mano de Parejo ni se revisó y el gol de Benzema fue analizado por De Burgos Bengoetxea con unas líneas tiradas por el peor operador de cámara posible. En una Liga que presume de ser “la mejor del mundo” es indigno que nos ofrezcan imágenes como la de ayer, en la que el balón, al igual que en el gol de Mariano ante el Getafe, ya ha salido de la bota de Casemiro:

El frame seleccionado delata las intenciones del montador de esta comedia bufa. Es imposible luchar contra tantos factores externos. El partido de ayer frente al Villarreal fue una metáfora perfecta de toda la temporada: el equipo jugó mal, pero sacó adelante el partido pese a ser vilmente masacrado en el campo y en la sala VOR. Hubo medio minuto final con algo de emoción, pero algunos vimos el descuento del Valladolid-Atlético de Madrid, en el que el balón apenas estuvo en juego, y el otro “actor secundario” de este capítulo final, Sánchez Martinez, pitó antes de tiempo, cuando todavía quedaban algunos segundos. Por si acaso…

Habrá quien diga que hubo otro culebrón titulado Los ricos también lloran y querrá hacer un paralelismo o una gracieta con el Real Madrid, pero a esos les responderé que ni la situación económica del Madrid es boyante en estos momentos, ni mucho menos ha llorado alguien en el club. Nada, el silencio más absoluto. Algo incomprensible. Y no se trata de llorar, sino de solicitar, demandar, exigir un trato justo. Equitativo. Nada más. Que disfruten el campeonato los atléticos, tanto al menos como Tebas, el CTA, Roures, los culés, Isaac Fouto y tantos y tantos “ciudadanos periodistas” vendidos a la causa que nos lo venderán como un triunfo de la épica.

Fotografías Imago.

Capítulos 1 a 7: La Liga en ocho capítulos.