Si algún día tuviera un hijo y quisiera que ese hijo supiera quién fue el Dios del Antiguo Testamento, lo llevaría al Bernabéu y le diría: mira y escucha. No lo llevaría a un partido de la Copa de Europa contra el Bayern o algún equipo inglés, ni a uno contra el Barcelona o el Atlético, nada de eso. Compraría un par de entradas para algún Madrid-Osasuna, por ejemplo. Y señalaría a los tendidos cuando algún joven jugador del Madrid se trastabillara una vez intentando gambetear ansiosamente por la banda. Y le diría a mi hijo: por eso vino Jesús al mundo, para traer el perdón y la indulgencia. Escucha.
El otro día una parte del Bernabéu decidió que estaba cansada de Vinicius. Por lo tanto, empezó a pitarle. El muchacho que sólo algunos meses antes había constituido la única esperanza, junto a Benzema, de un equipo decrépito en vías de desintegración, era de pronto señalado por el sanedrín del estadio. Los mismos sumos pontífices que pitaron una vez a Zidane, a Ronaldo, a Ramos, también a Marcelo, a Cristiano, y según cuentan los viejos, también a Di Stéfano (o sea, a las hebras del lienzo nuevo y eterno del Madrid) eligieron como diana esta vez a Vinicius: por otra parte, es una buena señal, no hay duda de que para terminar siendo una leyenda del Real primero te tiene que bautizar con fuego el Santiago Bernabéu. Benzema, ahora reverenciado por la grada, puede dar fe de eso. Más de una vez algunos de sus compañeros hubieron de dirigirse a la tribuna pidiendo apoyo para él, y por apoyo se debe entender no que ovacionaran su nombre, sino que dejaran de silbarle.
No sirve de nada recordar aquellas otras veces en las que con el Madrid perdiendo el sanedrín bernabeués aplaudió a las estrellas del contrario: Del Piero, Pirlo, Ronaldinho, por decir las más célebres ocasiones. Buena parte del público del Bernabéu siempre ha sido voluble y caprichoso como un adolescente. Soy de la opinión que, en lo de silbar a los propios, durante los 90 minutos, nada pero después, todo. Pero como dicen Marta y Ángel del Riego en La Biblia blanca, el Bernabéu también es el lugar adonde el madridista llega “para que se le haga caso”, para “mandar tanto como el presidente y saber más que el entrenador”. Ambos comparan el estadio con un anfiteatro romano y es verdad. “No es fácil entender esa sobreactuación del estadio. Se aplaude sin reservas a un rival, jugador dulce, estético y de la selección. Y se trata de forma ruin al mayor príncipe de los que están sobre el césped. El Bernabéu es condescendiente y cruel, vanidoso cuando no tiene otra cosa que hacer; aplaude sus propios aplausos y se mira de reojo en el espejo de la historia. Sólo se afina y se simplifica, se sincera y se convierte en un rugido, cuando las cosas van mal y el equipo lo necesita. El resto del tiempo, flota sobre el partido, atrabiliario a veces y desinteresado otras. Unas, mujer caprichosa, como dijo Ronaldo; otras, crítico de cine, despiadado y esnob”.
como dicen Marta y Ángel del Riego en La Biblia blanca, el Bernabéu también es el lugar adonde el madridista llega “para que se le haga caso”, para “mandar tanto como el presidente y saber más que el entrenador”
Sale en El País una información acerca de Vinicius y su estado anímico próximo a la ansiedad, precisamente por esto. El otro día después de que le pitaran, cargó por enésima vez por su lado izquierdo y poniendo toda su joven reputación en riesgo (estaba haciendo un mal partido) chutó desde muy lejos, apuntando a la escuadra. Si el balón hubiera terminado en la calle Padre Damián es fácil imaginar la reacción del Dios veterotestamentario del estadio, pero este chico tiene algo de torero, mucho, en realidad: clavó el chutazo en la escuadra del portero de Osasuna y rompió a llorar. Las lágrimas revelaron cierta presión, injustificada a todas luces, sobre todo si se recuerda como decía antes que este chaval se puso al Real Madrid tricampeón de Europa por montera en el Metropolitano, en el Camp Nou y en el Amsterdam Arena; es decir, en los únicos partidos grandes que el equipo pudo disputar la temporada pasada. El Bernabéu estaba siendo cruel y ruin con él.
Se puede argüir con cierta razón que en la lógica particular que rige el funcionamiento de este club esa despiadada falta de misericordia forja futbolistas sobrenaturales. Quizá esta sea la única manera de amoldar a unos hombres con talento pero hombres al fin y al cabo, a la grandeza olímpica de la institución. Se puede extender el símil al banquillo: el sillón de entrenador del Real es una trituradora de almas, por eso para entrenar al Madrid no vale cualquiera y da igual que la opinión pública te considere el mejor del mundo. En el Madrid no valen métodos ni escuelas de pensamiento y enseñanza platónicas o aristotélicas como en el Athletic de Bilbao, el Barcelona o el Ajax. En el Madrid el silencio del Bernabéu es la antesala del pito, es decir de la muerte, y uno puede oír cómo se escribe el destino del futbolista al que va dirigido ese pito. Puede oír cómo la pluma de la Historia rasga la página en blanco dictando su justicia, puede asistir a la tragedia de un hombre en directo, y en esto el fútbol se convierte en un viaje sensorial único al espectáculo del Coliseo de Roma. La Biblia blanca lo deja claro: “ese silencio es una prueba para el jugador porque sus errores, su técnica o su falta de clase, están desamparados ante ochenta y una mil personas que callan y escrutan hasta el más mínimo gesto: o se convierte en un jugador del Real Madrid, con el peso y la trascendencia que eso debe tener en cada gesto, en cada lance del juego, o el estadio se vuelve contra él y lo aplasta bajo el peso de la cháchara inmisericorde, de los pitos cuando sea cambiado o, lo que es peor, del aplauso condescendiente hacia el hijo bobo al que sabemos inválido para la vida”.
Ahora al sanedrín del Bernabéu se ha añadido, por la gracia del tiempo que vivimos, el sanedrín de Twitter. En la información de El País se recoge el testimonio de alguien “del entorno” de Vinicius que cuenta que el brasileño, como pasa mucho tiempo al cabo del día en Twitter e Instagram, ha visto afectada su autoestima, su confianza en sí mismo, por culpa de los memes que ridiculizan su nerviosismo y desacierto en boca de gol. “Su cabeza cambió un poco con eso”, se cita en El País. “La temporada pasada salía con éxito del 50% de los regates que intentaba; esta, solo del 37%, según datos de Opta. Sin embargo, estos meses no ha querido hablar mucho de este peso en el refugio familiar de su casa de La Moraleja. Allí le acompañan sus padres, sus hermanos y tres de sus mejores amigos, blindaje contra la nostalgia. También contra el decaimiento”.
Ahora al sanedrín del Bernabéu se ha añadido, por la gracia del tiempo que vivimos, el sanedrín de Twitter.
Esto le da otra magnitud a la relación entre el público y el futbolista, la mete de lleno y del todo en el siglo XXI. Ahora los pitos no se terminan cuando cambian al jugador o cuando termina el partido: en la era de las redes sociales el partido no termina nunca porque luego en Twitter se juega el tercer, el cuarto y el quinto tiempo; el partido se ha convertido en un bucle histérico alargado sin remisión hasta el siguiente encuentro, y así sucesivamente hasta el verano, que empieza la summeriana, otro tipo distinto de tortura psicológica. Por tanto, esto pone al jugador en el centro de una sala llena de espejos que van deformando su imagen y distorsionando la percepción que incluso él tiene de sí mismo, como le pasa a Vinicius. El futbolista se encuentra ante un panorama que roza la esquizofrenia y además desde muy pronto, sobre todo si acapara el foco en el Madrid recién salido como quien dice del cascarón. Lo mejor que exhibió Vinicius el año de su debut fue la insolencia, una fe en sus propias posibilidades por encima de lo razonable, cualidad que lo vincula exactamente con la característica histórica fundamental del futbolista del Madrid promedio. Siempre se ha dicho: la camiseta del Madrid agranda e incluso a Camacho un día se lo preguntaron, cuando jugaba, sorprendido su interlocutor por lo poca cosa que parecía en persona, a diferencia de lo enorme que aparecía vestido de blanco. Él lo dijo. Es por la camiseta. Vinicius no parecía ni siquiera darse cuenta de lo atropellado que era muchas veces su juego, de su escasa finura en la ejecución de la jugaba. Tampoco importaba demasiado, en realidad, porque él era una fuerza de la naturaleza que corría la banda izquierda de arriba hacia abajo como un huracán y desequilibrando, verbo apenas conjugado por el equipo en la nefanda temporada anterior.
El sanedrín del Bernabéu es como el Dios que le pidió a Abraham el sacrificio de su único hijo por el mero gusto de probar su lealtad. Uno se pregunta si esto es sano. Desde luego, no lo parece. Courtois, cuyo rendimiento en el año largo que lleva del portero del Madrid está muy lejos de la excepcionalidad de la que se presumía cuando se lo fichó, tuvo que ser retirado en el descanso contra el Brujas. Se dijo que tenía algo en el hombro. Luego, que empezó a vomitar. Incluso un periodista aseguró que había perdido un kilo a lo largo del día. ¡El Madrid como opresión física, como paleodieta forzosa! Hazard, que en el Chelsea, jugara mejor o peor, jugaba con chulería, con descaro altanero porque podía (es lo que pasa con el talento, que no suele ser humilde), le da ahora flojo a la pelota, como si tuviera miedo: dos de los mejores futbolistas del último Mundial se desdibujan en el césped del Bernabéu como si los estuviera pisando el gigante al que aludía Calamaro en la canción Estadio Azteca. El monstruo del Antiguo Testamento se hace golem, continuando con la referencia bíblica: personifica el miedo y el estupor del hincha. Se alimenta, a medias, de sus propias proyecciones personales sobre el equipo y su destino inmediato (lo que gráficamente se conoce como pajiplantilleo en verano, cuando la summeriana y los fichajes, y pajas de PC Fútbol durante el resto de la temporada, porque ahora das una patada en Twitter y te salen veinte analistas, de hecho, con Álvaro Benito, ya se perfila en el horizonte la posibilidad de que a no mucho tardar el Madrid tenga por fin un entrenador youtuber) y a medias, naturalmente, de ese engreimiento instalado en el subconsciente del aficionado. No sé si ocurrirá en otros países y quizá tenga que ver con la tradición taurina secular (uno va a los toros a gritarle al torero que se arrime, y a insultarlo si a su juicio no lo hace lo suficiente) pero todavía, incluso entre los jóvenes, es moneda común creer que al fútbol no se va a alentar al equipo de uno para que intenten ganar sino, por el contrario, a esperar, como gourmets del balompié, que los once cabrones de siempre nos ofrezcan platos de alta cocina.
¡Bien dicho! Lo veo de manera parecida. El aficionado gourmet con 3 estrellas michelín no tiene remedio. Señorio mal entendido y exigencia máxima, aderezados con toques de soberbia y retrogusto acomplejado. Los Segurolos, carroñas y castañas pueden estar contentos con su porquería de trabajo... nos tienen comidita la moral
Saludos y ¡ HALA MADRID JODEEER!
Siempre me he tomado toda clase de espectaculo para divertirme. Ya sea teatro, cine, circo, etc.Si lo que estoy viendo no me gusta, y esto lo he hecho mas de una vez en una sala de cine, me levanto y me voy. Tal vez es que soy demadiado visceral, pero es lo que hay.
En los espectaculos deportivos, ya sea futbol o baloncesto, voy a disfrutar, si mi equipo pierde y ha juega mal, procuro animar, pero lo que JAMAS hare, sera pitar a mis jugadores, y encima pensar que lo hago por su bien.
Por eso a mi una buena parte del Bernabeu, me parece una inmensa "Terapia de Grupo", donde un moston de "enfermos", van a descargar sus frustraciones presentes, pasadas y futuras, sin tener que pasar por el Divan. Igualito que pasa en Twiter. Si uno se da una vuelta, no hace falta ser asiduo a las RRSS, encuentra a un monton de gente con la misma patologia. Por una simple pregunta, te pueden contestar con un insulto, una falta de respeto, o lo que es peor, con una actitud de"perdonavidas" que mas que asustar asombra. No digo que a toda esta gente tengan que encerrarla y tirar la llave, mas que nada, por que tanto el Bernabeu como Twitter, tienen algo en comun, el anonimato. Unos refugiados entre otros miles, y otros sin su verdadero nombre ni su foto.
Alber Boadella, en su obra Dali, decia que la mayor victoria de Franco en Cataluña, habia sido conseguir que 120.000 personas en el Camp Nou creyeran que por meter un gol, le estaban dando una patada al Regimen.
En el Bernabeu y en RRSS, pasa mas o menos lo mismo, se creen en la posesion de la verdad, y como les sale "gratis", seguiran dando la tabarra.
Yo he estado en el Bernabeu viendo un partido, liga 89-90, la Quinta del Buitre espectacular, Martín Vázquez soberbio (luego se fue al Torino), Schuster, Hugo Sánchez, Gordillo. Creo que el partido era contra el Hércules o Castellón, no lo recuerdo bien. 6-1 iban, golazos, jugadones, quedaba partido. Pues un pase malo de Gordillo y la mitad del estadio pitando.
Yo tenía 14 años y me reía de los disparates que decían los que tenía al lado o más abajo, indignados ante el pase incorrecto y poco preciso de nuestro jugador.
Pues esto me marcó y me dio la muestra de lo que era el Bernabeu, también, como bien se dice en el artículo, diferente en las noches de champions o copa de Europa, o las uefas de las de los 80, con equipazos y eliminatorias espectaculares de remontadas, un estadio de locos. Exigencia vale, pero hasta cierto punto. No ayuda a muchos y a otros les hace más fuerte. En Champions se dice que hay público de fuera, las peñas que aprovechan para ir al Bernabeu y que es mucho más animoso que el residente habitual y se pita menos, pero si el Madrid no está a la altura al final les ponen una alcachofa a ver que les ha parecido el partido, y sorpresa: despotricando la gran mayoria.
De momento esto no tiene remedio, y a lo mejor tiene que ser así. Que cada uno haga lo que le salga en ese momento, pero a mí me da vergüenza en muchas ocasiones y amigos míos que todo les parece mal, todo,pero que si se remonta un partido chungo son los primeros que se abrazan y dicen que cojo...tenemos y demás tonterias.
La verdad es que ya es un poco cansino esto de que la culpa sea de los aficionados. Yo no creo que los aficionados tengan un odio febril ni a Vinicius ni a Lucas Vázquez ni a curtuá, por poner los ejemplos más recientes. Pero es que ha llegado un momento en que los aficionados están (estamos) más que hartos de lo que pasa en este equipo. Y, la verdad, es que estos jugadores están pareciendo mucho peor de lo que son. Y, a lo mejor, sólo a lo mejor, la responsabilidad de que un jugador que venía para estrella, con un par de defectos por pulir, esté ahora con los mismos defectos sin haberlos pulido ni un poquito y sin ninguna de sus virtudes. Vinicius ha tenido ya tres entrenadores en el RM y no ha avanzado ni una mijita. A lo mejor la culpa de eso no es de los aficionados. Vamos, digo yo.
Yo creo que los aficionados silban al entrenador y a sus nefastas decisiones sobre la espalda del jugador. Porque lo mismo podemos decir de Lucas Vázquez. No es un crack y todos lo sabemos. Pero el entrenador éste, que es un genio, se lo va a terminar cargando a base de ponerle a hacer lo que no sabe hacer, en lugar de explotar sus virtudes, que las tiene.
Miren al banquillo al culpabilizar a alguien, no a la afición (solamente).
Enhorabuena, me ha encantado.
“mandar tanto como el presidente y saber más que el entrenador”. jajajaja
Un Saludo Madridista.
Que manera más miserable de cargarse a un crack...me refiero a Vini....y ZZ no lo lleva ni convocado para el sábado otro tiro en el pie
No. No es un tiro en el pie. Él conoce mejor que nadie a Vinicius y sabrá cómo hacerle crecer. Quizás lo está protegiendo.
Por favor, dejemos de echar la culpa al Bernabéu. Nuestro estadio es un templo. Sus aficionados son distintos a los de cualquier otro club y me parece genial. Si Courtois no esta jugando bien se le pita. Y si lo hace bien se le aplaude. No tiene nada de extraño. Si todo el estadio fuera una grada de animación me parecería patético. Esos socios a los que se critica llevan décadas viendo futbol, un poco de respeto. Esto no es el Chelsea. Si Courtois o Hazard pensaban que lo era ya va siendo hora de que despierten. Aquí los jugadores viven como reyes pero la exigencia es máxima. O vales o no vales. Puedes ser el mejor con la selección de Belgica pero eso no es nada cuando te pones la camiseta del Real Madrid. Es la misma camiseta que han vestido Iker, Ronaldo, Di Stefano, Zidane, Amancio, Puskas... aquí no triunfa cualquiera. Si aplaudimos hasta en las derrotas nos convertiremos en un club cualquiera. El Bernabéu sabe perfectamente cuándo tiene que empujar y cuando es el equipo el que tiene que enganchar a la afición. Desde mi punto de vista el comportamiento del estadio el año pasado fue intachable. En una temporada penosa apenas hubo bronca. Lo que no podemos pedir es que la gente que ha pagado su abono aplauda por nada.
Respecto a lo de Vini... yo estaba en el estadio y no me pareció que la gente pitara. Es verdad que hubo alguno pero fue muy puntual. En el Bernabeu no se silva, en general, a la gente joven. Normalmente es a aquellos que se piensa que deben dar más. Por ejemplo, hace dos años Benzema era pitado día si, día también (para mí merecidamente) y ahora a nadie se le ocurre hacerlo. La gente es justa, exigente, pero justa. Siempre hay algún amargado entre 80.000 personas pero yo no cambio el Bernabeu por nada. Cuando tiene que ser una caldera lo es. Pero si es cierto que es el equipo el que tiene que encender.
Lo peor que le pudo pasar a Vinicius fue que volviese Zidane al banquillo del Madrid. Ahora el chaval tiene que asumir la frustración y crecer, madurando en el difícil camino que es el Real Madrid.