El destino y la UEFA quisieron colocar la final de la Champions en la víspera del aniversario del adiós de uno de sus creadores: Santiago Bernabéu, fallecido el 2 de junio de 1978. Unos meses antes, ya aquejado de la dolencia que se lo acabaría llevando, dio muestras de su indómito carácter en un incidente que merece la pena recordar.
Corría la temporada 77/78, que se había iniciado con un cuestionado Miljanic en el banquillo. Empeño personal de Bernabéu tras la salida de Miguel Muñoz en el 74, revolucionó al club y al fútbol español con sus métodos, hasta que a la grada se le agotó la paciencia por el mal juego del equipo y los peores resultados. En la campaña anterior el Madrid había sido noveno, por lo que Damocles no perdonó al serbio más allá de la primera jornada de competición, que terminó el derrota blanca en Salamanca, y tuvo que regresar Molowny para salvar los muebles.
No había mal equipo, ni mucho menos. Estaban Miguel Ángel, Benito, Del Bosque, Pirri, Juanito, Santillana… pero el ambiente no mejoró demasiado aunque las victorias comenzasen a sucederse. Y en eso llegó la visita del Sporting de Gijón, el 26 de febrero del 78. Los asturianos, en Primera desde hacía unos años, ya estaban gestando un gran equipo, con Maceda, Quini y Ferrero como puntas de lanza. La cosa es que logró ponerse 0-2 en Chamartín y el runrún fue insoportable. No bastó que Santillana recortara distancias antes del descanso. Cuando el árbitro pitó, los socios se obcecaron con el palco y Santiago Bernabéu terminó por abandonarlo, enfadado y triste. El hombre que lo había sido todo y lo había dado todo por el club también era susceptible a la crítica de los suyos. No pudo ver cómo el Madrid, al final, tiró de la especialidad de la casa y remontó el partido (3-2), pero sí cómo levantó el título de Liga, por aquel entonces el 18º, el último con Bernabéu en vida.
El presidente eterno dejó, según las crónicas, algo menos de un millón de pesetas, un piso en Madrid, la casita de Santa Pola y la famosa barca a la que un día bautizó como La Saeta Rubia en honor a Di Stéfano. Bueno, eso y el recuerdo de una leyenda irrepetible.
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Inolvidable D. Santiago.
Siempre en el recuerdo.
Madridista o no.
Don Santiago Bernabéu, será irrepetible. Llevo 70 años vinculado al futbol y no he visto dirigente que le llegue a la suela de sus zapatos. NINGUNO, ni en España ni en el mundo.
Su personalidad, su saber hacer y su categoría personal, merecen de sobra que su nombre se perpetúe con su nombre en Chamartín.
Sería bueno que los jóvenes, como mis tres nietos madridistas, conozcan a quien se debe que el Real Madrid, sea la institución más importante del mundo. Yo se lo explico siempre que me dan opción.
Y que los madridistas vean que, la leyenda se agranda con Florentino Pérez, que también, tiene mucho mérito.