No por esperable resulta menos indignante, pero cualquier persona con ojos en la cara puede concluir que la Copa de Europa es el fútbol, mientras que las competiciones domésticas españolas son, sin entrar en valoraciones, otra cosa.
La historia reciente nos enseña que el panorama futbolístico patrio es campo abonado para que los mediocres medren por lo civil o, a veces literalmente, por lo criminal. Villares, Rubis, Negreiras o Geris, todos ellos con la aquiescencia, cuando no abierta connivencia, de la mayoría de los medios de comunicación, han hecho y deshecho cuanto han considerado necesario para satisfacer sus intereses deportivos, económicos, políticos o personales en cada momento, ya saben ustedes, desde un voto para la presidencia de la federación por aquí, una supercopa en Arabia por allá o unos milloncejos injustificados e injustificables por acullá, todo ello mientras la prensa palmotea cual foca en un circo de siete pistas. Se da una pícara casualidad, y es que el Fútbol Club Barcelona es elemento común a todas las situaciones relacionadas. El denominado de manera insufriblemente cursi por Vázquez Montalbán “ejército desarmado de Cataluña” es, sin duda, más que un club. Basta con mirar mínimamente el panorama social y político de España para darnos cuenta de que en Cataluña cuesta más que se cumpla la ley. Estos miramientos se deben al miedo cerval de los políticos a molestar a las fuerzas vivas locales, no vaya a ser que les dé por escatimarles determinados apoyos vitales en las Cortes, así que, por esto, los riegan de prebendas que incluyen mirar para otro lado en según qué aspectos.
El abrazo entre Vinicius y Walker al final del partido de ida de semifinales de la Copa de Europa, el guiño cómplice de Haaland a Rüdiger justo después de que éste lo derribara en falta, o el saludo de De Bruyne con Modric son muestras de respeto. Ese mismo respeto es lo que falta en España, y una competición que no se respeta será otra cosa, pero no deporte.
Abundando en el asunto, la llamada roja, o sea, la selección española de toda la vida, gracias a una época buena cimentada en jugadores del Barcelona, ha servido de presunto bien superior que preservar. Bajo él se escondía un refugium peccatorum de manual, Negreira u Obrevo mediante, en el que los culés eran los buenos y sus rivales, es decir, los madridistas, los malos. Aún hoy, en la que la selección española encadena fracasos y adquiere una destacadísima irrelevancia, se sigue comprando a niveles deportivos, informativos y políticos, esa mercancía averiada que dice que el Real Madrid es maligno y el Barcelona, club corrupto y arruinado, encarna la luz que ilumina a las fuerzas del bien. Esa inercia se ha mantenido, aumentado y llevado al paroxismo durante la actual temporada. Las actitudes de determinados rivales del Real Madrid, personalizadas en jugadores como Maffeo, Raíllo, Fali o Iván Alejo, son consecuencia directa de la progresiva descomposición de las competiciones españolas. Denominarlas competiciones se me antoja generoso en grado sumo, pues ello supondría que los contendientes se enfrentan en igualdad de condiciones, circunstancia ésta que no se da. También me niego a considerar que esas competiciones son deportivas. Hasta donde conozco, aún no se consideran deporte disciplinas como la provocación, el insulto, la agresión traicionera, la envidia ni el victimismo.
Con todo lo anterior, qué refrescante resulta salir a competir, esta vez de verdad, a Europa. La Copa de Europa sí que es fútbol, sí que es deporte, sí que es competición. Aún a pesar de las manifiestas deficiencias de la UEFA en sus formas, criterios y decisiones, aún a pesar de su laxitud con determinados clubes que se saltan las normativas financieras, la limpieza de sus torneos resulta prístina al lado del mefítico icor que padecemos en España y al que sólo el Real Madrid parece estar dispuesto a hacer frente. El abrazo entre Vinicius y Walker al final del partido de ida de semifinales de la Copa de Europa, el guiño cómplice de Haaland a Rüdiger justo después de que éste lo derribara en falta o el saludo de De Bruyne con Modric son muestras de respeto entre tipos que son rivales compitiendo por llegar a la final de la, no nos engañemos, competición futbolística más importante del mundo, son deporte, y lo son porque hay respeto, más allá de alguna puntual salida de pata de banco de algún torpe. Ese mismo respeto es lo que falta en España, y una competición que no se respeta será otra cosa, pero no deporte.
Aquí se apoya al corrupto, al hipócrita y al mediocre.
En fin no sé cómo el Madrid se ve obligado a competir en esta pocilga y muladar.
Yo me fijé al terminar el partido cómo Carvajal se fue a la banda a buscar a Grealish y chocaron ambas manos, una después de la otra ... de todas formas, los arbitrajes en Europa también tienen cosas extrañas contra el Madrid. A día de hoy, aún no me explico el gol que nos anularon al final del primer tiempo en la final de París
En la Champions hay deportividad y respeto, hay adversarios pero no enemigos. Evidentemente cada contendiente va a por lo suyo y lo defiende con uñas y dientes, pero (casi) siempre está el tono cordial, el medir fuerzas de manera noble y dura, pero justa, y al acabar la "batalla", felicitarse mutuamente y hasta la batalla siguiente.
Esa instantánea del abrazo es la que contrasta con toda la podredumbre de la lliga espanyola, y la sociedad espanyola en general. Leí hace algunas semanas aquí en La Galerna un post de "España no se merece al Real Madrid", a propósito del acoso racista a Rudiger en Cádiz. Totalmente de acuerdo
Me alegro de que FP quitase de la camiseta la bandera de ese país de cuñaos, sumisos a las regiones que les odian y les esclavizan. Quien no quiere defenderse, no merece defensa.
Nosotros a lo nuestro. A la Champions, al respeto, a los valores de verdad, no los inventados. A la belleza. Al lado bueno de la vida.
Abrazos madridistas.
El abrazo entre jugadores rivales al final del encuentro... y los gestos que este año hemos visto entre dos clubes señores como Liverpool y Real Madrid (el sentido homenaje del Liverpool en Anfield tras la muerte de Amancio, y el hacer sonar el You'll never walk alone en el Santiago Bernabeu como señal de agradecimiento) son ejemplos que me ponen los vellos de punta.
Mira que el Real Madrid ha dejado constancia de caballerosidad con equipos españoles en motivos como alguna que otra desgracia, o en celebraciones de centenarios, por ejemplo. Pues ni por esas nos ahorramos gestos de desprecio de sus aficiones y dirigentes. Muy al contrario, le ponen puente de plata a los negreiros auqne éstos no duden en pegarles un estocazo si hace falta.
Asco de país ...