Yo no tuve el privilegio de conocer personalmente a don Manuel Velázquez, eso que me perdí debido a mi extremada timidez. Sí, sí, aunque pueda no parecerlo soy un tímido enfermizo y me cuesta acercarme a personajes de la talla de Velázquez. Cuando, en el pasado mes de marzo, supe días antes que Amancio Amaro me iba a entregar el premio "Libertad" de Periodismo, tuve que hacer auténticos esfuerzos para no salir huyendo del país, y eso que sí puedo presumir de conocer personalmente al brujo. No conocí personalmente a Velázquez, como decía, pero si conservo una pequeñísima anécdota con él: estaría yo en Radio España probablemente cuando un buen día, ya no recuerdo por qué motivo, llame a Velázquez:
- "¿El señor Manuel Velázquez, por favor?"...
- "Sí, soy yo".
- "Señor Velázquez, encantado de saludarle; mire, me presento, mi nombre es Juan Manuel Rodríguez y..."
- "Ya, ya; ya sé quién eres. Tu voz es muy reconocible".
Así que mi voz, la voz de un insignificante periodista deportivo, era reconocible para uno de los grandes mitos del Real Madrid, mi Real Madrid. Si Manuel Velázquez reconocía mi voz era, evidentemente, porque me escuchaba: ¡Manuel Velázquez me escuchaba a mí!... No sé por qué narices no aproveché la ocasión y quedé a comer con él para conocerle personalmente y disfrutar de su sabiduría pero, una vez más, la timidez ganó aquel partido. Luego he tenido ocasión de conocer a San José, Benito, el propio Amancio... gente encantadora y simpatiquísima, gigantes cercanos y amables, nada distantes, gente normal.
El sábado colgué en Twitter una fotografía de don Ignacio Zoco, fallecido en septiembre, y don Manuel Velázquez, que murió el viernes pasado, saliendo de un campo que parece un mar. Da la sensación de que Zoco, que abraza a Velázquez camino del vestuario, y él caminan sobre unas aguas negras, unas aguas turbulentas y de barro; sus camisetas blancas parecen estar embadurnadas de chocolate negro. Velázquez y Zoco parecen dos mineros que acaban de terminar su jornada; Velázquez va cabizbajo, como si algo no fuera bien del todo o como si él no hubiera estado especialmente acertado durante aquel partido, y Zoco, que también tiene la mirada baja, le echa el brazo izquierdo por encima como diciéndole: "No pasa nada, Manolo, no pasa nada; lo hemos intentado". La foto es buena por eso, porque da la sensación de que aquella tarde al Real Madrid no le fue nada bien y, aún así, lo intententaron. Lo intentó Zoco, que era todo pundonor, pero también se manchó del amargo chocolate del barro Velázquez, que siempre tuvo el cliché de futbolista de mucha clase pero poca implicación. Mentira: en aquel Real Madrid era materialmente imposible permanecer tantos años como titular indiscutible sin embarrarse hasta las cejas. La foto es maravillosa porque nos habla de un Real Madrid que no volverá jamás y eso nos conduce (al menos a mí) directamente a un estado de cierta melancolía.
Manuel Velázquez, madrileño de Chamartín, fue un interior exquisito dotado de una técnica excepcional que le convertía de hecho en un pasador milimétrico, de aquellos de escuadra y cartabón, y, por lo tanto, un fuera de serie. Después de diez años como titular, don Santiago Bernabéu, con quien al parecer no congeniaba, le fichó a Günter Theodor Netzer, que venía ni más ni menos que de liderar a la selección alemana que se había proclamado campeona de Europa en 1972; así que el "10" de Velázquez lo heredó sin mayores zarandajas Netzer y al extraordinario futbolista madrileño, cerebro del Real Madrid que conquistó la Sexta Copa de Europa, le tocó entonces ponerse a remar de nuevo... ¡con 31 años!... Don Manuel, que era un crack mundial, no pidió la cuenta como hacen ahora, ni se puso a lloriquear, ni se planteó tampoco marcharse a otro sitio sino que apechugó... y acabó recuperando por supuesto su dorsal, el "10", poco antes de irse definitivamente del club de sus amores. Sólo con el carácter que dicen que no tenía Manuel Velázquez se podrían ganar hoy en día perfectamente tres Champions Leagues seguidas. Ya no quedan futbolistas como Velázquez y puede que ello sea debido a que tampoco quedan ya hombres como él. Dicen, y yo estoy de acuerdo, que nadie muere del todo mientras sea recordado por alguien. Yo, y millones como yo, conservaremos siempre en nuestra memoria a Manuel Velázquez, que puede volver a abrazarse de nuevo, esta vez en el cielo, con su viejo amigo Ignacio Zoco. Descansa en paz. Y gracias por todo. El "10" es tuyo.
Ese carácter que implícitamente muestra esa foto, se extinguió. Era exclusivo de otra época. Si hoy día le dices a cualquiera de la plantilla blanca, o de otras, que hay que jugar ahí, la mitad se desmaya y la otra mitad deserta.