Una de las cosas más encantadoras de Benzema es que apenas toca el balón. El balón de Benzema corre libre por el campo. Es un balón Montessori, cuyo rumbo y movimiento se desarrolla por medio de un trabajo libre. Benzema no le transmite conocimientos. Es el balón el que los adquiere a través de sí mismo.
El balón de Benzema es autónomo. Él no lo toca, sólo lo dirige. Y ese balón se desarrolla plenamente. Ahora lo estamos viendo después de tanto tiempo. El balón de Benzema ha crecido y es intelectual, moral, social y emocionalmente independiente. El balón de Benzema suena como un haiku.
Cuando ese balón duda, Benzema lo dirige con un simple toque. Cuando está perdido él lo recoge con su amoroso empeine y lo tranquiliza. Ese pie es una batuta minimalista que, en cada movimiento, incluye actos enteros, escalas interminables de corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas.
Y siempre parece que no es nada. Hay que detenerse y escuchar. Ayer en Barcelona dio un recital de educación de balones. Ese balón que le llegaba se sentía al instante en su medio, en el microcosmos benzemista donde lo comprende todo. Si el balón se desviaba, Benzema acudía solícito a encaminarlo.
El balón de Benzema se ha hecho mayor y domina el entorno de su vida de una forma nunca vista. El balón se mueve y Benzema apenas lo toca. No hay que tocar mucho las cosas. Es un tocar diferente. Un tocar respetuoso, religioso. Ese balón se despistó ayer y quedó momentáneamente extraviado en el vértice del área pequeña.
Benzema lo vio y fue a buscarlo acompañado del defensor españolista, que también lo quería. Benzema puso el cuerpo por delante para protegerlo. No quería que nadie lo tocara (y menos el defensor blanquiazul) para que él solo supiese encontrar su camino. Benzema esperó unas décimas de segundo, pero se alejaba sin solución en sentido contrario.
Fue cuando se abalanzó sobre él como una sombra protectora y le devolvió la vida que se le perdía con un talonazo de espaldas que lo dejó en la punta de la bota de Casemiro para que este lo rematara.
La punta de la bota de Casemiro era el tren al que se subía ese balón para ir a la universidad y hacerse adulto, mientras el madridismo le despedía en pie desde el andén con lágrimas en los ojos, recordando lo pequeño y lo bonito que era cuando nació de aquel talón.
Fotografías Getty Images.
¡Qué bonito!. Descripción poética de una genialidad en el fútbol.
Qué bonito! A la altura del taconazo de Benzema
Una oda al fútbol.
Una sugerencia para que el Ministerio de Sanidad aproveche las imágenes del primer gol del farça ante el çelta de vic, donde lluis suàreç remató absolutamente solo pre-contemplado por sus culegas albicelestes. Un ejemplo de como cumplir con las medidas anticontagio. ¡ Eso sí que es "distancia social" !.
En el lance que comentas hay un momento en el cual se produce un suceso difícil de explicar a no ser que se estudien bien los cuadros de Goya. Cuando el balón va llegando ya al lugar donde inevitablemente se produciría el impacto con la bota de Casemiro.
En ese preciso instante el balón duda e intenta que nadie descubra su secreto. Si algún futbolista o algún espectador se diese cuenta, podría aducir que hay delanteros con poderes magnéticos o telepáticos.Nada más contrario a la ley del amor y el balón.
Es por ello que el balón intenta detenerse, pero no. Da unos pasos más, pareciera que gira sobre si mismo, que intenta frenarse. En ese preciso momento , se da cuenta. No puede luchar contra el destino.
En décimas de segundo un balón se puede hacer eterno, puede ser un augurio , la caída de un Dios.
No sé si habrá algún taurino en la redacción,
pero no estaría de más que por vergüenza torera alguien le dedicara unas líneas a la estocada de Ramos el otro día. Al maestro
Paquiri se le caían las lágrimas.