De entre todos los niños que hace veinte años jugaban en la cantera del Madrid, el club eligió a uno de Leganés, Daniel Carvajal Ramos, para que acompañara a Alfredo Di Stéfano en la ceremonia de la colocación de la primera piedra de la nueva ciudad deportiva en Valdebebas. Nadie lo podía saber entonces, pero el futbolista más grande de todos los que han vestido la camiseta blanca llevaba de la mano a un niño que lo superaría en Copas de Europa. El gran patriarca conduce al rey del mañana, le cede el testigo, le pasa la antorcha de los constructores de mundos. Cuando la Historia sucede ante nuestros ojos, casi nunca somos capaces de darnos cuenta.
En esa imagen está la esencia del Madrid y eso lo vemos ahora, claro, pero ¿no es extraordinario lo que tiene de prolepsis? ¿Cuántas posibilidades había de que ocurriera algo así, de que esa fotografía fuese posible? Las mismas de casi todo lo que logra el Madrid: prácticamente ninguna. Y sin embargo, como volvió a demostrar en Wembley el sábado por la noche, el Real Madrid Club de Fútbol es la posibilidad de lo imposible. El niño Carvajal, ahora adulto, veterano y capitán, se aupó en los hombros de todos los gigantes que lo han precedido y remató en el primer palo saltando por encima de un puñado de alemanes de dos metros. El Madrid es el sitio donde los niños todavía pueden volar, un territorio fuera del tiempo hecho de los sueños y del deseo de millones de criaturas.
El Madrid es el sitio donde los niños todavía pueden volar, un territorio fuera del tiempo hecho de los sueños y del deseo de millones de criaturas
Un niño de Leganés y otro de Alcalá levantaron al cielo de Londres la decimoquinta Copa de Europa del equipo del mundo. Decía Florentino en el ayuntamiento, el domingo, durante la celebración (que ya es igual que los triunfos que organizaban los cónsules romanos tras las grandes campañas de conquista) que el Madrid, aunque universal, no puede olvidar su origen local, su madrileñidad. Tiene razón porque Madrid es su cimiento, la raíz. El Madrid es el equipo de España y sobre todo del proletariado hispanoamericano que puebla y nutre la capital, que labura en los trabajos más duros, que quiere que sus hijos sean también españoles y que comparten nuestro destino con todos los pesares y casi ninguno de los goces.
La redención absoluta es el color blanco y la luz cegadora del triunfo. No hay ningún hermano de ultramar en Madrid que sea del Atlético, ¿cómo iban a serlo? El Madrid es el sentido de la trascendencia y la única victoria posible para millones de almas que sostienen la civilización con su esfuerzo sordo y anónimo todos los días de todas las semanas de todos los años. Nacho y Carvajal son sus arcángeles del milagro y los comandantes de todas sus victorias, los capitanes de los héroes de los obreros españoles, naturales o adoptados, dos chicos normales que han crecido rodeados de principios cada vez más extraños en la España de hoy.
Nacho y Carvajal son sus arcángeles del milagro y los comandantes de todas sus victorias, los capitanes de los héroes de los obreros españoles, naturales o adoptados, dos chicos normales que han crecido rodeados de principios cada vez más extraños en la España de hoy
Cuando de chicos pensábamos en las historias viejas, en lo que leíamos y nos contaban del Madrid de Bernabéu, Di Stéfano, Puskas y Gento, las cinco Copas de Europa seguidas nos parecían una cosa marciana, una conquista inconcebible. Pues bien, dos tipos de mi edad, de Leganés y de Alcalá, lo han superado. Lo hemos visto en diez años que trazan una raya en el suelo de la Historia. No sólo son las seis orejonas, tres de ellas seguidas. Es algo mucho mayor, más difícil aún y de consecuencias mentales y culturales que ya empezamos a verlas: introducir en la mente de los demás la idea de que el Madrid, en las finales, es invencible.
El Madrid es ya para los europeos un monstruo inatacable en la última pantalla del juego, un depredador total capaz de soportar palos sin fin, ocasiones de gol clarísimas, capaz de ser dominado, golpeado, puesto de rodillas, y que, tras resistir y esperar, destroza a cualquier clase de adversario llegado el momento de la verdad. Sin piedad, ni misericordia, ni ningún tipo de espurio principio falsamente moral tan de moda en nuestra época de cartón piedra donde todo es de mentira. El Madrid es lo real, lo crudo, lo definitivo, algo desmedido que supera las costuras de esta época en la que lo importante es competir y pasarlo bien y participar y que todos hagan la conga juntos como hermanos.
No sólo son las seis orejonas, tres de ellas seguidas. Es algo mucho mayor, más difícil aún y de consecuencias mentales y culturales que ya empezamos a verlas: introducir en la mente de los demás la idea de que el Madrid, en las finales, es invencible
En este contexto, la manifestación del Madrid —da igual quién juegue, da lo mismo quién lo entrene— en las finales, resulta pavorosamente antidemocrática: la sangre le gotea del colmillo totalitario y eso ya, después de nueve victorias de nueve intentos posibles desde 1998, lo saben los alemanes y los ingleses, los franceses y los italianos, los portugueses y los griegos y los turcos y los rusos. El Borussia del último entrenador de moda había planeado una final perfecta y en la primera parte pudieron meter tres goles. No los metieron y el Madrid empezó la segunda parte con el partido por estrenar. Todos sabían ya que si los de blanco se ponían por delante se acabaría el partido. Así fue. Esa sugestión que el Madrid ha creado en todos los demás lo convierte en la medida de todas las cosas y lo pone por encima del mismo fútbol. Es algo más grande que la misma victoria: es transformarte en un dios antiguo ante los ojos de toda la humanidad pequeñita.
Esta es la cultura de club que han mamado Carvajal y Nacho y en la que se están criando Vinícius, Tchouaméni, Camavinga, Bellingham, Rodrigo y Valverde. La transmisión de esa convicción salvaje de que hay que ganar, ganar cueste lo que cueste, ganar por encima de todo, de saberse partícipe de la tradición más heroica que existe, el saber lo que pesa lo blanco y la corona, no tiene igual ni en el fútbol ni en ningún otro deporte ni en ninguna otra actividad colectiva en este siglo XXI.
El éxito del Madrid de Florentino Pérez va más allá del triunfo en el campo. Es una mentalidad, una psicología y una forma de estar en el mundo
Toda esta herencia no viene del cielo y surge por ciencia infusa. El Madrid de la última década luchó para oponerse al ataque deportivo, mediático y cultural más duro sufrido en sus ciento veinte años. El Barcelona de Guardiola, Messi y, sobre todo, Negreira, ejerció por medios legales y fraudulentos una presión extrema para aniquilarlo, reducirlo a una mascota domesticada y, por último, reemplazarlo. Del esfuerzo por no claudicar y sobreponerse a ello nació el mejor Real Madrid que vieron los siglos, un Madrid de jerarcas, una institución colosal y un equipo de fútbol irrepetible que se va regenerando a sí mismo a medida que abandonan su disciplina los grandes futbolistas.
La reacción a aquella amenaza existencial es de tal magnitud que ha puesto un millón de años luz entre el Madrid como organización y equipo y el resto de los clubes. En España, la diferencia es marciana con sus rivales directos, pero es que en Europa, la Europa de los clubes-Estado amparados por la corrupta UEFA, ¿quién es el rival? Sólo Guardiola mientras disponga de dinero ilimitado.
La muerte es una idea remota y vaga para los niños, y el Madrid es ese lugar donde los hombres pueden seguir siendo niños
El éxito del Madrid de Florentino Pérez va más allá del triunfo en el campo. Es una mentalidad, una psicología y una forma de estar en el mundo. No hay excusas y tras el apocalipsis de cada eliminatoria perdida se vuelve con una lección: nada cae en saco roto, todo sirve para continuar en la carrera por ser el mejor de todos. Es una historia contada sin parar durante las noches en torno al fuego de nuestra infancia, un relato de héroes y dragones que acaba por incrustarse en el fondo de la consciencia, de tal manera que los jugadores, sean de aquí o no, acaban convencidos de ello.
Carvajal y Nacho son hijos de ese mundo donde la grandeza está por todas partes, como escribió el sábado Robert O´Connell en el Wall Street Journal en un perfil sobre Luka Doncic. En la era de los expected goals, los madridistas, jugadores y aficionados, esperan el milagro porque lo sobreentienden: como el Madrid es un maravilloso artefacto construido por hombres extraordinarios para olvidar la muerte, representada por la derrota, se confía en el deseo salvaje y en las ganas infinitas para abrir todas las puertas.
Esa esperanza inextinguible se alimenta del poder que da la autopercepción, y el madridista se autopercibe como alguien capaz de todo. La muerte es una idea remota y vaga para los niños, y el Madrid es ese lugar donde los hombres pueden seguir siendo niños. Ninguna telemetría puede predecir las cachitas, como decíamos en la Baja Andalucía cuando jugábamos al fútbol en los campos de albero, de Vinícius al lateral del Borussia que forzó el córner que luego botó Kroos.
Era el minuto 72. No hay escuela que pueda enseñar algo como eso. Vinícius sabe que está en el lugar donde puede ordenarle a sus pies que intenten lo que su fantasía amazónica concibe: el país de los hombres libres. Era el minuto 72 y el 7 del Madrid se iba para el área riéndose, con esa sonrisa grande y blanca y pura de los niños. Él sabía que la final estaba a punto de terminarse. ¿Un español bajito sobrevolando las cabezas amarillas de miles de torres alemanas? ¿Por qué no?
Getty Images.
Precioso artículo, porque el Madrid es eso, una medida de lo inexplicable que, aún con todo en contra, vuelve a hacerlo posible una y otra vez
Maravilloso artículo. Lo mejor que leído en mucho tiempo. Mi más sincera enhorabuena.
Bellísimo.
Gran y épico artículo al que Valderrama nos tiene acostumbrados.
Por mí parte yo creo que lo que dicen muchos de que di el Borussia se puso ir 3-0 al descanso que si fue un baño... El Dortmund fué mejor que el Madrid y tuvo más ocasiones sin duda, pero claras tuvo 2, la del mano a mano y la otra (la del palo) estaba Fullkrug en fuera de juego, luego tuvo Courtois dos buenas paradas pero tampoco es que fueran los paradones que por ejemplo si hizo en la final de hace dos años ante Mane y Salah, son paradas que a un portero de primer nivel se le debe pedir poder pararlo y que no acaben en gol.
Y lo curioso es que parece que las únicas que cuentan son las oportunidades del Dortmund, (2 de ellas en fuera de juego, por cierto, incluyendo la del palo). Esas sí suponen que deberían haberse ido al vestuario con un 3-0, por lo visto.
Pero yo recuerdo una falta de Kroos que saca el portero en la escuadra, un tiro de Camavinga también despejado por el portero, una de Bellingham que desvía un defensa a córner, un córner que remata Nacho y el portero para... ésas por lo visto no cuentan.
Es que algunos no se han enterado de que los partidos duran 90 minutos, y quieren hacernos creer que los méritos que acumula un equipo durante 60 minutos bastan para merecer la victoria. Que jugó mejor el Borussia en la primera parte, de acuerdo. Pero el Madrid fue muy superior en la segunda y además, qué cosas, marcó 2 goles.
Excelente, como siempre, señor Valderrama.
A propósito de la penúltima foto que ilustra el artículo, quiero comentar algo que me llamó la atención por lo chocante.
El caño de Vinicius al defensa alemán, fue extraordinario. Realizado en carrera y de tacón, al borde de la línea de fondo. Y fue útil, porque superó al primer defensa, aunque la llegada de un segundo defensa, transformó la jugada en corner. Fue el saque de esquina por el que Carvajal ascendió a los cielos, y todos los madridistas tocamos la gloria con él.
Esa jugada individual maravillosa de Vinicius, mereció sólo la consideración de floritura inútil para una estulta voz en "off" de la Tele Abierta. Hay comentaristas para los que la belleza es una cosa superflua.
Esa jugada fue bella y práctica a la vez. Y sin ella, no hubiera llegado el segundo gol de Vini, que esta vez sí, mereció el elogio de la voz en "off".
Vinicius es un talento sublime, y será balón de oro, para disgusto de los odiadores.
Sí sí sí, la quince ya está aquí.
Saludos.
Solo un pequeño matiz, Cillios, el corner ese después del jugadón de Vinicius no acaba en gol, despeja uno del Borussia y Valverde creo que es dispara desde fuera del área y uno del Dortmund rechaza el tiro a corner y ahí sí en ese corner marca Carvajal
No seas quisquilloso, amigo Vlastic y como dijo LUKA "PON UN CROATA EN TU EQUIPO Y TE AYUDARÁ A GANAR CHAMPIONS"
Dientes amigo Cillios,dientes que es lo que más les J**E
SALUDOS Y HALA MADRID
Artículo extraordinario. Gracias Antonio.
El antimadridismo no va a parar. Son patéticos los intentos de menospreciar nuestros triunfos, que si ganamos pero no jugamos a nada, que si la IA y los expected goals, que si es malo que el madrid gane siempre, etc.
Mientras que en otros lugares y deportes se aclama alcampeon y se le reconoce su mérito, aquí y en futbol es al revés. ¿Alguien se imagina que se menospreciaran
los éxitos de Nadal en tenis, de la selección que ganó el mundial y la eurocopa o, fuera de nuestras fronteras, los del United en sus buenos tiempos o los de los
Lakers cuando arrasa an en la NBA?. Pues aquí, rivales, medios y espontáneos títeres lo hacen a todas horas.
En fin, nosotros a lo nuestro que es ganar.
Hala Madrid y nada más!!
El corrector de texto me ha cambiado 'espontáneos twiteros'por 'espontáneos títeres". Me corrigió a mejor.
Al más puro estilo Valderrama. Se agradece.