Doncic no estaba sobrevalorado

Tiene 18 años y 7 meses. Y es uno de los líderes de la maravillosa Eslovenia, país y selección, que este jueves (20:30) se batirá el cobre contra España en las semifinales del Eurobasket. Se llama Luka Doncic y ha guiado hacia la lucha por las medallas, junto con Goran Dragic, a la mejor selección eslovena de los últimos años.

El caso de Doncic es curioso. Desde que debutara en la ACB hace unas temporadas, desde que se fuera consolidando poco a poco en el Real Madrid sin haber cumplido todavía la mayoría de edad, muchas voces susurraban siempre lo mismo: “Es muy joven, sólo tiene 16 años… sólo tiene 17. Le estáis inflando, la prensa le está inflando. Ya veremos cómo crece”.

A los 18 años y 7 meses, Doncic ha crecido, otro poco más. Su exhibición ante Letonia, en uno de los partidos de baloncesto más mágicos del presente siglo, es una oda de madurez, un sopapo en toda la cara a aquellos, y hubo muchos, que parecieron molestarse con quienes lanzaban a los cuatro vientos las virtudes de una estrella.

Con jugadores jóvenes, cualquier precaución es poca en la protección de su cabeza, de su vida, de su desarrollo personal. Correcto. Pero un cráneo perfectamente amueblado, como es su caso, como fue el de Ricky Rubio, rodeado este de un entorno magnífico, soporta perfectamente los comentarios provechosos, los halagos y las críticas. Doncic sabe de todo esto un rato. Pero él sigue a lo suyo.

Y lo suyo fue ayer pegarse la exhibición de las exhibiciones, al lado de su compañero de habitación, del mayor merecedor de una medalla en Eslovenia, por trayectoria, por talento, porque es su última ocasión: Goran Dragic.

Eslovenia, esa selección de ese país joven, no tanto como Doncic, pero sí lo suficiente como para que Dragic naciera bajo bandera de Yugoslavia y Luka lo hiciera en un país absolutamente independiente. Y ambos en Ljubljana.

Eslovenia, a pesar de que jamás ha sumado una medalla en una cita internacional, es una selección de mucho recorrido. Doncic no lidera a un combinado nuevo, venido de la nada. Doncic es parte la historia de ese país que supura baloncesto y que merece una medalla. Esperemos, o espero, que sea un bronce, porque eso señalaría que han perdido contra España. Pero por encima de eso, Doncic ha vuelto a demostrar que no, que para nada está sobrevalorado, que simplemente cuando hemos proclamado sus virtudes ha sido porque no hacerlo se habría convertido en un acto de ceguera innecesario. Como también es innecesario, dicho sea de paso, que para destacar al esloveno se denigren y se olviden a otros jugadores. Lo vivimos con Porzingis. Sobra.

Doncic es el futuro. Y en el camino que recorra se confundirá, pero no tanto por joven, sino por humano. Y lo diremos, como hacemos con todos.

Me temo que su porvenir, más allá de este curso, no está en Madrid. En Eslovenia, si le dejan, puede marcar época. Y le tienen que dejar en la NBA, donde raro sería que no jugara en la 2018-19. A día de hoy, y no es ventajismo ni una explosión de optimismo desbordado, Doncic apunta a número 1 del próximo Draft; Top-3, si nos ponemos pesimistas. Y con una elección tan alta, tratar de impedir que salga del Madrid sería, leído ayer en Twitter, como parar a un AVE en marcha. Imposible.