Para Eduardo
Entre las muchas personas que se han cruzado en mi vida, Don Rafael ocupa uno de los lugares más especiales. Es, sin duda, una de los 4 o 5 personas que más me han marcado en mis más de 60 años de existencia.
Lo que se dice todo un señor, de los pies a la cabeza, un caballero de otros tiempos, perteneciente a una especie de personas excepcionales, ya en claro peligro de extinción. Un ser extraordinario, en definitiva, tan culto como el intelectual más avezado que a ustedes les pueda venir a la cabeza. Un coleccionista de biblias simpar, con centenares de ejemplares comprados en los más recónditos lugares del planeta, en infinidad de idiomas diferentes. Erudito en numerosas materias, lector voraz de la literatura española del Siglo de Oro, melómano refinado, adorador de Bach y de los grandes clásicos barrocos. Y, sobre todo, una persona de exquisita educación, íntegro, a quien daba gusto escuchar, boquiabiertos todos, cuando Don Rafael exponía sus opiniones sobre cualquier tema interesante.
Don Rafael, licenciado en Derecho con el número 1 de su promoción, tuvo una carrera profesional más que brillante, ocupando, entre otras muchas importantes responsabilidades, diversos altos cargos en varios ministerios, para finalmente culminar su trayectoria presidiendo exitosamente una gran empresa privada multinacional. Pero nunca dejó de ser una persona profundamente humilde y respetuosa con todos los de su alrededor, con su comportamiento siempre afable, bondadoso y clarividente.
Quien les narra estas líneas ha tenido siempre a Don Rafael en un pedestal. Su hijo, Eduardo, es mi amigo del alma desde hace más de cincuenta años, además de ser el padrino de una mis hijas. En 1986, este escribidor adquirió la nacionalidad española y el primer regalo que recibió fue precisamente de manos de Don Rafael: nada menos que el libro “La España invertebrada”, de su admirado Don José Ortega y Gasset. El libro más adecuado, sin ninguna duda, para quien acaba de lograr el pasaporte español. Libro que me dedicó con unas palabras que jamás podré olvidar, firmado con la frase “con paternal amistad”. Ese libro constituye uno de mis más preciados tesoros.
Don Rafael era también un fiel y apasionado aficionado del Atlético de Madrid. Pero jamás oí de su boca ninguna mala palabra sobre nuestro Real Madrid, bien al contrario. Respetando a todo el mundo en todo momento, también ejercía su proverbial caballerosidad con su máximo rival deportivo. Hasta tal punto que, cuando estaba viendo la final de 2014 de Copa de Europa por televisión, rodeado de varios de sus nietos madridistas, y observando, sobre todo, cómo estaban sufriendo sus nietos ante la alta probabilidad de la derrota del Real Madrid, me confesó que se alegró grandemente cuando Sergio Ramos marcó aquel milagroso gol del empate, que abría las puertas a una prórroga plena de incertidumbre para los intereses colchoneros. Y es que, en esos momentos, Don Rafael prefirió contemplar la alegría de sus nietos, en un acto de generosidad inmensa, antes que ver a su equipo favorito alzar por primera vez la Copa de Europa.
Así era Don Rafael, un ser único, maravilloso, ejemplar en todo. Se nos acaba de ir, muriendo serena y cristianamente en su propio domicilio, rodeado de su admirable esposa Martina, de sus 4 hijos, entre ellos mi queridísimo Eduardo, y de sus numerosos nietos. La última vez que vi a Don Rafael en vida, pude darle un muy sentido abrazo, tras obsequiarle con una camiseta de su Atleti firmada por el héroe del doblete de 1996, el gran Milinko Pantic. No olvidaré jamás aquel tierno y paternal abrazo que compartimos, en un momento único en el que a ambos se nos saltaron las lágrimas.
Se une a su pérdida una coincidencia notable y emotiva. Don Rafael se ha ido un 5 de diciembre, exactamente en la misma fecha, aunque 154 años más tarde, que Alejandro Dumas, el creador de los mosqueteros. Dos héroes incomparables de mi vida se despidieron en la misma fecha. Dos amigos imprescindibles que siempre me acompañaron y lo seguirán haciendo.
A veces, Dios coloca en nuestro camino, de manera excepcional, a personas que realmente vale la pena conocer. Para mí, una de ellas fue mi querido Don Rafael, con quien tuve la fortuna de compartir momentos inolvidables a lo largo de mi vida.
Descanse en paz en la gloria de Dios, Don Rafael.
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Simplemente maravilloso.
DEP para tu amigo Don Rafael.
Luego en el texto dices "En 1986 este escribidor adquirió la nacionalidad española" pero ¿no naciste en Madrid? porque al menos ahora si naces en España eres ya español desde el primer día.
Buenas, Vastic. Esto no es absolutamente cierto: tengo como amigos una familia rusa que ha tenido una hija aquí, y la niña ha estado dos meses en un limbo legal porque no era ni rusa ni española. Recientemente han ido a la embajada a darle la nacionalidad rusa y sacarle el pasaporte ruso, porque española no se le considera hasta que no haya pasado al menos un año de viviendo aquí. Entonces podrá pedir la residencia y al cabo de dos años más, creo que son, la nacionalidad.
Ok, gracias por la aclaración
Si Athos Dumas habla así de don Rafael que nadie tenga ninguna duda de que fue un hombre, cuando menos, extraordinario.
La anécdota de los nietos felices (muy al margen de qué equipo animaran él o ellos) únicamente la pueden protagonizar personas excepcionales.
Un sentido pésame a su familia y a todos quienes que tuvieron la fortuna de conocerle.