En un lugar con palancas, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de copa en cenadero, carmín rancio y algo montador. Consiguió erigirse en gobernador de la Ínsula Barçataria por ventura de una pancarta dispuesta en la villa de Madrid y dedicose a desfacer agravios y facer palancas contra molinos de viento a lomos de su rocín Roures.
En este tiempo solicitó don Laporta a un labrador vecino suyo, hombre de bien, pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre jardinero se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale entre otras cosas don Laporta que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna copa en alguna ínsula de Europa, y le dejase a él por gobernador della. Con estas promesas y otras tales, Xavi Panza, que así se llamaba el labrador, dejó Catar y a sus camellos y asentó por escudero de su vecino don Laporta a lomos de su rucia Xavineta.
Dio luego don Laporta orden en buscar dineros, y, vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad que gastó con liberalidad en caballeros de medio pelo adornados, eso sí, con el valeroso y valiente Amadís de Lewandowski.
Las mentes sensatas de la corte advirtieron al hidalgo la poca industria de sus andanzas y planes, pero don Laporta de Palanca andaba obsesionado por conquistar a una moza aldeana a quien llamaba Dulcinea de la Champions, mas en realidad fue bautizada por sus padres con el nombre de Aldonza de la Europa League.
Los augurios más oscuros se cernieron sobre el grupo de caballeros reunido por el ingenioso hidalgo y dirigido por su escudero Xavi Panza a lomos de la rucia Xavineta. Una vez volcada esta de manera cruel a las orillas del camino de la perdición, don Laporta tomó las rienda del duelo y una noche se topó en Barcelona con el caballero teutón de la Blanca Luna, que vino a contender con él desde tierras lejanas conocidas como Múnich. El colegiado del duelo dio la señal de arremeter. Como el caballero de la Luna Blanca era más ligero, llegó a don Laporta a dos tercios andados del partido y allí le encontró con tan poderosa fuerza, que sin necesidad de tocarle ni una palanca dio con rocín Roures y don Laporta por el suelo en peligrosa caída europea.
Don Laporta, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, como en desvarío, dijo:
—No merecimos perder. Viva la posesió. ADN Barça. La Masía es el mejor aceite de oliva del mundo.
A lo lejos, Xavi Panza, atorado en su volcada y rucia Xavineta, gritaba con voz que recordaba a C. Tangana:
—¡Dígale vuestra merced que Dulcinea de la Champions es cruel, dígaselo!
Mientras tanto, don Laporta, muy castigado y sin escuchar las palabras de su escudero jardinero dirigíase al caballero teutón de la Blanca Luna:
—Dulcinea de la Champions es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la palanca y quítame la vida, pues me has quitado la honra nuevamente.
Mas el caballero de Múnich le perdonó la vida exigiéndole solo que se retirase a casa por un año, hasta la siguiente contienda de la Champions, para poder abusar otra vez de él con disfrute y denuedo.
Se escribieron ríos de tinta del enésimo descalabro culé. Mostramos aquí algunas publicaciones recién llegadas de la imprenta.
Observen vuestras mercedes que incluso el parcial Mundo Deportivo no tiene empacho en reconocer la realidad, aunque sea solo por una vez: “El Barça cae a la Europa League por segunda temporada consecutiva, víctima de su propia inoperancia”. Un incunable.
Junto a estos libros, han llegado también otros, como los conocidos Marca y As, que versan sobre andanzas de caballeros menores.
Ambas publicaciones narran la derrota del Cholo, el caballero de la pupa figura, que también pugnaba por conquistar a la deseada Dulcinea de la Champions. Simeone, sin embargo, no padece los problemas de dineros de don Laporta de Palanca y volverá a la posada donde se aloja repleto de ganancias millonarias pese al nuevo fracaso.
«Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así».
Pasen vuestras mercedes un buen día.
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