Do you remember me?

Un comentarista británico daba ayer quizás con el modo perfecto de narrar el gol de Bale: "Do you remember me? Let me introduce myself". Los grandes son así. De los grandes no puede uno olvidarse nunca; o dicho de otro modo, de los grandes puede uno olvidarse, pero solo como ejemplo de desnortada inconsciencia. Si por lo que fuera, alguien tiene la tentación de que falle su memoria (algo muy posible si uno es, por ejemplo, lector habitual del As), los grandes como Bale llegan para que, de un plumazo -de una gloriosa carrera y de un golpeo preciso e imparable- retorne el pasado con toda la brillantez de lo que en realidad viene siendo presente desde que Gareth se puso por primera vez la camiseta blanca.

Fíjense si será tal lo vívido de la actualización, que hasta Relaño no tiene más remedio que dedicar su portada a un jugador galés que costó 100 millones de euros, que apenas habla español y que corre más de lo que juega al fútbol. Fíjense si habrá sido sonada la vuelta de Bale, que Marca ha elevado consulta a la Real Academia y hasta a la Organización Mundial de la Salud para que redefinan lo que es una protrusión.

En resumen, parece que la expresión «rendirse a la evidencia» nació para hablar de Gareth Bale, aunque estamos seguros de que aquellos que empiezan a rendirse tan tarde, volverán a las andadas más pronto que ídem. No pasa nada. También estamos seguros de que el "Do you remember me?" será pertinaz y desafiante, y de que el "Let me introduce myself" no dejará de mirar a la cara de aquellos irredentos que prefieren mirar para cualquier lado -que prefieren inventarse incluso ese lado- donde al Madrid no le vaya tan bien como le va.

Take me to the other side, Sportivo. Un lugar donde hace no mucho el relato que cohesionaba a la comunidad era uno de hadas, princesas, posesión de balón, césped y una lección de ética estética con el pseudo delante y Xavi Hernández como sacerdote de la iglesia guardiolista. Pero ya no. Descanse en paz el tiki-taka. Crespones hoy en el Camp Nou por el fin oficial del cuento. Dios ha muerto, que decía Nietzsche sin sospechar que también hablaba del més que un club.

Las portadas catalanas del día ya reconocen su mero anhelo de pegada, su mundana necesidad de tridente, el olvido de lo que por un momento quisieron ser -y quisieron imponer- a mayor gloria de los niños de este mundo y del salvífico (y dogmático) lobocarrasquismo.  Llora Cappa, llora Winnie the Pooh. Ahora solo queremos marcar goles y ganar, y seguir enganchados a la Liga, por favor, y que hable Messi, por Dios bendito, y que marque Suárez, y el resultado, carajo, el resultado.

Resulta que los Reyes eran los padres también en Barcelona. La fábrica de chocolate cierra por inventario. Si no aparece la diferencia que marcan los de arriba, ni césped, ni posesión, ni pelota, ni toque, ni impostura del resultado, ni nada que echarse a la boca más que el crujir de dientes en forma de victimismo. El Barcelona ha venido aquí solo a ganar, queridos galernautas. No podemos contener nuestras lágrimas.