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Diarios del Cherengueti (4)

Diarios del Cherengueti (4)

Escrito por: Mario De Las Heras23 mayo, 2018
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Cualquiera hubiera dicho que hoy el Cherengueti se engalanaba. Al salir de mi tienda he notado algo distinto en el ambiente. Era como si hubieran atado banderolas a las copas de las acacias y hubiesen extendido alfombras sobre la tierra roja y caliente. Como si unos músicos imaginarios se preparasen para tocar una tonadilla de homenaje mientras el público se agolpa tras las vallas. El doctor Rydell, conductor del cotarro, lo anunciaba sin mayores preámbulos: Passepartout (lo llamaré así en recuerdo del mayordomo trotamundos de Phileas Fogg) iniciaba su duro viaje a Kiev.

Podía sentirse una suerte de inquietud animal. Como si se presintiese un terremoto: bandadas de pájaros que emprenden el vuelo repentinamente, manadas de ciervos nerviosos que observan a su alrededor por encima de las cabezas, perrillos de las praderas que entran y salen, histéricos, de sus madrigueras... Yo lo vi llegar, a Passepartout, con una camiseta del Madrid de los tiempos de Julio Verne al ritmo de un chacachá del tren que parecían pinchar sórdidamente unos mandriles.

Una de las cosas que acabo de aprender en mi todavía corta estancia en el Cherengueti, es que no debo salir bajo ningún concepto de mi tienda sin desayunar. Nunca se sabe con lo que se puede uno encontrar ahí afuera, aunque normalmente suele ser algo como la cazalla. Al ver a Passepartout de esa guisa y en ese entorno me sorprendió una inesperada flojera en las piernas que me hizo caer de rodillas mientras podía oírle, a Passepartout, decir que tenía un barullo de cosas en el estómago de las que pude oír hasta el ruido al removerse.

Yo me sentía indispuesto, pero eso no me impedía compartir la emoción que inundaba la escena. Rafiki, a quien llaman el Loco, desde su roca, afirmaba que se avecinaba una hazaña, y preguntaba retóricamente al héroe si dominaba todos los idiomas. Passepartout, por supuesto, los domina todos. Es un hombre preparado para comer en los merenderos, caminar por las cunetas y dormir en los transportes públicos. Sólo cuando al fin se despidió y emprendió la marcha, yo pude incorporarme a duras penas y entrar en mi tienda para reponerme.

Todos estaban felices por la aventura menos Nikita. Nikita es un habitante del Cherengueti de la facción de Calcetines y de Kim de la India que en realidad no sabe que es un espía ruso, o ucraniano. Recuerdo que la primera vez que lo vi en el Cherengueti estaba al lado de Karma (una especie de sacerdotisa culé de la que hablaré en próximos capítulos) en actitud inmóvil mientras ella hablaba. Parecía un guardián, un sirviente, un esclavo; e incluso me imaginé que les unía una cadena invisible de muñeca a muñeca como a Jabba el Hut y la princesa Leia.

Pero Nikita habla. Y muy solemnemente a pesar de que sólo repita lo que dicen otros como si lo hubiera dicho él primero. A veces en el Cherengueti el espacio-tiempo es fluctuante. No hay normas, ni siquiera de la física. Passepartout se marchaba y ahora sonaba el Caminante, de Machado, cantado por Serrat: la camiseta decimonónica de bocadillo de lomo del viajero, el rostro intrigante (la mirada acero azul) de Nikita, la sonrisa astuta del doctor Rydell y, de repente: Barry Lindan.

Para que se hagan una idea es como estar en una discoteca escuchando un remix de Lykke Li y que de pronto suene un pasodoble. O al revés. Yo no sé si Barry Lindan es un remix o un pasodoble. puede que las dos cosas, pero el caso es que en el Cherengueti le ponen una silla al lado de la hoguera y Lindan se pone a contar historias que hacen bufar a la sabana entera.

Sacó a Griezmann a relucir y a Nikita de la impresión por poco le sale el acento ruso a propósito de su fichaje por el Barsa. Nikita tiene esa enfermedad culé extendida en el Cherengueti. El síntoma más claro es que cuando se menciona a Messi todos los afectados se ponen a hablar como Antonio Gala, bien se llamen Nikita, Karma o Calcetines. Les sale poesía dulzona (les sube el azúcar) y recuperan algo de la alegría perdida. Pero es algo efímero. Enseguida miran a Kiev con desconfianza, que es como miran al valeroso Passepartout cuando les sonríe con su característico bigotito supra labial.

Cuando salió Morata a colación, Tommy despertó. Tommy hasta entonces había estado presente pero sumido en un letargo impropio, quizá por estar muy pendiente de la partida gloriosa hacia la tierra de Nikita de su colega Passepartout. Barry Lindan contó espeluznantes historias como que el PSG quería fichar a Benzema, o que el Barsa iba a apostar por Pogba, lo cual el venerable Rafiki consideró una provocación de Barry Lindan y pidió por ello explicaciones al doctor Rydell, que se frotaba las manos.

A propósito de los posteriores y habituales ataques de Lindan a Benzema, saltó Cary (dad) Grant para defender la importancia del nueve madridista hasta que se conectó en directo con la llegada de Passepartout al Bernabéu. Yo en ese momento ya no era un explorador sino un oriundo más del Cherengueti. Puse incluso las manos al calor de la hoguera, despreocupado, al mismo tiempo que Passepartout llegaba al Bernabéu y se abrazaba a él, a sus puertas, y decía cosas como “esto es lo que le da sentido a la vida”.

Yo trataba de averiguar quién de los presentes le había pasado el peyote a Passepartout y sospeché del taimado Rydell, que decía: “Bravo, bravo” ante tan terrorífica escena. Consciente al fin del peligro debido a mi cercanía con los cherenguis (el gentilicio del Cherengueti es cherengui), me fui escabullendo poco a poco, alejándome del círculo donde Tommy empezaba a rugir ante las incipientes bravatas de Nikita.

Ya al fin apostado en el campamento pude ver la multitudinaria llegada de Passepartout a Cibeles, a cuya serena estatua le espetó cosas como: “Voy a traerte lo que más te gusta”, o “Eres más guapa que la madre que te parió”. Pensé que cantaba reggaetón (cosa nada improbable en el Cherengueti), y entonces me santigüé por inercia, totalmente escandalizado (temiendo que fuera a cometer, además, algún acto obsceno), y culpé a Rydell, como una vieja galdosiana, de aquel espectáculo intolerable: el acoso de un mortal a una diosa, sin acabar de asimilar que Passepartout ya no es un mortal sino un héroe griego, que finalmente entraba en Atocha (acompañado de su compañero de aventura) como Rick y el capitán Renault se despedían de nosotros en Casablanca.

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

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5 comentarios en: Diarios del Cherengueti (4)

  1. Imagino a Barry Linda haciéndonos partícipes de esos secretos que sólo él conoce, al amor de la lumbre encendida en el campamento, y es que me estremezco.
    El duro héroe homérico recorriendo su camino de ida y vuelta a Itaca, partiendo de Atocha, no tiene precio.
    La fauna que habita el Cherengueti, necesitaba a alguien que la estudiara como usted.
    Espero impaciente sus revelaciones sobre la sacerdotisa Karma.
    Saludos.

  2. Me parto....es divertidísimo......lo de Passepartout es mortal de necesidad jajaajajajaja...tal cual....jajaajajaj....

    Lo ambienta tan bien Mario que me entran una ganas tremendas de irme al Cherengueti o a Kenia a vivir Memorias de África a la usanza de la Galerna.....igual un día de estos aparece por este Cherengueti un Robert Redford a la usanza del Cherengueti jaajajajaj...

    Barry Linda también me ha matado jaajajajajaja....y la sacerdotisa jajaajaj...pero aún hay tres personajes que no pillo...tendré que ver el programa algún día para ver si se me enciende la luz.

    Saludos

  3. Nikita es un personaje completamente insulso. Yo creo que está puesto en el Cherengueti como muñeco del pim pam pum.

    Don Mario, por favor, no se meta usted con la camiseta de Passepartout, que, si no me equivoco, es la de Teka, la de la séptima.

  4. Tiene mucho mérito lo de internarse cada noche en el Cherengueti, un lugar tóxico y alienante... y lo dice alguien a quien le costó lo suyo dejar de hacerlo 🙂

  5. Como no tengo la costumbre de ver semejante bodrio de programa ( si se le puede llamar programa a esa cosa ) no llego a identificar a algunos de sus personajes !
    No estaría mal una guía cherenguitera !
    Ó un censo de personajillos!
    Un saludo Mario

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