23 de marzo de 2020
Acabó un fin de semana en el que el virus atropelló a Lorenzo Sanz y la familia madridista arropa a sus familiares y amigos con incontables recuerdos de cariño hacia el presidente responsable de quitar de un plumazo la timidez europea al Real Madrid finisecular. Descanse en paz.
En el ámbito de lo cotidiano, lo más reseñable del sábado y el domingo fue el nuevo traspiés del equipo frente al Valencia, que no pasó del empate en casa, desaprovechando el tropiezo del Barcelona frente al Leganés, y un pollo asado de categoría superior que preparé para la familia. Casi a la altura de mi pollo, se encuentra el Torneo FIFA #LaLigaSantanderChallenge organizado por Ibai Llanos, vencido por Marco Asensio y ganado por la sociedad; el evento ha recaudado miles de euros destinados a la lucha contra el coronavirus. Hasta en lo virtual afloran las virtudes madridistas y se vence, seguro que sin jugar a nada también. Incluso en un torneo de videojuegos, algunos se quejaron de que el árbitro favoreció al Madrid, hecho que viene a demostrar la escasa validez de esta cantinela repetida desde la frustración.
Pese a la escasa actividad de gran parte de la sociedad, el lunes comienza de repente al abrir los ojos y llega más tempranero que aquel gol de Ronaldo al Mono Burgos. Con respecto al lunes anterior, parece que han transcurrido más de siete días, incluso más de ocho, como en el Eight days a week de los Beatles. En una semana se han producido cambios sociales que se miden en tiempos geológicos. Nos costará más esfuerzo explicarlos que integrarlos. Hemos vuelto a comprobar por enésima vez que nadie escarmienta en cabeza ajena, vemos con incredulidad repetir errores nuestros a otros países con un pequeño desfase temporal.
En casa, mis padres siguen dando largos paseos por la mansión para mantener el tono muscular. Mi padre le ha hecho un dorsal a mi madre con un 2 y publicidad de Teka. Tenemos que averiguar si se trata de Chendo, Panucci o Michel Salgado.
El espíritu futbolístico viene de serie. Desde casa de mis abuelos maternos se veía el campo de Las Margaritas, el anterior campo del Getafe. Y una bisabuela paterna tuvo un equipo de fútbol con suplentes y todo. Dio a luz 18 hijos, toda una convocatoria. Mi abuelo era el mayor y se encargaba de cuidar a varios, por lo que cuando se ponía a jugar al fútbol con los amigos, ponía a los niños pequeños a modo de poste para delimitar las porterías. Siempre escuché que se referían a él como Garri, pese a llamarse Juan. El motivo es que siempre subía las escaleras muy rápido, incluso de mayor, por lo que le pusieron el mote de Garrincha.
Por contrapartida a los estragos vividos, se observa con optimismo cómo luchan y se movilizan las personas para dar solución a problemas que se nos echan encima más rápido que un estornudo. Las redes sociales son un hervidero de EPIcultores que se organizan para diseñar, producir y distribuir respiradores, mascarillas o viseras con impresoras 3D, máquinas de coser o la aguja y el dedal de la abuela.
Vivimos días enteros como los últimos minutos de la final de Champions del 2002, con Casillas evitando el desastre moviendo brazos y piernas a 7500 revoluciones por minuto. Con la diferencia de que en esta ocasión, la volea de la victoria de Zidane no vendrá antes, sino después de salvarnos.
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