24 de marzo de 2020
Martes de marzo. El día de hoy tiene nombre de bossa nova. Al igual que mi estupidez y el universo, mi cuerpo se expande. Por suerte, la casa es pequeña y no podrá inflarse mucho. De todos modos, siempre podré acudir a Humor Amarillo vestido de luchador de sumo.
El aumento de corpulencia o el estar fuertecito, como dicen las abuelas, no ha sido problema para muchos grandes jugadores. A bote pronto, se me vienen a la cabeza Puskas y Ronaldo, que no estaban gordos, pero sí fuertecitos. Sin embargo, es probable que hayan sido dos de los futbolistas que más pavor fundado han causado siempre a nuestros rivales. Pancho Puskas propinaba un puntapié fortuito a un salmón en pleno desove y marcaba un gol por la escuadra contra el Eintrach de Frankfurt. Por otro lado, hay quien dice que ha visto a Ronaldo tirarse por un tobogán del Aquopolis y marcar un hat trick sin querer y sin echarse protector solar.
La peculiar panadería-quisco donde acudimos está regentada por una pareja sexagenaria de gañanes que rozan la oligofrenia. En un primer momento, esta condición puede parecer un impedimento, sin embargo, la incapacidad para plantearse disyuntivas, dudas, opciones, les ha propiciado seguir un camino prefijado alejado de cualquier disfrute, pero muy seguro para llevar una existencia acomodada. Son una forma de vida basada en el carbono y en el instinto, muy poco matizado por la evolución, eso sí, pero justo por eso más útil en tiempos convulsos. Con bolsos alejados de la discreción suele vérsele a ella. Pasó de tener el aspecto de una viuda de postguerra a unas pintas que parecen una conjunción de Belén Esteban y un coche de tunning. Es del Atleti y lleva uñas postizas, pestañas postizas y humildad prestada. Él es del Madrid, con chándal del Madrid, politono del Madrid y una inercia vital que hace que descarrile cuando la conversación toma una dirección inesperada.
Leo por encima que el Barcelona se plantea un ERTE y que el Madrid realizará una donación importante en materia sanitaria. Sobre este aspecto no tengo autoridad moral para emitir un juicio más allá de lo obvio; aún queda mucho y es probable que me tuviera que volver a comer las críticas o los halagos.
A mediodía, comemos lentejas tres metros por debajo de las tejas. Riquísimas. Por la tarde me llama la tutora de la carrera. Suele hacerlo cada pocas semanas para interesarse y ofrecer ayuda. Me comenta que estamos todos los alumnos al día en la entrega de trabajos, alguno incluso lo ha entregado antes de que lo propusiese la profesora. Una disciplina arbeloesca. Inaudito. Temo que a este paso aprobemos todos.
Por la noche preparo para cenar unas verduras a la plancha que vuelven a quedarme espectaculares. Para contrarrestar tanta salubridad, toda la familia procedemos a engullir rápido y sin casi masticar mortadela, chorizo, salchichón y queso de untar envueltos en pan. Al cabo de un par de horas, el recebo no me es suficiente y acudo a la cocina a cazar dos magdalenas a las que someto con Nocilla.
Me propongo llamar mañana a Florentino y pedirle el teléfono de Pintus, ahora que ha quedado libre, para que ponga coto a mi físico. Este tipo es capaz de ponerte en forma para ganar tres Champions seguidas o convertirte en un Puskas y quedarse tan Pancho.
Cuídense.
Ja ja jaaaaaaaaaaaa. Muy bueno. Todo.
Espectacular!