9 de abril de 2020
Jueves Santo confinado. Cuento los días en alveolos vacíos de blíster de pastillas. La farmacia ayuda a resistir del mismo modo que Camacho aupaba al equipo cuando se venía abajo tras una derrota dolorosa.
Hoy decido no hacer nada, salvo respirar y la comida. Al cabo de un par de horas me doy cuenta de que también tengo que ir al baño de vez en cuando e ingerir líquidos. Ojo, no mezclar ambos actos en uno. Lo anoto para que no se me vuelva a olvidar.
Preparo unos champiñones para comer que resucitarían a Mario Bros. Después, mi hermano y yo decidimos ver películas sublimes. Empezamos con Hot Shots! Muchos de estos films parodia son mejores que los largometrajes que caricaturizaban y tienen más talento en un solo diálogo que cintas serias enteras. El humor tiene un estatus menor en el cine que el drama o la épica. Nunca lo he entendido, pero me da igual que así sea. En la vida ocurre tres cuartas partes de lo mismo, hecho que no es extraño porque, por mera casualidad, el cine también forma parte de la existencia. Cedo con gusto esa severidad impostada para quienes se toman a sí mismos demasiado en serio.
Hot Shots! atesora escenas sublimes que suelen coincidir con las apariciones en pantalla de Lloyd Bridges. Mi hermano comenta que cada diálogo suyo con Kevin Dunn es como un advenimiento de Zidane. Sus secuencias dejan un sabor de boca similar a los controles y repartos de juego que efectuaba el galo. Por si fuera poco, la película es como una precuela del casting de Dos hombres y medio. Lloyd Bridges no tuvo bastante con deleitarnos con papeles geniales, sino que además contribuyó a que naciese El Nota como padre de Jeff Bridges que es. Solo por este último hecho tendría que haber recibido una pensión vitalicia a cargo de la ONU. Hecho que habría justificado la existencia de esta organización.
Tras Hot Shots!, vemos Hot Shots! 2, que no tiene el talento de la primera, pero sí escenas inolvidables como la de Gerónimo, el indio, saltando en paracaídas o la del pollo tirado con arco.
Para cenar, tuneamos unas pizzas con más ingredientes, las horneamos y engullimos en un momento. Es hora de decidir qué film seguimos viendo. Gana por goleada Un, dos, tres de Billy Wilder. Esta película es como el Madrid de Mourinho. Tiene un ritmo frenético que no decae en ningún momento. Pareciera que el entrenador portugués estuviese en la banda junto a Wilder dando consignas de manera continua a James Cagney para que no se relajase. Y, no contento con eso, mandase a calentar a Jack Lemmon para que el bueno de Cagney no decayera por miedo a ser sustituido en el minuto setenta de la película. Los actores entran y salen de escena al primer toque. La cinta es una embestida continua de contraataques mouriñistas con el reparto disfrazado de Ozil, Di María, Benzema y Cristiano, pero en blanco y negro.
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