Martes 17 de marzo de 2020.
De ayer a hoy solo ha trascurrido un día; el calendario sigue afinado. La capacidad de concentración se resiente porque el cerebro va cerrando los compartimentos menos necesarios y las tareas no imprescindibles se tardan más en realizar. Por contrapartida, no se pierde tiempo en debates absurdos y se dispara al problema al primer toque, como si Hugo Sánchez estuviese al mando de las decisiones.
Tostadas bien restregadas con ajo, aceite fuerte de Jaén, sal y tomate. Virus no sé, pero como entre un vampiro en casa, fenece ipso facto. Ante el enclaustramiento, nos hemos propuesto comer sano y mi padre ha realizado marcha militar por casa durante cuarenta minutos como si le dirigiese el mismo Fabio Capello. Es lo bueno de disfrutar de la amplitud de un palacio de 50 m2. Es probable que la vecina de abajo no haya recibido con entusiasmo el terremoto producido por la media maratón sobre su techo, pero como es una persona boba y mezquina, que se aguante, que salga si se atreve.
En mitad de la faena caigo en que cuando acabe el encierro se habrá perdido la carga de las baterías de muchos coches y los señores que vienen a arrancártelo (el coche) con un artilugio de estos que siempre lleva su propia energía, como los P. Tinto, no van a dar abasto. Se me ocurre en invertir en señores de estos para ganar algún dinero, pero desecho la idea de manera inmediata al comprobar que dispongo ahorrados un total de cinco euros con treinta céntimos y no me llega ni para comprar el meñique de uno de ellos.
Siguiendo las recomendaciones de la OMS, mi madre ha bordado para comer unos callos con garbanzos, lo que me trae a la cabeza el estado de forma de Marcelo y Hazard a la vuelta de todo esto. Fuentes del club me filtran que Zidane ha contactado con Telecinco y ha dado cincuenta euros de señal para reservarles plaza en la próxima edición de Supervivientes. Dice que es la manera más rápida de que recuperen la línea.
Después de comer me duermo y siento frío por primera vez desde diciembre de 1984, unos días antes de aquel 6-1 al Anderlech en Copa de la UEFA con tres goles de Butragueño con el número 8 a la espalda; el 7 lo portaba Sanchís que abrió el marcador. Creo que Míchel ese partido lo jugó con el 2, pero de eso no estoy seguro. Casi todos esos partidos los arbitraba el francés Michel Vautrot, que se parecía al camarero de Irma la Dulce con veinte kilos menos.
Tras la siesta, sigo con mis tareas mientras el runrún coronavírico trabaja en segundo plano consumiendo recursos del sistema y formando una postura en mi cabeza acerca del asunto que sé que en cuestión de días o incluso horas será equivocada. Hace tiempo que estoy seguro de que casi todo lo que piense, tarde o temprano va a resultar derogado por la realidad, como cuando creía que Modrić no era tan bueno al principio de llegar al Madrid, pero es imposible vivir sin pensar algo. Sin embargo, es aconsejable no quedarse atrapado en el error y bastante recomendable para la convivencia no vivir arrojando errores propios o ajenos a la cabeza de los demás, que tienden a apartarse, por instinto de supervivencia y por hartazgo.
Un tuitero amigo ha compuesto una canción de Santana en un momento y me la envía para que escriba la letra a colación de un tuit de otro amigo tuitero. El maldito músico la ha clavado. Cancelo dos ejecuciones y tres comuniones que tenía previstas estos días para sacar tiempo y poder poner letra a esa música.
No abandonamos la intención de comer sano que nos hemos propuesto hoy y para cenar tomamos unos canapés con tomate y anchoas y de aperitivo oreja a la plancha con pan a granel. Todo ello regado con un excelente Vegas del Rivilla, un vino cumbre que venden en garrafa de plástico de cinco litros para despistar. Para no hablar siempre de la tradicional bicefalia del PNV, durante la cena decidimos tratar un tema más profundo y mi hermano comenta que el corresponsal de Antena 3 en Bélgica parece que tiene el pelo alquilado y mi padre que ha visto a José Manuel Parada, el de Cine de Barrio y ahora se peina como Tintín.
Cuando se agota la batería, con dos minutos de tiempo añadido, el colegiado Michel Vautrot pita el final del día.
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