31 de marzo de 2020
Martes. Leo una noticia que informa que Seat comienza a fabricar respiradores en serie a partir del motor del limpiaparabrisas del León. Gran noticia, por fin, miles de recuperados gracias a este aparato podrán salir a la calle sin paraguas cuando llueva con las gafas puestas sin perder visibilidad, aunque deberán extremar las precauciones cuando vayan al zoo, estos felinos son muy rencorosos. Una vez que la pandemia quede atrás, miles de personas cambiarán su peregrinaje a Lourdes por una visita a Martorell.
El mundo está sobrecogido por la crueldad de este virus que obliga a los afectados a lidiar con él sin sus seres queridos. Por suerte, acompañados por el personal sanitario, que tienen un peso específico en la sociedad equivalente al de Casemiro en el Real Madrid. También es cierto que habrá pacientes para los que sea un descanso la imposibilidad de recibir visitas, incluso alguno preferirá fenecer antes que volver a casa con su pareja y tener que sufrir sus reproches día tras día. Sin dudo, estos casos, junto a las curaciones, nos llenan de esperanza a todos.
Nuestras certezas cambian de manera apresurada. Marzo se ha quedado obsoleto sin apenas utilizarlo, solo lo hemos sufrido, como le ocurrió al Madrid con Drenthe. Quien no sepa adaptarse lo va a pasar mal y en lugar de apartarse o ayudar, se dedicará a esparcir resentimiento como suelen hacer los ex presidentes del Gobierno y de equipos de fútbol, salvo excepciones de agradecer. Recordemos que es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde. Viva el vino.
Mi padre sigue con su entrenamiento personal y dice que cuando se reanude la competición, estará para salir en el minuto 70 por Benzema. Mi madre se mueve también, pero no estará para jugar, aunque podría desempeñar la función de Chendo. Yo, sin embargo, estoy a punto de tener que inyectarme heparina en la tripa y mi hermano se ha adherido al sofá como un liquen a una roca húmeda en umbría. No se veía cosa igual desde Mágico González, que a veces jugaba los partidos durmiendo para no tener que levantarse de la cama.
Sé que he cenado, pero no recuerdo qué. El olvido me abre el apetito y me zampo tres arbolitos de coliflor rebozada como si fuese una jirafa glotona.
Sin saber por qué —aunque lo más probable es que haya visto alguna referencia a ese acontecimiento y ahora venga a mi cabeza como un pensamiento propio de manera errónea, mas no malintencionada, al modo del plagio de Harrison en My sweet Lord—, rememoro el partidazo de Redondo contra el Borussia en el 98, en la vuelta del famoso encuentro en el que una portería del Santiago Bernabéu sufrió una lipotimia y no hubo más remedio que realizar un trasplante de un terreno de juego donante vivo que se encontraba en la Ciudad Deportiva, junto al hospital de La Paz. Recuerdo pocos jugadores cuyos movimientos futbolísticos me hayan producido un grado de placer cerebral, similar al obtenido del disfrute de la música, como Fernando Carlos Redondo Neri. Quizá Zidane.
Día 1
Día 2
Día 3
Día 4
Día 5
Días 6, 7 y 8
Día 9
Día 10
Día 11
Día 12
Días 13, 14 y 15
Gracias señor Palomares, lo echábamos de menos.
Otro voluntario para el puesto de Chendo.
Gracias a usted, don Ángel. Un abrazo.