26 de marzo de 2020
Otro día más. La existencia es inexacta y cambiante como la línea del nacimiento del pelo de Iván Helguera. No confundir con La Línea de la Concepción, que es la ingle. Lo único estable es el desayuno, aunque el café se ha terminado, solo queda del soluble. Es buena señal, lo malo sería que solo hubiese del irresoluble.
Hablando de disoluciones, el Barcelona ha anunciado que realizará un ERTE, ¡arsa!, sin acuerdo aún con la plantilla del primer equipo de fútbol. Por su parte, el Real Madrid, en colaboración con el Consejo Superior de Deportes, pone a disposición el estadio Santiago Bernabéu como centro de aprovisionamiento y distribución de productos sanitarios estratégicos, bajo la supervisión del Ministerio de Sanidad.
Durante una época pensé que el Consejo Superior de Deportes se dedicaba a recomendar acciones como calentar antes de jugar al fútbol, estirar después o no olvidarse de ejercitar el tren superior. Luego vino otra época en la que creía que ejercitar el tren superior significaba militarizar el AVE y que lo condujese Soldado. Y después vino el confinamiento, tal vez como castigo por tanto crimen de lesa humanidad. Ni Dostoievski. Apunte para mañana: ventilar más tiempo la habitación para propiciar que salga el gas radón que se acumula de forma de natural en las viviendas y trastoca las neuronas.
Llevo bien el confinamiento y todo lo que ello conlleva. Lo que más me ha afectado es a la capacidad de concentración, me disperso. Veo a mi hija en vídeo y constato que ha crecido una longitud exacta de 37,5 cm en dos semanas. Seguro que está comiendo papel higiénico del bueno, que tiene muchas vitaminas y da muy buen rollo. Le pediré la receta a su madre.
La tarde sigue surrealista. Por lo visto, hay revuelo en Twitter con un tal Lacambra. Tras explicarme una persona en qué consistía la controversia, salgo reafirmado en mi primera idea de que Lacambra es un excelente nombre de motocicleta italiana, aunque no tire al monte. Después de esto, veo un anuncio de neumáticos que afirma que su carga puede ser cincuenta veces mayor que su propio peso. De inmediato pienso en David el Gnomo, el cual relaciono con Lukita Modrić, uno de los pocos jugadores excelsos que ha luchado siempre como si no lo fuese. Es como un pequeño Golf GTI que sobrepasa a Ferraris que quedan varados al más mínimo badén o a todoterrenos lujosos que vuelcan en las curvas.
La tarde desemboca en la cena. Preparo un revuelto de ajetes, también conocidos como ajos tiernos. Mi hermano apunta con acierto que es un típico primer plato de bar de currelas: establecimiento hostelero al que acudimos los seres humanos con escaso poder adquisitivo cuando tenemos que comer fuera de casa durante la jornada laboral. Al igual que la respuesta frente a la crisis sanitaria de los dos equipos grandes de España, estos bares son heterodoxos, conviven unos de comida casera y buena calidad con otros para salir huyendo en los que sirven filetes duros de manga ranglan. Eso sí, ambos comparten una característica; a cambio de un módico precio, ofrecen primero, segundo, postre y una botella de vino entera. Huelga decir que el vino suele ser el más económico que les permiten comprar, pero con el grado de toxicidad suficiente. Volviendo a mi revuelto de ajetes, todos coinciden en lo bueno que está, hecho que no me sorprende en absoluto porque cocino muy rico. Es un dato tan objetivo como la calidad de Modrić, pero con más salero.
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