Día 26
Llega el viernes con ese placer que solo aporta lo bueno e importante de la vida, como por ejemplo una botella de vino o una transferencia recibida.
He vuelto a “perder” el coche, no sé dónde está aparcado. He probado varios métodos para recordar el lugar en el cual estaciono, pero se me olvida también aplicarlos. Me desespera esta incapacidad, imagino cómo se ha de sentirse Messi.
Apenas ha anunciado el Madrid el acuerdo con Endrick y a los antis se les ha atorado algo en la garganta. Los que ficharon a Neymar de la manera que todos sabemos y pagando más de lo que imaginamos dicen no sé qué de que el Madrid ha roto el mercado. Otros seguidores de los mismos lares están a vueltas con el asunto de los menores, sin embargo no leo que en ningún momento hablen de Albert Benaiges.
El Madrid como medida del odio que asola a los mediocres.
Día 27
Hoy celebramos la comida de Navidad de La Galerna. Nos reunimos en La Bola, aquello que Alfredo Di Stéfano echó al pasto y sobre lo que edificó la Leyenda Blanca. El menú es ligero: cocido y buñuelos acompañados con nata. Y de beber, albóndigas. Terminaremos haciendo honor al nombre del establecimiento.
Nos colocan frente a una fotografía del Cholo. Aunque dé grima, siempre levanta el ánimo observar a gente más fea que tú. Frente a Simeone y en lugar más noble y elevado nos contempla el Real Madrid 92-93 ,como el minuto, aquel al que Mendoza y Floro vistieron de marinerito y terminó naufragando en las islas desafortunadas.
La comida transcurre sin apenas posesión de las viandas, que son ejecutadas al primer toque sin compasión pero con vino. La tarde se prolonga, pero los más serios y responsables nos retiramos a nuestros aposentos a una hora prudente. En cambio, un grupúsculo de indecentes galernautas alargan la diversión hasta la noche, si bien es cierto que nos regalan una bella imagen del Bernabéu.
Quiero aclarar que las fotografías de este día han sido tomadas y compartidas sin el permiso correspondiente.
Día 28
Hoy es un buen día porque acaba el mundial del oprobio. El último trago es aguantar a Messi o a Mbappé levantando el trofeo. Los primeros ochenta minutos del partido son un sopor, tan entretenidos como el funeral de una acelga. Deschamps es un cafre también como entrenador.
De repente aparece Mbappé y dice que qué pasa, que a él le habían prometido también el mundial cuando dio plantón al Madrid. Empate y prórroga. Se llega a los penaltis porque el árbitro no ve una mano de Argentina en el área, frena un contragolpe claro de Francia al no aplicar la ley de la ventaja y un galo torpe se marca un Salinas en el último suspiro.
Argentina gana porque Francia, además de entrenador, carece de portero. El penalti decisivo lo marca Montiel en honor a Saritísima y corre a celebrarlo contra un molino de viento de Campo de Criptana.
La gente se define por sus actos, en especial cuando gana. El Dibu Martínez acaba de ganar un mundial y los primero que se ocurre es hacer un gesto obsceno con el Guante de Oro. El jeque lo mira con indisimulado deseo.
El exjugador Agüero, que al parecer piensa que él ha ganado algo, se graba insultado a Camavinga y lo sube a las redes sociales. Por último, y siguiendo la estela de su guardameta, Messi acepta ponerse un picardías negro para recoger la copa del mundo.
Dicen que la bata transparente se llama Besht y la portan los ministros y personas importantes de Catar. Sin embargo, parece que Messi se disfruta con su copa vestido de negro sobre los 6500 esclavos que literalmente murieron bajo sus pies sin que le importara mucho. No solo no levanta la voz ante la ignominia, sino que baila el agua a los responsables de ella. Quizá tenga algo que agradecerles.
También tiene algo cañí la imagen. Messi parece una folclórica porque Messi es un poco Pantoja. En dos sentidos: uno físico, su parecido y su aspecto de persona inteligente nada tienen que envidiar al de Kiko Rivera Pantoja; y en el sentido de la personalidad, similar a esa forma de ser callada y rencorosa que transmite la tonadillera.
Se acaba el mundial de corrupción y muerte de Catar. Salgo a caminar por la noche para correr un tupido velo y quemar los garbanzos del día anterior. El coche aparece junto a casa, además de despistado, cegato.
Según paseo entre árboles siento que se me enamora el alma, se me enamora, porque en breve parte de nuevo un velero de luces cargado de sueños, el Real Madrid.
Getty Images.
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