Tras el doloroso triplete del Barcelona, la pretemporada del Madrid no empezó mucho mejor. El controvertido fichaje de Benítez sucedía justo a continuación de la discutible destitución de Carletto. Por si fuera poco, el club blanco vivió la convulsión provocada por la salida de Iker Casillas y el tremendo desgaste que originó la renovación de Sergio Ramos. El verano vivió su remate macabro con el famoso episodio del fax que no llegó a tiempo y dejó a Keylor Navas en la capital y a un taciturno De Gea en Manchester. El Madrid corrió el riego de haber herido de muerte al portero que le tenía que resolver la difícil tarea de ocupar la portería en la época post-Casillas.
El equipo empezó la temporada con algún pinchazo y pronto los altavoces mediáticos se empezaron a hacer eco de las primeras diferencias de los jugadores con Benítez. Probablemente en ese camino se quedó James, que a sus diferencias con el entrenador madrileño unió una inoportuna lesión con la selección cafetera que le apartó dos meses de la competición.
Otro ilustre miembro de la BBC pasaba por momento complicados. En noviembre Benzema resultó imputado por un todavía supuesto caso de chantaje a su compañero Valbuena. La presión de muchos medios se centró en el Madrid exigiendo la inmediata suspensión del delantero francés. Poco importaba la presunción de inocencia o que, en otros casos penales, esos medios hubieran optado por una línea más garantista de los derechos que a todo imputado le son inalienables.
Durante este primer tramo ya se sucedían las lesiones que impedían que el equipo cogiera el ritmo y la confianza necesaria. Llegó el veintiuno de noviembre y con él El Clásico que pondría fin de facto a la etapa Benítez. Todo lo que ocurrió hasta su despido definitivo podría haber formado un capítulo anexo a la excelente obra de Gabriel García Márquez (Crónica de una muerte anunciada).
Podía parecer ya bastante para una sola temporada, pero sólo unos días después el Real Madrid era eliminado de la Copa del Rey por alineación indebida de Cheryshev. Sobre este tema ya hemos hablado mucho en La Galerna: tanto del evidente error del Real Madrid como de que, en puridad, hubo un error formal en la notificación de la sanción por parte de la Federación. Todo ello trufado por la fundada sospecha de que existieron presiones para condicionar la sentencia del TAD.
La ilusionante, aunque muy precaria, llegada de Zidane fue recibida por parte de la fatalidad con una sanción FIFA. Ante la incredulidad del Real Madrid y de la razón, el organismo mundial que rige el fútbol ponía en tela de juicio, entre otros casos muy sorprendentes, la contratación de los hijos de Zidane.
La persecución a James a 200 por hora ya no sorprendió a nadie dados los antecedentes relatados anteriormente, que bien podrían conformar un artículo de sucesos. Estaba claro que no era el año del Madrid y que la figura de Zidane se quemaría de forma más que prematura. La debacle de Wolsburgo confirmó todos los malos augurios para alguien que no conociera qué es el Real Madrid y que no asumiera como cierto el que, vista la exhibición de fe protagonizada días antes en el Camp Nou, algo ya había empezado a cambiar.
De la remontada de Wolfsburgo hasta el final, en Champions pero igualmente en Liga, todo lo que el Madrid ha protagonizado ha sido un puro ejercicio de madridismo. Con mejor o peor juego, los jugadores se han comprometido a honrar la historia de la institución. Su titánico esfuerzo no sirvió para ganar una liga que estaba imposible, pero sí sirvió para expiar ciertos pecados del pasado que llevaban al equipo a la relajación ante la cercanía del entorchado europeo.
Seguramente esa dignidad y orgullo reforzado el sábado les permitió primero resistir y después dominar, con ocho jugadores sanos, contra un dignísimo Atlético. Probablemente esa fe renovada ayudó a empujar a la red cada balón chutado por unos jugadores que apenas tenían ya aliento pero su rostro rebosaba confianza.
No ha sido un año fácil, claro que no. Los madridistas lo hemos pasado muy mal y hemos convivido de forma constante con la adversidad. Pero ser del Madrid te obliga a creer que tras superar la adversidad al Madrid siempre le espera la gloria.
Lo mejor de la final, encarnación del espíritu irredento y la fe del Madrid a los que se refiere el artículo, en mi opinión, fue la prórroga, en que con varios jugadores muertos el Madrid fue superior,y las sonrisas relajadas de Zizu y CR antes de los penaltis... El estilo del Madrid sólo es uno: ganar finales.
Un abrazo a todos
Bello relato de lo sucedido en este año, para un observador poco avezado en el Madridismo, este año era irrescatable, para los que amamos al Real Madrid irremediablemente y sin otra razón que la pasión, veíamos con los ojos la tortura a la que fuimos sometidos, pero con el corazón mantuvimos la fe, cuando en febrero fuimos objeto de burla, con más amor nos enfundamos la blanca, para desde el otro lado del mundo aportar vibraciones positivas y mostrar que real Madrid no es una moda ni una pasión de momento, es un sentimiento que nos empuja a vivir con alegría. y más que nunca sentiros parte de una familia distribuida por el mundo, pero unida por un lazo irrompible. Hala Madrid y nada más
Aparte de la épica, la suerte en los sorteos, la genética ganadora, la capacidad para ganar a pesar de todo en circunstancias difíciles y todo eso de lo que se está hablando, que no digo que no exista ni tenga su influencia, pero que no lo explica todo, nada de eso habría ocurrido si no hubiese habido detrás una gestión deportiva, si no de sobresaliente, sí por lo menos de notable. El Madrid tenía un equipazo al principio de temporada, bien equilibrado en todas sus líneas.
Muchos se darán de cabezazos contra la pared con tal de no ver lo obvio y de disfrazar de "periodismo honesto" lo que no es más que mal periodismo y antimadridismo. Pero la magia no existe y no que gana una copa de Europa por casualidad o simple "ADN ganador".
Saludos.