“En el día de hoy, reunidos en consejo plenipotenciario todos y cada uno de los miembros lozanos y vigorosos de la Junta Directiva, el Real Madrid Club de Fútbol se declara independiente de todo poder estamentario nacional y supranacional, y fuera de toda jurisdicción administrativa existente en la industria balompédica. Del mismo modo, el Club se declara amparado por sus 113 años de éxitos deportivos e institucionales, y por su tradición secular de pioneros en el ámbito de la incardinación social del fútbol como escuela y negocio, para ejecutar cuantas acciones estime oportunas en la defensa, garantía y proyección de su patrimonio tanto material como humano.”
Esto es lo que yo haría, en primer lugar, si mañana me eligiesen presidente del Madrid. Aunque sólo fuese un órdago para asustar a los jefes de la UEFA y la FIFA. No obstante, jamás seré presidente del Madrid, porque no me veo capaz de reunir ni mil euros de aval y tampoco creo que mi medida de prohibir durante 10 años la presencia de españoles en la cantera me permitiera sobrevivir mucho tiempo en la gran silla.
La insoportable pandemia de lesiones musculares y dolencias varias que lleva padeciendo el Madrid de Benítez desde el primer parón de selecciones, en septiembre, es un fenómeno inaudito en la alta competición. No por que no le hubiera ocurrido antes a otros equipos, sino, precisamente, por eso mismo: sucede todos los años, le sucede a mucha gente, a muchas sociedades que mueven mucho dinero, y todas parecen aceptar. No contentos con ello, la competición vuelve a detenerse ahora, en noviembre: las últimas selecciones nacionales han de jugarse las plazas que quedan para la Eurocopa de 2016 en Francia.
Hay una cosa, quizá la más cuestionable de todas las que palpitan en el fútbol moderno: el fútbol de selecciones. Esta antigualla, foco epidémico de nacionalismos de temporada, vivero de patrioterillos ocasionales, subsiste porque en el mundo hoy, aún, nos parece impensable no jugarnos la honra común en ceremoniosos duelos pseudo-bélicos contra las tribus vecinas, y porque hay mucha gente que vive de ello. Patrocinadores que ponen ingentes cantidades de dinero y organismos que justifican su existencia por la celebración de estas liturgias, rituales que ayudan al ciudadano de infantería a sentirse parte de un entramado comunitario cuya proyección es puramente emocional y cuya finalidad última es compensar con ilusiones etéreas la certeza gris, monótona, triste y burocrática -cualidades todas de lo democrático- el hecho de que ya pertenecen a ese entramado comunitario toda vez que pagan sus impuestos todos los años, invariablemente.
Pero la concreción física de todo esto, nunca mejor dicho, son las lesiones con las que el Madrid, por poner el ejemplo más cercano, lleva lastrado desde septiembre. A James no se le ve por el Bernabéu desde que Colombia formaba parte de la República de Nueva Granada; Benzema interrumpió su mejor racha como madridista al joderse una pierna en el minuto 89 de un amistoso en París contra Armenia; Bale forzó su dolorida musculatura para jugar un partido intrascendente con Gales, por no hablar de Modric, cuya lesión en un ridículo Italia-Croacia jugado en mitad del mes de noviembre impidió, a la larga, que el Madrid ganase un título en 2015. La lista es interminable, y a Florentino se le pone cara de Abraham cada vez que se acerca una fecha FIFA: baja con sus pequeñas criaturas de multimillonaria facturación en brazos, acercándolas temeroso al altar sacrificial. ¿Quién caerá esta vez? se pregunta la nación madridista, y los largos períodos otoñales sin fútbol de clubes se convierten en un cluedo, en un quién es quién. Sudamericano y zurdo: ¿quién se ha lesionado esta vez? Cojo parece y lateral es, ¿a quién le llevamos la muleta, Danilo o Carvajal?
La cosa no pasaría de lo anecdótico si no fuese porque quien paga la cuenta, pone la cama, trae el champán y deja la nevera llena en el fútbol profesional, es ese ente tan ignorado por futbolistas, federaciones y confederaciones llamado Club. La chulería con la que se mueven, por ejemplo, ciertos de estos organismos, como el brasileño, es asombrosa. No se puede dejar al arbitrio del jugador la elección del timing, puesto que ya conocemos la inclinación de la mayoría por el equipo nacional y sobre todo, el miedo a quedar expuesto ante la opinión pública de su país. Sólo puedo citar a Redondo, de memoria, como único fuoriclasse que se negó a jugar con la Selección, y aun esto se debió a un enfrentamiento personal con el entrenador.
Se quedan dos o tres días, haciendo viajes largos, con sus selecciones, aun sufriendo lesiones que deberían ser vistas, antes que nada, por los médicos del club; fuerzan para jugar partidos espurios, y se someten en cualquier nimiedad a la tiránica disciplina de sus federaciones nacionales: no, esto no puede dejarse en manos de los futbolistas, a menudo pusilánimes sin un sentido estricto de la profesionalidad ni del deber contractual.
No obstante, la posición de fuerza la siguen teniendo los clubes, aunque ellos parezcan no saberlo. Únicamente asociándose -una alianza puramente estratégica, de intereses comerciales- Madrid, Barcelona, Bayern, los dos Manchester, la Juve y el PSG, por poner un caso, lograrían que UEFA y FIFA agrupasen las fases de clasificación para Mundiales y Eurocopas, así como las fechas de los amistosos, en los períodos vacacionales en que no hay competiciones de clubes. La ocasión no puede ser más propicia, dado el aparente vacío de poder en que se encuentran la FIFA y la UEFA, y los escándalos de corrupción que se están desarrollando en torno a sus cúpulas, esos antros pecaminosos llenos de faunos podridos hasta la médula.
Sólo el hecho consumado puede cambiar el actual estado de cosas. Los hinchas únicamente tenemos por consuelo el rasgarnos las vestiduras y arañarnos la cara, implorando ante la cibernada. Pero, cada vez más, dado el proceso imparable de tecnificación del juego y el aumento tanto cualitativo como cuantitativo de la intensidad física del mismo, las pequeñas lesiones musculares lastran las plenas capacidades de los equipos. Un jugador apartado del resto de sus compañeros en septiembre, carga sobre sus hombros un déficit de preparación y nivel competitivo; una vez regresa, suele hacerlo quemando etapas para jugar tal o cual partido trascendental. Suele recaer. Suele volver a romperse. Y suele perderse las citas principales de la temporada. Algunos llegan a mayo, el mes donde se ganan y pierden las guerras, con la lengua en el suelo. O no llegan. Luego lo dan todo en seis o siete partidos emocionalmente terribles y sin apenas descanso, regresan al bucle de la nueva temporada. Con sus nuevas intermitencias.
Pues no le diria yo que no, oiga.
Salud.
Fútbol de selecciones sí, pero no este fútbol de selecciones. Con muchos menos partidos, con unas fechas que no rompan las competiciones (15 de Mayo al 15 de Junio todos los años podría ser), con un reparto justo de lo generado por esas competiciones, con el pago de la nómina de esos días por parte de las selecciones, con un seguro que no solo pagué y también compense por las lesiones.
Gran artículo.
¡Que cosas tiene Vd!. La mayoría de esos con los que el Madrid debiera aliarse, para poner las cosas en su sitio, se dejarían sacar un ojo con tal que el Madrid se quedara ciego. Los españoles los primeros.
Florentino lo intentó y los Judas de turno lo aprovecharon para quedar bien. La mafia federativa sabe toda la pasta que perderian.
Suscribo la fantasía al completo, pero además yo le daría una sesión de brea y plumas a cualquier representante de la UEFA, FIFA Y RFEF que asomara el hocico por el club. LOL.
Fuera de coñas, creo recordar que un movimiento parecido se hizo con el G-14 hasta que Floren dimitió. Si no me falla la memoria en esa época tanto UEFA como FIFA estaban más suaves que un guante porque veían peligrar sus importantes ingresos, obtenidos sin poner ni un euro.
Ese momento de debilidad de Floper lo aprovecharon esos organismos parasitarios para, con la complicidad traidora y habitual del Barça & Bayern, inventarse una historia que consistía en aumentar el G-14 al G-200 ó 300 y diluir la capacidad de decisión de los clubes realmente importantes entre una caterva de equipos de segunda fila al servicio de las instituciones a las que se quería poner freno. Lo que no recuerdo es quién estaba en el RM y se dejó meter semejante gol.
Resultado: El RM más marcado ante los necios por liderar a los "disidentes", los clubes que facturan un Potosí de nuevo sin poder tomar decisiones vitales y Barça y Bayern aprovechando su traición para obtener ventajas competitivas respecto a sus rivales/socios.
La única salida que veo para que los clubes recuperen el poder que les corresponde es tocarle seriamente el bolsillo a UEFA, FIFA Y RFEF. El principal problema para lograr esto es la genética traidora de algunos socios imprescindibles a priori. ¿Cómo te vas a fiar de los acuerdos en los que participen Barça y Bayern? Quizá haría falta un patrocinador bien largo de pasta capaz de meter en vereda a las traidorzuelos o no contar directamente con ellos al principio (seguro que tarde o temprano se arrimarían al calor de los billetes de curso legal).
Pero vamos, que lo anterior se enmarca en el terreno de la especulación y de la ciencia ficción aunque nada molaría más que una Liga Europea organizada por los clubes.
Sólo nos queda intentar ganar los partidos y defender a los nuestros en la medida de lo posible. ¡Hala Madrid, que vaya semanita llevamos!