El Mal tiene tantas formas como enemigos acechan al madridismo. Sin embargo, ninguno es tan difícil de combatir como aquel que medra entre tus propias gradas. Aquel madridista que, imbuido de una aura señorial, detenta un dogma de fe cuya sola matización equivale a sacrilegio y excomunión del madridismo autoproclamado como verdadero.
Dícese del pipero. Aquel abonado que acude a la tribuna del Santiago Bernabéu con el único afán de crujir y sembrar de pipas Facundo el sacrosanto suelo del Templo del fútbol mundial. Están allí. Habitan entre nosotros. Como vampiros. Esperando una yugular que morder a instancias de sus voceros, los gurús mediáticos del piperío. Mucho se ha escrito sobre el denominado mourinhismo y los mourinhistas, frecuentemente catalogados como jacobinos del madridismo, sin embargo poco se sabe sobre su némesis en la heterogénea hinchada madridista. El pipero es una raza antigua, presente en nuestro cosmos madridista un siglo antes de que Setúbal viera nacer a su genio más distinguido. En su inmortalidad reside el poder del pipero. Si como buen jacobino guillotinas a uno de ellos, una nueva cabeza pipera ocupará su lugar como si de una hidra multicéfala se tratara.
Describir el hábitat, flora y fauna del pipero es una tarea peligrosa incluso para el zoólogo madridista más experimentado. Camaleónicos, pueden llegar a confundirse como un madridista de corazón, el que se va a la cama sin cenar cuando su equipo se deja un punto. Sin embargo, varios estudios antropológicos desarrollados en la puerta 57 demuestran que existen varios síntomas inequívocos que ayudan a detectarlos.
Éste es el decálogo básico del buen pipero.
- Al pipero no le gusta lo exótico. Prefiere lo de aquí. Esto es, el chorizo, la fabada y la morcilla. No quiere saber nada de un wok y prefiere “la Sierra” al Serengueti. El pipero es tan chauvinista como una retransmisión del Tour de Francia en Francia. En definitiva, si Isco se llamara Isquinho hace tiempo que hubiera sido “empipado” al estilo Vlad el Empalador.
- El pipero no utiliza la prensa deportiva como entretenimiento. El pipero utiliza la prensa deportiva como fuente de saber. Si conoce sin vacilación alguna dónde están los isquiotibiales o cómo se localiza una protusión discal, podría tratarse de un pipero.
- Interpretan escenas de Brockeback Mountain con nuestro acérrimo enemigo de allí arriba a la derecha a la primera oportunidad, nos odian hasta cuando duermen, desean que las siete plagas de Egipto, Damasco, Beirut y Alpedrete caigan sobre nosotros y prefieren una victoria del Estado Islámico a un empate del Real Madrid en Ipurua. Y sin embargo, para el pipero el Atlético de Madrid es su segundo equipo. No hablamos de esa condescendencia tan madridista y que tanto encabrona al colchonero -esa mirada displicente que dirigimos al hermano yonqui que te roba la tele para venderla en Valdemingómez-: hablamos de sentimientos verdaderos. El pipero es capaz de decir en la antesala de la que hubiera sido la peor derrota blanca de todos los tiempos: “Si perdemos la Décima, al menos que la gane el Atleti”.
- “En Europa voy con los equipos españoles”. Incluso aunque ello implique ver al Valencia o al Villarreal en semifinales de la Champions. Qué horror.
- El pipero escatima en aplausos. Salvo al enemigo. Y a veces ni eso. El buen pipero, tenga o no bigote, aplaude a Ronaldinho, pero también vitorea a Fernando Llorente o a David Silva sin saber muy bien qué nísperos han aportado al madridismo.
- En caso de duda, señorío. Es el refugio del piperío, la coartada perfecta, el halo que lo envuelve todo. El primero que acude al señorío en una discusión entre madridistas habrá demostrado su ADN pipero. “Señorío”, definido en la tercera acepción de la RAE como “dignidad del señor” se entiende desde el piperío como el tan cristiano, que no Ronaldo, poner la otra mejilla. Apelar a “ese” señorío en este nido de víboras que es Liga, Federación, UEFA y FIFA no sólo es como ir a Vietnam armado con un tirachinas, sino que contradice a la Real Academia.
- El pipero prefiere alzar el Trofeo Ramón de Carranza jugando bien y con canteranos que ganar en el Camp Nou gracias a un penalti injusto en el último minuto con diez extranjeros en el equipo.
- Todo pipero cree que el antimadridismo contemporáneo es culpa de Mourinho. Resulta que antes de que bebé Mourinhito empezara a andar, Bilbao y San Sebastián recibían al Madrid con flores y aurreskus. El pipero sabe que Mourinho mató a Kennedy.
- El pipero abandona el Santiago Bernabéu diez minutos antes de concluir el partido para no pillar atasco en su vuelta a casa y que no le riña la parienta. Dan igual minutos, resultados o semifinales de Copa de Europa.
- El pipero se alegra de los goles de jugadores formados en el Castilla, te manden a ver a la final de la Champions por la tele o eviten el descenso del Levante. Tal es su devoción por La Fábrica que instan a dar galones a pipiolos -¿quién inventó la horterada de mirlos?-en detrimento de especialistas como Fabio Coentrao.
Fantástica definición de esa parte tan dañina del madridismo.
Buen artículo, y ya va siendo hora de poner en su sitio a estos grupos que se autoproclaman defensores del buen fútbol y del buen madridismo. Amar el fútbol y amar el madridismo es otra cosa que está muy por encima de lo que el pipero defiende.
Nunca me han gustado los grupos que dicen llevar la esencia del madridismo y que luego no lo reflejan. Ser madridista es algo diferente. Es tener señorío, tener buen talante, amar el buen fútbol y defender con argumentos las críticas malintencionadas que buscan dañar el madridismo.
No creo que se pueda definir mejor la mayor calamidad que acecha al Madrid, el señorío piperista. Imbuidos en la filosofía del valdanismo ilustrado y recitando los mantras del perioflautismo autóctono, son como los integrantes de esas sectas, a los que su gurú los lleva a una isla desierta a inmolarse en masa,esperando la llegada de los extraterrestres para llevarlos al planeta Toque 328, donde pasarán el resto de la eternidad en un rondo infinito, sin goles ni porterías que como todo el mundo sabe, es la suma perfección. Líbrenos desde el cielo D.Santiago y D.Alfredo de semejantes pesares.
¡ Brutal !
Genial!
El artículo es buenísimo, el problema es que el pipero no es consciente de que lo es, aparte de que es una especie muy mayoritaria dentro del madridismo. Habrá que resignarse.
Pues también hay piperos mouriñistas o mouriñistas piperos.
Muchas gracias por vuestras palabras!