En junio del 2009 el Arzobispo de Barcelona, hondamente preocupado por la situación de crisis que atravesaba el país, criticó en su homilía los dispendios del Real Madrid en la adquisición de Cristiano Ronaldo. Aquellas manifestaciones fueron ampliamente difundidas por todos aquellos que, al igual que Monseñor Sistach, se empeñaron en tañer las campanas llamando a la oración contra el despilfarro, el capitalismo, la injusticia y el hambre en el mundo. Como diría Bill Murray en la maravillosa Groundhog Day, solo les faltó alzar su copa para brindar por la paz mundial.
Desde aquellas palabras hasta hoy, el Fútbol Club Barcelona ha gastado casi 700 millones en fichajes (340 en las últimas tres temporadas) y todavía estoy esperando a que este buen señor (y muchos otros) salgan a afearles la conducta. De cualquier manera, y si les soy sincero, a mi este despilfarro (o como tenga a bien llamarlo el Arzobispo) me importa un carajo, ya que, a la manera de Umbral, yo he venido aquí a hablarles de las campanas.
Bastaron unos pocos partidos en los que el portugués no vio puerta para que muchos se encaramasen (una vez más) al campanario con la intención de jubilarle. Corrieron hacia allí, glosaron la figura de Bale para hacer más daño (¡ilusos!) y allí siguen, esperando, con la cuerda preparada, prestos para jalarla al menor atisbo de decadencia de Cristiano. Y no, de momento no. Ronaldo no les va a dar ese gusto. Antes se caerán las campanas encima de sus cabezas.
Hace unas semanas un ilustre grupo de filósofos consiguió aclarar en La Galerna el opaco significado de la NADA. Aclaración por otra parte inútil ya que, como bien demostraron en estas páginas, la nada es eterna y tan intrínseca al Madrid como las Copas de Europa que brillan en su museo.
De “El Madrid no juega a nada” hemos pasado (siguiendo esa ancestral costumbre de rodear el Club de estériles debates) a “El Madrid no se ha enfrentado a nadie”. De oca a oca y tiro porque me toca. Ya ven ustedes que la imaginación del antimadridismo no se distingue por su originalidad.
Atlético, Barcelona, Sevilla, Leganés, Betis, Español, Celta, Athletic, Paris Saint-Germain, Bayern, Chelsea, Manchester City… han caído a manos del Real Madrid desde su última derrota confirmando que tienen razón, toda la razón. El Real Madrid de momento no se ha enfrentado a nadie. Y ellos lo saben, lo saben desde hace más de un siglo. Ellos saben que el Real Madrid nunca se enfrenta a nadie porque no hay nadie como el Real Madrid.
Cada vez que escucho o leo el ridículo debate sobre si al Real Madrid le conviene más o menos quedar primero o segundo en su grupo de Champions, mis tornillos se ponen a girar como una peonza y los puntos de mis cicatrices saltan como liebres asustadas. Dicho con el máximo respeto, si hay algún indocumentado madridista que se lo plantea no ha entendido nada de la historia de este Club. Quedar primero es tan intrínseco al Real Madrid como su propio escudo. Plantearse quedar segundo es algo que solo está al alcance de segundones. Y eso es algo que el Real Madrid no será nunca. Hay que acabar primeros la fase de grupos y primeros la Copa de Europa. Fin del debate.
El martes pasado, en la rueda de prensa anterior al partido contra el Sporting de Lisboa, varios periodistas le preguntaron a Zidane sobre la conveniencia de abandonar el 4-3-3 y pasar a jugar con un 4-4-2. Fueron varias preguntas iguales, idénticas, cansinas y aburridas a las que el míster contestó con su sempiterna sonrisa y un gran capote blanco. Sinceramente es un debate insufrible. Repiten esos números igual que yo repito algunos números de teléfono que me sé de memoria. A mí, para qué les voy a engañar, este debate me importa lo mismo que a Clark Gable, ese gran madridista que apareció en el Portanálisis del jueves. Exacto, me importa un bledo.
Ir a una rueda de prensa de Zidane es una experiencia maravillosa. No he visto nadie con tanta maestría para desarmar preguntas estúpidas y repetitivas. Preguntas que han sido contestadas una y mil veces. Lo hizo Ancelotti y lo ha hecho Zidane, pero o están sordos, o aburridos. A mi lo que de verdad me gustaría, lo que me haría feliz es que en una de estas ruedas de prensa, cuando le hagan la misma pregunta ocho veces, Zidane levante la cabeza, sonría y diga:
-He decidido poner el 4-3-3 (coloquen ustedes aquí el esquema que más les satisfaga) porque me sale de las pelotas.
Ahí sí, ahí hay debate. Ahí ya tendrían tema de conversación para varios meses.
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