Cuando se habla de los peligros del verano, hay quien piensa de inmediato en aquellos relacionados con las olas de inclemente calor, o incluso en los que se derivan de marcharse de vacaciones a algún lugar de riesgo. Quiá. Este es un pensamiento superficial, prácticamente huero. El principal peligro del verano no procede de lo que hay, sino de lo que falta. El verano, como saben muy bien los niños, es ante todo una ausencia. A veces una ausencia de límites, lo que ya de por sí conlleva cierto riesgo. Pero también puede ser una ausencia de los estímulos cotidianos. Seguramente ustedes, madridistas que están leyendo esto, mes semblables, mes frères, saben, ay, a qué me refiero.
El otro día, tratando de ocupar las largas horas sin ese amigo que nunca falla, se me ocurrió hacer zapping por cadenas generalistas. Para quien no recuerde esta práctica, se trata de una costumbre antiquísima, del siglo I a. N. (antes de Netflix), con la que se podía acceder a contenidos audiovisuales gratuitos. Estos eran aproximadamente tan malos como la mayoría de los actuales, personalizados y de pago, pero tenían un carácter compartido antes que estabulado, de manera que le regalaban a uno algún tema de conversación en el incómodo instante de la máquina del café de la oficina, mientras se maldice entre dientes que el chorrito no caiga más rápido. En esta ocasión, la señal de televisión me devolvía una telenovela tras otra al cambiar de canal, hasta que de repente me topé con el rostro impasible de Kylian Mbappé, que explicaba no sé qué asuntos publicitarios en una rueda de prensa de hace meses. Otro culebrón más, pensé; aunque reconozco que a continuación subí el volumen. Ya hemos dicho que el verano es una ausencia, y uno de sus principales peligros es la necesidad de rellenarla con cualquier cosa.
Por otro lado, el mundillo del fútbol no es en absoluto ajeno a los culebrones. Todos tenemos en nuestra memoria la estampa de un Valdano arremangado a escasos minutos de la medianoche, o la de un Florentino negando tres veces antes de que cante el gallo, o la de una presentación feliz el 1 de septiembre. No obstante, la telenovela que tiene como protagonista al chico de Bondy ha superado cualquier límite anteriormente explorado. La combinación de ingredientes tan dispersos, entre los que se incluyen hasta condicionantes geopolíticos, convierte la trama en el culebrón de todos los tiempos. Y, por primera vez, no existe unanimidad entre el madridismo acerca del final deseado. Yo mismo, partidario acérrimo de su llegada, considero que los juegos y las idas y venidas de las temporadas anteriores merecerían una lección que le bajase los humos. Analizada desde un punto de vista poético, esta telenovela requiere de un momento catártico que se adorne con una melodía melancólica, a ser posible de Jacques Brel, el francés más francés de la historia -resulta irrelevante el nimio detalle de que naciera en Bélgica-. Hay quien no desea la llegada de Kylian al Madrid sin un acto de contrición previo por parte del jugador, y mi corazón de hincha se halla secretamente de acuerdo. Quizá sea el calor el que me haga desvariar, pero mi mente sueña con la posibilidad de ver salir de la boca de Mbappé la letra de Ne me quitte pas. Al fin y al cabo, la historia de la canción encaja como un guante: se trata de una composición del propio Brel a su amante Suzanne Gabriello -apodada, lo que son los azares del destino, Zizou (¡!)-, en la que se arrastra por el suelo y le pide perdón por ser un cobarde y no atreverse a abandonar a su mujer y huir con ella. La esposa, el marido, la amante, el miedo, la ambición, la incapacidad para renunciar a la cómoda existencia, el amor, la traición a las expectativas. Definitivamente, acabe como acabe este culebrón, su banda sonora tiene nombre. Además, la ambigüedad final permite asociarla a cualquier desenlace.
El principal peligro del verano no procede de lo que hay, sino de lo que falta. El verano, como saben muy bien los niños, es ante todo una ausencia. A veces una ausencia de límites, lo que ya de por sí conlleva cierto riesgo. Pero también puede ser una ausencia de los estímulos cotidianos. Seguramente ustedes, madridistas que están leyendo esto, mes semblables, mes frères, saben, ay, a qué me refiero
Afortunadamente, no todos los culebrones son tan intensos. Tras contemplar embobado la inane rueda de prensa de Mbappé, continué con la travesía por otros canales y, dejando atrás la languidez parisina, me sumergí en el colorido mundo de las novelas turcas. Me he informado sobre el tema y he comprobado que ahora son hegemónicas. No me extraña: a pesar de que apenas esconden la intención propagandística por parte del gobierno que las financia, estos productos turcos no adolecen de esa pesada carga de trascendencia que se adhiere a la piel peor que el calor. Pueden ser mejores o peores, más ocurrentes o más tópicas, más tendentes al drama o a la comedia, pero siempre ligeras, coloridas, plácidas. Como un fichaje que sale bien, sin tanta doblez interesada ni tanto recoveco: hola, buenas, quise venir al Madrid y aquí estoy. Veni, vidi, vici. Arda Güler, sin ir más lejos. Qué quieren que les diga, es de agradecer. Si el verano es una ausencia, anticipémonos al peligro y procuremos combatirla con finales felices mientras tanto. No desesperen, si hay algo seguro es que ya llegará el otoño. Y, lo que es aún más importante, la liga. Se lo prometo.
El Niñato de Bondy es un TRAIDOR.
El, su mami, el Jeque y el Presidente de la Nación que se lo metan ..........
Presidente no tropieces dos veces en la misma piedra