Cuando los galos del Leipzig metieron el segundo gol, debieron de pensar: ¡vaya faena! Aún le quedan a estos romanos 70 minutos y 5 cambios.
Y eso pasó, qué os puedo decir con la diferencia del resultado, no del guión, porque el Madrid mereció más y los cambios, salvo el de Hazard, tuvieron el efecto deseado en todo salvo en lo nuclear: el gol. También es verdad que no es lo mismo perder por uno que por dos, como ha quedado evidenciado y como todo el mundo entiende.
La primera parte mereció el Madrid el gol que se llevó, de la misma manera que Vinicius se merecía algún gol más en el último mes. Justicia poética a partes iguales. Dicho esto, la entrada del equipo fue imperdonable, con solo Camavinga queriendo coger la pelota y acercar a su equipo a meter gol. Y cuando se estaban activando ya iban 2-0. A partir del minuto 25 y hasta el 45, estuvieron los romanos avasallando las puertas galas. Y cuando pasan de las cinco ocasiones en el mismo periodo, todo madridista que se precie debe acordarse de aquello de Di Stéfano, cuando hablaba de que “la pelotita tiene que entrar, si no el resto da igual”. Y, claro, nos acordamos.
Me gustó más el equipo en el segundo tiempo, en el cual la superioridad física permitió que jugadores como Camavinga o Tchouameni destacaran más. Incluso ese Kroos destaca en las segundas partes, con ese baño en la piscina de Cocoon que se debió pegar este verano. Así que, pasados esos 30 primeros minutos de control y ocasiones claras, empezamos otra vez a pensar en la teoría de la pelotita. Y mientras recordábamos a la Saeta, Alaba la perdió y colorín colorado. Podría escribir los versos más tristes esta noche, como diría aquel, pero si me preguntan qué partido quiero perder, elijo este, de aquí a mayo y de aquí a Lima.
Xavi diría que el fútbol fue injusto con su equipo; Ancelotti, afortunadamente, dijo justo lo contrario.
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