“El nombre no me puede gustar más”. Eso le contesté a Jesús B. cuando me habló de su proyecto sobre madridismo y sintaxis: La Galerna. Porque si hay una palabra evocadora para un cántabro, aparte de rabas, ésa es galerna. Sobre la galerna escribió magistralmente José María de Pereda, hasta el punto de dejar anonadado al propio Galdós que por entonces prefería describir el veraneo de los burgueses madrileños en Santander a contar las fatalidades de los pescadores en el mare tenebrosum. Tampoco es manca la conocida referencia de otro prohombre de las letras cántabras, el marino, jurista e historiador Rafael G. Echegaray:
«Hay una palabra seria, con regusto de sal y de lágrimas, un galicismo hondo y temible, sonoro y lúgubre, que va siempre enlazando a las gentes pescadoras del Cantábrico: la galerna.»
In illo tempore la importancia de las galernas se medía por el número de pescadores que perdían la vida en ellas. Afortunadamente, la meteorología ha avanzado que es una barbaridad y la palabra ha perdido el tinte lúgubre, aunque mantiene el tono de palabra seria y alarmante. A menudo se lee, en esta prensa canalla con la que nos ha tocado convivir, que ha habido una pequeña galerna en el Mediterráneo o en las Islas Canarias. Mire usted, eso no va a poder ser por la sencilla razón de que la galerna solo puede darse en la costa cantábrica, esto es, en el espacio que va desde la punta de Estaca de Bares hasta la desembocadura del Adur cerca de Bayona. Fuera de eso, hablar de galernas es ir bien errado.
Sentado este principio esencial, podríamos llamar «galernautas» a los que transitan o han transitado alguna vez por dentro de una galerna, como hizo de forma involuntaria la que suscribe hace ya varios lustros, en un día asurado y bochornizo de finales de primavera. Convendrá el lector en que si uno va a una playa bautizada como "Los Locos" y las olas le pegan una tanda de revolcones de los que se sale con gorro de algas y arena entre los dientes, debe achantar la mui, que para eso se lo ha buscado. Distinto es elegir una playa de topónimo bonancible como "Los Tranquilos" y acabar la tarde como un beduino que hubiera sido arrollado por una estampida de camellos.
Decía que hacía una tarde asurada. Por halago de la Fortuna, Los Tranquilos era y sigue siendo una playa con mar y esa feliz circunstancia nos permitía ejercitar el tercer deporte regional después de las traineras y los bolos: la zambullida o cole, actividad que alternábamos con otros clásicos playeros del Norte, léase palas, lanzamiento de mecheros o carreras de quisquillas. De pronto, un grito imponente atravesaba el aire como una flecha: ¡GALERNA! El por qué nadie había visto hasta ese momento el impresionante manto negruzco que avanzaba a ritmo desbocado por la costa sigue siendo un enigma inquietante. Pareciera como si el dueño de una mano invisible se hubiera cansado del espectáculo domingueril de barquitos y bañistas y hubiera decidido correr un espeso cortinón sobre la bahía. No quiero ni veros. En cuestión de minutos, el atorrante bochorno se trocó en un viento helador que fue poniéndose más y más estupendo, pintando un mar cada vez más greñudo y colocando toneladas de arena en suspensión en forma de fantásticos remolinos. Lluvia, viento y arena, un delicioso cóctel flagelante que no puedo sino recomendar a los penitentes más rigurosos y disciplinados. Luego, la hégira en busca de refugio y la triste sensación de no ser más que unos absurdos robinsones de secano.
¿Y ya está? No, amigos galernautas. Que aquí no se viene sólo a hablar del tiempo, ni el título de este sitio es un simple homenaje a las raíces eusquéricas de J. Bengoechea. Aquí se viene a hablar de Historia con mayúscula. De esa Historia que nos emociona y nos hace ser de cierta manera, como la de la galerna por antonomasia, «la Galerna del Cantábrico», por buen nombre Francisco Gento; indiscutiblemente, el mejor extremo izquierdo de todos los tiempos y también, en comandita con otros, el culpable de una arraigada tradición madridista en la antigua provincia de Santander.
Se me ocurre que a Paco, como siempre se le ha conocido, hoy no se le hubiera apodado «la Galerna del Cantábrico» ¡quiá! Se le hubiera bautizado como «la Ciclogénesis explosiva del Cantábrico» porque, ¿para qué nombrar con una palabra sencilla lo que puede alargarse hasta el bostezo con un tecnicismo compuesto y polisilábico?
El caso es que Paco Gento, en el siglo PG11, le dedicó al Real Madrid, a los madridistas y al público en general, la friolera de 18 años de oficio, de 1953 a 1971, el tiempo de una mayoría de edad, rebosante de espectáculo y de victorias —Seis Copas de Europa, Seis—. Sus galopadas por la banda, a golpe de zancada inmensa, con el balón siempre bien cosido al pie, dejaban tras de sí un escenario de ruina, desolación y, por qué no decirlo, cabreo generalizado en la defensa contraria de aquí te espero. Se decía entre sus rivales que, con todo, «lo peor» de Gento no era cómo corría sino cómo se paraba. Como en la peor pesadilla del Coyote, eterno perseguidor del hábil y escurridizo Correcaminos, Gento era capaz de dispararse como una bala, realizar quiebros imposibles y levantarse del suelo sin perder el balón, para después clavarse en seco, dejando pasar de largo al defensa, mientras él centraba a placer o disparaba a puerta uno de sus obuses.
Es casi inevitable que al citar a Gento se mencione a Kopa, Rial, Di Stefano o Puskas. Por mi parte, prefiero echarle un recuerdo al gaditano Manolín Bueno, el eterno sustituto de Gento. Bueno fue otro excelente extremo por el que estuvo suspirando el Barça hasta el final y cuyo único pecado fue haber coincidido en tiempo y banda con la Galerna. "Es que no coge ni un triste constipado", solía decir resignado el bueno de Bueno. Una Galerna constipada, ¿se imaginan?
Nota: La Galerna del Cantábrico arrasó con 6 copas de Europa, 12 Ligas, 2 Copas de España y una Copa Intercontinental.
¡Sublime tu debut en La Galerna, Rosevelz! Nos has regalado una postal histórica y costumbrista, con tintes de poesía, de Cantabria. Y nos ha dejado un hermoso perfil de quien es el hombre que tiene más Copas de Europa, incluso más que ese que dicen ahora los de la prensa culé, que es el mejor equipo de la historia (jeje). Hombre que, además, da nombre a esta web.
Enhorabuena. Y gracias. 😉
Gracias, gracias y gracias. En La Galerna se estaba poniendo el listón demasiado alto y he llegado yo a rebajar las expectativas. No es falsa modestia; es reconocimiento a lo que estamos leyendo todos los días. En todo caso, un poco de frivolité tampoco está de más, no? ¿Te he dado ya las gracias? Pues te las vuelvo a dar: mil gracias por tu cariñosa acogida, divinísima.
¡Olé, Rosa! Doña Milagros sonríe. La veo
De eso estoy bien segura. Me encanta que lo hayas visto. Un beso enorme.
Excelente descripción Rosevelz, el Cantábrico es para conocerlo ¿Verdad? Bravo, imperial, sorprendente, imparable, brutal, hermoso... calificativos que valdrían para aquella delantera, Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento, y de suplente Manolin Bueno, casi ná.
Gracias, bigfoot! Y eso que está escrito desde el Mediterráneo que, como dijo Teodo de Almeida hace un par de siglos, en solo un grandísimo estanque de agua. :))
Estimada Rosevelz, un placer leer su debut aquí. Espero que siga escribiendo tan bien y regalándonos esa adjetivación sencilla, precisa, transparente.
Un saludo.
Gracias por su bendición, páter. Sabe que sigo sus prédicas con devoción y recogimiento. No añadiré nada más para alejar de usted toda tentación de caer en el odioso vicio de la vanidad. :))
Hermoso artículo, historia viva contada desde todos los ángulos, que denota una pasión por Cantabria y el Madrid que contagia desde la primera línea. Enhorabuena por permitirnos empaparnos con una sonrisa mientras leemos lo majestuoso de la Galerna.