Los alpinistas están locos. Para hacerles felices no hay como ponerles delante una pared vertical de cientos de metros (mejor si son miles), a ser posible con hielo y alguna grieta. La experiencia de superar la dificultad extrema no se puede comparar con ninguna otra. Sin sufrimiento no hay éxtasis. Y cuando logran alcanzar una cima buscan otra más alta, más abrupta o más congelada; o bien una ruta distinta, más escabrosa, con que alimentar el ansia de superación constante: siempre más, per aspera ad astra.
Cuando Dios creó el Real Madrid (contra una opinión muy extendida, el RM no fue fundado, sino creado) puso en su médula unas gotas de alpinismo. Eso explica el hambre atroz que nunca se le apaga, la exigencia feroz por ir siempre un paso más allá de lo conseguido: más ligas que nadie, más copas de Europa que ningún otro equipo, el mejor club del siglo XX (y del XXI, por ahora), y nada es suficiente, necesitamos superarnos a nosotros mismos (que al resto ya lo hemos rebasado sobradamente).
El escalador que baja de coronar el Naranjo de Bulnes ya va pensando en cómo lograrlo por otra cara o en otra época del año; si asciende al Mont Blanc o al Matterhorn, planea subir al Aconcagua, y después al Everest. Y si fracasa en el empeño, le pone más ahínco en la siguiente intentona. Cuando el Real Madrid había logrado varias ligas, se inventó una competición europea para dar salida a su ambición; cuando celebraba la conquista de la primera copa de Europa, ya empezaba a imaginar las siguientes.
Se dice que la razón por la que los pioneros intentaban escalar el Everest era “porque está ahí”. El Real Madrid se empecina en escalar lo que no estaba ahí hasta que él lo puso
Siempre nuevos desafíos, metas más difíciles. Hubo unos años en que el Real Madrid decidió aumentar el mérito de sus logros imponiéndose un hándicap: perdiendo el partido inicial se obligaba a unas remontadas adictivas, de lo que dan fe el Derby County, el Anderlecht o el Borussia de Monchengladbach. La final de la copa de Europa en Lisboa supuso un peldaño más en la escala, esperando al tiempo de descuento para emerger del sepulcro y alcanzar un triunfo agónico.
Recientemente, hemos refinado el modelo: no conformes con perder en París, llegamos con un gol de desventaja al descanso (y frente a un equipo temible, con un Mbappé estratosférico en sus filas) para limitar a un solo tiempo el plazo para escapar de la trampa, cual Houdini encerrado en la jaula de agua. Y aún le hemos dado una vuelta de tuerca más, inventando la antirremontada: consiste en vencer holgadamente en la ida, dejarse remontar indolentemente en la vuelta y esperar a falta de pocos minutos para voltear la situación, forzar la prórroga y ahí arrebatar el éxito a los incrédulos rivales. Por el barrio de Chelsea aún andan confusos intentando encontrarle la lógica a lo inexplicable.
Se dice que la razón por la que los pioneros intentaban escalar el Everest era “porque está ahí”. El Real Madrid se empecina en escalar lo que no estaba ahí hasta que él lo puso: tuvo que inventarse la copa de Europa para hacer crecer su palmarés, como se ha inventado la Superliga atisbando el agotamiento del modelo actual. Es como un alpinista que construyese montañas maś altas que las existentes, insuficientes para su ímpetu.
César Pérez de Tudela tituló uno de sus libros “Horizontes verticales”, que bien valdría como lema para el madridismo. A él le oí yo hablar por primera vez de “los ochomiles”, las montañas míticas que consagran a los mejores escaladores. El Real Madrid es, ¡qué duda cabe!, el mayor especialista mundial en ochomiles, ávido por coronarlos todos. Y por inventarse otros, si los del mapa no bastan.
Por cierto, los ochomiles son catorce.
Fotos Imago
Brillante artículo. La Fé mueve montañas.
Dos partidos impresionantes los jugados en el Bernabéu en la vuelta de las eliminatorias: emoción, tensión, compromiso, lucha, heroísmo... Pero a mí me vendría bien algo más tranquilo en la próxima semifinal, algo como el 0-4 al Bayern de Guardioli, algún partido en que ganemos desde el principio y que no suframos al final.
Me ha encantado el símil. Brillante.
Ya lo escribí y lo repito:
Todos los equipos de fútbol ganan y pierden a los puntos. El Madrid es el único equipo que sabe ganar por KO.
" Por cierto, los ochomiles son catorce" ... y el Naranjo de Bulnes es el ¡ Picu Urriellu !.
HALA MADRID
Excelente artículo. Siempre se ha dicho y cada día se confirma más. Necesitamos motivarnos con una pared de miles de metros, cuando subimos una colina es cuando nos caemos. Por eso no me disgusta enfrentarnos al City del humilde Guardiola. Mucho más motivador (y menos aburrido) que enfrentarnos al elegante Cholo.
El albo de la nieve conmueve mi corazón tan blanco.