3. Acostumbrar a alguien a la vida dura y a sufrir adversidades que puedan sobrellevarse con el paso del tiempo. Usado también como pronominal. (DRAE)
Un jugador del Madrid, pongamos que francés, uno de esos fichajes estelares en los que ponemos nuestras esperanzas de futuras victorias, empieza mal la temporada. Esas jugadas que en nuestra imaginación terminaban dentro de la portería acaban en la grada, en un traspiés ridículo o en las botas de algún defensa que de pronto parece un titán.
¡Curtimiento!, claman las estrellas de las redes sociales. ¡Curtimiento!, pide la legión de streamers con un ojo puesto en el número de visitas y likes. Porque, según nos dicen, ese curtimiento es uno de los atributos del aficionado madridista, una de sus señas de identidad. ¿Se acuerdan de cuando pitamos a Zidane? ¿Y a Cristiano? Esos eran espectadores de verdad, no esta nueva generación que ha crecido con el estómago lleno de copas de Europa. ¡Curtimiento!
Hay un punto perverso, casi sádico, en esa actitud de patricio con demasiado tiempo libre. Hay también cierto regodeo presuntuoso en la idea de que algo hemos tenido que ver en que superdotados llegasen a ser leyendas de este equipo. Asumimos con demasiada facilidad que sin nosotros no hubiera sido posible, que es la grada del Bernabéu la que a fuerza de murmullos o pitos les ha permitido llegar más allá. Nos gusta pensar en nuestro estadio como en una picadora de carne en la que solo los elegidos sobreviven, solo los más fuertes son considerados aptos para la gloria. Y ante cualquier dificultad encontramos la misma solución: curtimiento.
Lo que no encuentro son declaraciones de futbolistas dándonos la razón.
La afición, parafraseando a Fernán Gómez, somos unos señores que en el mejor caso sabemos poco de fútbol y en el peor creemos que sabemos mucho y silbamos a Benzema.
No pongo en duda la necesidad de una exigencia enorme que empuje al jugador a la excelencia. Lo que no me termino de creer es que nuestra opinión, expresada de forma tan ruda, sirva para algo más que para que un jugador en un mal día se dé una carrera absurda intentando salvar un saque de banda y arañe unos aplausos, suerte en la que hemos tenido verdaderos especialistas.
La afición, parafraseando a Fernán Gómez, somos unos señores que en el mejor caso sabemos poco de fútbol y en el peor creemos que sabemos mucho y silbamos a Benzema
Tampoco ayuda mucho a hacerla creíble el que sea el tema preferido de aquellos que aspiran a llevarse un trocito del club o a usarlo de palanca. Basta con agitar la bandera de la exigencia ante cualquier crisis, real o no, para ganarse el favor de parte de una masa que está convencida de que esa es la solución para todo. Las campañitas para que se pitara a ciertos jugadores estas últimas jornadas han caído, por suerte, en saco roto, pero ellos seguirán a lo suyo: es caza mayor. Denle al like y suscríbanse.
¿Qué hacemos entonces?¿Nos callamos? No, por supuesto. Formamos parte de este club, de su cultura y de su historia. Me conformaría con que asumiéramos que somos el paisaje en el que sucede todo lo demás. Pero no es buena idea decirle a la gente que, en realidad, no importa tanto. Así que volveremos a las gradas con nuestras togas arrugadas de ir en metro y nuestros pulgares listos para el juicio convencidos de que nuestros pitos y flautas son más importantes que lo que pueda decir el entrenador, el presidente o el balón mismo. Y al segundo regate fallido de Mbappé, por ejemplo, empezaremos a murmurar y cumpliremos fielmente con nuestro deber de curtidores de estrellas. Son nuestras costumbres.
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Estupendo artículo. Enhorabuena, Enrique.
Magnífico artículo ,incide en un punto poco comentado pero para mí ineludible y que es la criba que se debería hacer con cierta parte del aficionado del Bernabéu,felizmente el intento de los medios de abroncar a mbappe no cuajo de momento,pero los cretinos no escasean en la grada y los periolistos seguirán intentándolo