Culesta de enero

Buenos días. Concluida definitivamente la Navidad, el consecuente cuñadismo y la consiguiente ingesta de polvorones, en algunos lares  la cuesta de enero está siendo especialmente pronunciada. Lo decimos por aquello de la costumbre. Cuesta dormir en una esterilla cuando uno está habituado a caer en los brazos de Morfeo en una cunita de madera noble entre sábanas de blanco satén y arrullos de una prensa subvencionada. Aquí en la meseta estamos acostumbrados a pernoctar noche tras noche a la intemperie aquejados de protrusiones discales imaginarias y espíritus vengativos liberados por ouijas imprudentes. También sabemos cómo se las gastan muchos de nuestros rivales a la hora de rascar por igual tibias y puntos. Algunos incluso nos los cosen en la cabeza, como aquel lance del juego que padeció Cristiano a manos –o deberíamos decir a codos- de ese paladín del decoro que es David Navarro. Son cosas que nos pasan en campos como el Calderón, Mestalla, San Mamés o El Sadar, entre otros. Fíjense que hasta los jugadores del Rayo se atreven ya a hacer entradas suicidas en el Bernabéu.

Pero en el país de Pep todo es diferente. Como los aprensivos que se desploman desmayados al ver una gota de sangre, el Barcelona y sus palmeros andan fuera de foco tras la Royal Rumble del derbi de la Ciudad Condal. Están pasándolo mal. No pueden sacar sus portadas fetén de Los Tres Sudamericanos hablando catalán en la intimidad con ojillos de enamorados y se nota. A ellos les gusta el amor, la bondad, la mansedumbre, el Kalise para todos.  La guerra, para la caverna donde abundan Cromagnones con garrote dispuestos a partirnos la crisma a la primera oportunidad. Tanta es la desazón que ha cundido el pánico en la prensa catalana. Seremos clementes con el titular de primera plana de Mundo Deportivo, flojo pero correcto, sobre una imagen del portero españolista pisando (por si aún no lo habían visto) la pierna de Leo Messi. No podemos decir lo mismo de la portada de Sport, cuyo titular es propio de una Miss poco ilustrada hablando sobre Rusia tras pregunta de un miembro del jurado embajador de aquel país. Un país donde vive gente maravillosa, ¿recuerdan? La pasarela es el único lugar donde podemos encuadrar el titular escogido por los amics de Mascaró para abundar en la resaca del derbi: ¡Que estalle la paz! Ahí lo dejamos en la vitrina dorada del Museu de Titulares Memorables Para la Posteridad del Periodismo Universal. Léanlo una y otra vez y comprobarán como se les torna la piel de gallina.

La llamada a la paz de Sport como si de una hippie lisérgica en Woodstock se tratara es tan insólita que les ha llevado a cometer un error funesto y probablemente histórico: no hay ninguna maledicente referencia al Real Madrid en su primera plana. Frotémonos los ojos. Ha sucedido. Preguntaremos al Padre Suances si podríamos hallarnos ante un milagro. No ocurre lo mismo en MD que ya puja por ser el primero en dar un capón a Zizou. Así, el diario de Godó, Grande de España, se afana por decirnos en grande que Zidane no es un buen tipo y afirmar en pequeñito que Guardiola es un falso.

Lo primero lo dice Raymond Domenech, aquel seleccionador francés que supo unir a todo un país alrededor de un solo propósito: propinarle una patada en su propio culo. Lo segundo –en pequeñito- lo dice Matthäus que después de unos añitos ya le ha visto el plumero a Guardiola, que les deja en la estacada después de cobrar una morterada para ganar par de Bundesligas después de desmantelar al Dortmund. Él pretende desprender aroma a Eau de Pep pero huele a Egoiste de Chanel.

Éste nuestro portanálisis zozobra estos días queridos galernautas tras la consigna dictada por el aparato de propaganda culé que reza aquello de "Perico que vuela, a la cazuela". Ocurre así que se suceden extravagantes eventos paranormales. Ya hemos visto que al mismísimo Sport se le ha olvidado propinar su colleja del día al Real Madrid, algo tan básico como ponerse los pantalones para ir a trabajar en la prensa deportiva catalana, y ahora veremos cómo Relaño acumula dos brillantes editoriales consecutivos en los que no cita al nunca bien ponderado Florentino. Insólito.

Oficialmente, ser del Espanyol es ser mal catalán. O cuando menos, poco catalán… Detecto una desoladora falta de respeto. No lo decimos nosotros, lo dice Freddy, punzante y sensato cuando deja en el cajón de la mesilla de noche el guante de cuchillas con el que suele destripar a un FloPer insomne.Otra cosa es su portada, tan elemental que haría sonrojar al Dr. Watson. “Zidane anda dando vueltas a su primer once” -como es lógico, dado que mañana jugamos contra el Depor- y la afición -ese concepto discutido y discutible que diría un ZP madridista- nos dicta su once desde la primera plana de As. Agárrense los machos porque el pipero lector de Ouija Today apuesta  -con la excepción de Carvajal- por el once que fue arrasado esta temporada por el Barça en el Bernabéu. Luego algunos se extrañan por el esplendor de teorías políticas como el despotismo ilustrado.

Por su parte, Marca sigue paseando de la manita de Zizou por los Campos Elíseos con una botella de Chardonnay que degustar sobre un mantelito a cuadros ideal para picnic parisino. The Hernia Chronicle revela hoy que fue Zidane quien fichó a Isco y que es Zidane quien ha frenado su salida (¿ah pero se iba?).”Quieto aquí” proclama en portada y uno no puede evitar pensar que suena la voz de Marcial Ruiz Escribano, el gañán evolucionado de La Hora Chanante. No obstante, más allá del tímido tirón de orejas –“Cero en conducta”- propio de Pantuflo Zapatilla a Zipi y Zape a los protagonistas del derbi catalán, el campeón de la Central Lechera es el único diario que contempla en portada una noticia de largo alcance que amenaza incluso el porvenir deportivo de la selección española, la Roja tan querida por todos

El Oporto se ha cargado a Lopetegui. Esperemos por el bien de España que el nuevo entrenador de los Dragones siga confiando en Casillas. Con todo lo que nos ha dado. Como para ir sin portero a la Eurocopa.

Fíjense que también dice Marca que Neymar está imputado.

Pero es que estamos tan acostumbrados a sus chanchullos que casi ni nos habíamos fijado.