Cuatro héroes incansables

Tomo prestado, aunque ligeramente cambiado, el título de un maravilloso texto de Arturo Pérez-Reverte, donde el académico cartagenero habla de su pasión juvenil –y adulta- por los cuatro más famosos mosqueteros del universo.

Pasión que este que suscribe comparte con don Arturo, como es bien sabido. En este caso, mis héroes cansados pero irreductibles hasta la última gota de su sudor son los cuatro valientes que llevan dándonos alegrías desde hace diez años, algunos como Felipe Reyes y Sergio Llull incluso más (Reyes desde 2004, Llull desde 2007), y que han acompañado, liderado y adornado los éxitos de la etapa gloriosa de Pablo Laso como entrenador de nuestro equipo de baloncesto.

Los cuatro mosqueteros a los que me refiero son, evidentemente, Felipe, Llull, Rudy Fernández y Jaycee Carroll, siempre dispuestos a dar la cara en batallas imposibles. Los cuatro, sin ir más lejos, dieron una vez más una lección la pasada semana en el Wizink Center, y con ese espíritu indomable que les caracteriza, contribuyeron a poner el 2-2 en una eliminatoria de cuartos de final de Euroliga que los turcos pensaban tener en su zurrón desde el inicio del playoff. El 3-0 planeó en el tercer partido hasta faltando un minuto y el 3-1 hasta que los blancos volvieron a dar la vuelta a un marcador francamente adverso (59-72 a los 36 minutos).

El espíritu de lucha de nuestros espadachines, que han sido capaces de inocular al resto de sus compañeros (nadie duda de que el mejor maestro de Usman Garuba ha sido Felipe Reyes, como Llull lo está siendo de Carlos Alocén y Rudy de Alberto Abalde, por ejemplo), presidió, como tantas veces, unos duelos que parecían, más que nunca, iban a acabar en luctuoso duelo.

El líder de los mosqueteros, como se sabe, era Athos. Athos Llull, herido en mil batallas, con las rodillas convertidas en fosfatina, sigue siendo el alma del equipo, echándose toda la responsabilidad a sus espaldas y manejando el florete en forma de triples como en sus mejores tiempos, cuando ensartaba el aro rival como hacía Athos con sus contrincantes de la guardia cardenalicia de Richelieu. Sus fintas todavía sientan cátedra en el mundo de la esgrima.

Porthos Reyes, el gigante bonachón, el titán de los aros que, a sus 41 años, silencioso y discreto como siempre, se postula para ayudar al equipo, tanto en el vestuario como en los entrenamientos, contando a sus mejores alumnos (Garuba ya va para profesor, Vukcevic ya en la senda correcta para ser un grande en breve) los mejores secretos para atrapar rebotes en ambas canastas y para hacer menos fuertes a sus rivales. Cuando Pablo Laso, cual capitán de mosqueteros Monsieur de Tréville, le hace una señal, salta Felipe a la cancha para amedrentar a los colosos venidos de las riberas del Bósforo.

El más astuto de todos, Rudy Aramis, también maltratado por cientos de escaramuzas vividas y con la espalda hecha puré por más de una estocada recibida, sigue siendo el mejor defensor de Europa, a la par del más duro y del más sagaz a la hora de buscar las cosquillas a sus contrincantes y de robarles la cartera, sin perder su aire de elegante galán de Hollywood.

Nos queda homenajear a D’Artagnan Carroll, con su cara de niño que no ha roto un plato y que es capaz de desarmar contrarios y de perforar sus defensas a base de martillear el aro rival con sus baterías de lanzamientos más allá de los 7 metros de distancia. Tiene una virtud única y es la perseverancia y la autoconfianza, ya que un error no le desmorona ni le hace decaer en el intento. Es el perfecto compañero a quien todos nos llevaríamos a una batalla. Y siempre sonriendo, como el cadete gascón de las novelas de Dumas.

El martes en Estambul podemos perder, como todos los expertos llevan proclamando desde hace unos días. El Efes es, posiblemente, el mejor equipo de Europa en este momento y las bajas que han padecido nuestras tropas van más allá de lo imaginable: no sabemos todavía si Tavares y Trey Thompkins podrán ni siquiera viajar a la antigua Constantinopla, escenario de innumerables gestas bélicas a lo largo de la historia. Pero, a estas horas, las huestes de Ergin Ataman, los fabulosos tiradores Rodrigue Beaubois, Shane Larkin y Vasilije Micic, seguro que le están dando vueltas en su cabeza por tener que soportar de nuevo estar en frente de las caras de estos veteranos mosqueteros, cuyos cuerpos acribillados de cicatrices y maltrechos por toda su osamenta son capaces de, una vez más, plantarles pelea.

A estas horas, ni una sola alma en Estambul las tiene todas consigo: en sus peores pesadillas se vuelve a aparecer ese escudo redondo, tocado con una corona real. Los mosqueteros de Su Majestad el Real Madrid, de nuevo al rescate del Rey de Europa, un equipo que, aunque esté tirado por el suelo y medio muerto, puede levantarse y asestar una estocada definitiva, un coup de grâce que eche por la borda el sueño de conquistar por primera vez una Copa de Europa al fabuloso equipo turco.

Fotografías: Imago