Me encontraba de paso por Madrid. Llamé y acudieron todos a una (o casi todos, que alguno ya estaba empleándose con denuedo en las tareas del descanso para reponerse de las plácidas noches en la sabana cherenguetiana y otros andaban aún convalecientes de sus vacaciones). El verano en Madrid es canícula, un verano seco y de asfalto, sucio y vibrante, como de canción de Sabina, y por eso afloran las terrazas como oasis en los que tomar un gintonic del mismo modo en que nuestras abuelas tomaban el fresco junto al portal de la casa. La vida siempre acaba abriéndose paso, y la vida es compañía y buenos amigos y animada conversación y una gotita de inconsciencia y un océano de buen humor. La vida es La Galerna, no sé si se han dado cuenta.
Llegó primero Hechi, nuestra Diosa particular, buena, luchadora, de un optimismo irreductible, madridismo puro. Al lado de Hechi la caña de cerveza refresca más y sabe mejor, y uno incluso olvida pedir la tapita de jamón, que yo creo que es el mejor elogio que se puede decir de alguien. Así, a su lado, como de puntillas para no deshacer el ensalmo, llegué a la mesa. La mesa era larga, de una largura insospechada, y cuando uno la miraba desde el extremo sur creía adivinar como sus líneas se juntaban finalmente en el horizonte, allá donde Somosierra te pregunta incrédula si realmente quieres dejar Madrid. Pero en menos de lo que tarda Messi en pedir una renovación se había quedado pequeña, rodeada por tierra, mar y aire por quienes allí nos habíamos dado cita.
Buena tropa, vive Dios. Alberto Cosín, recién desembarcado del yate atracado en San Remo, señor de los mares del conocimiento madridista con su brillo inquieto en la mirada. Jorgeneo, que ve el fútbol con ojo clínico de cirujano y le mete el bisturí y lo disecciona sin matarlo, y encima va el tío y te lo explica y consigue que lo entiendas. Allí estaba Andy Torres, efervescente, burbujeante, ese Fígaro madridista cuya mente es un vulcano, gracias a quien aprendí -con pruebas fehacientes- que Noruega es una provincia del Imperio español. Y allá, enfrente, no Estambul sino Número 3, el menor (en edad) de los Faerna. Cuando Número 3 habla, que es casi siempre, yo escucho obnubilado y me dejo seducir y arrastrar por la pasión con que se expresa, y aprendo que hacer cine es como montar un mueble de Ikea y que el fútbol nunca es más grande que cuando vuelve al patio de colegio.
A mi izquierda Lucía, luminosa, serena, como ese faro en el acantilado que permite llegar a buen puerto. Si Lucía fuera la creación de un chef moderno, sería un madridismo deconstruido y esferificado, un madridismo que rompe en el paladar y lo llena de mil matices emulsionados con amor incondicional, porque a Lucía le sobra inteligencia y sabiduría para darse cuenta de que al Madrid hay que mirarlo siempre con la sonrisa blanca de un niño. Es el suyo un madridismo sin sombra, un baño de luz, ya digo. Frente a ella, Joe Llorente nos regala sin medida su mirada socarrona y su retranca, y nos mira divertido y nos provoca y nos da pinceladas de su experiencia y de su conocimiento de insider, las cuales engullimos con fruición y nos saben a poco. Se adivina un tipo afectuoso tras ese polemista de respuesta rápida que da la impresión de debatir como un esgrimista: por el mero placer que produce la adrenalina del combate a florete, pero sin intención alguna de causar daño al adversario.
Ya más a desmano -la mesa se ha quedado pequeña pero sigue siendo larga-, Ramón Alvarez de Mon, quien sin ser consciente de ello y sin sombra de pedantería habla del Madrid ex cathedra, con una sencillez y profundidad que le dejan a uno aturdido. Y Jesús Bengoechea, el boss, fuente inagotable de anécdotas y de joie de vivre, un tipo al que es imposible no querer, divertido, agudo, brillante, pendiente de todos, madre superiora buena y diligente de este convento de locos que es La Galerna. Y Athos Dumas, coñón, niño travieso en un corpachón de hombre, corazón enorme que exuda madridismo por cada poro de la piel. Más lejos aún, Tomás González Martín, elegante, discreto, reflexivo, sin soltar prenda pese a nuestros intentos y que no parece un periodista deportivo, precisamente porque lo es. Y finalmente Número 1, locuaz, que habla de andenes y a quien uno ve como la estación amena de la que parten trenes hacia las más variadas regiones del conocimiento.
Llamé y acudieron. Díganme si no es para sentirse un privilegiado.
Pues sí, es para sentirse un privilegiado y nosotros los lectores también....porque tal y como lo cuentas parece que también compartimos esa larga, interesante, amistosa y refrescante mesa....
Saludos
Así es. Parece que estuviera uno asistiendo a la cena y a la conversación, escondido en un rincón, disfrutando del ingenio de los reunidos, celebrando las anécdotas y los chascarrillos, ... y verde de envidia (como debe de sentirse un aficionado de otro equipo viendo las últimas finales de la copa de Europa).
Sr John , tomar una cerveza en esa mesa tiene que ser un placer !
Avisé la próxima ! Un saludo
Pues precisamente porque es un privilegio y por lo tanto, acotado para el resto de mortales, queda feo presumir de ello. 😉
Amigo Vagawain, más que presumir, Falstaff comparte con todos un momento especial que hemos vivido en La Galerna. Lo vemos muy poco, apenas una vez al año cuando pisa tierras españolas de vacaciones; y en ocasiones ni siquiera hemos podido cuadrar agendas de sus fugaces viajes. Hubo un acontecimiento planetario (Leire dixit) que así lo permitió y de ahí el alborozo.
Además, las crónicas de nuestras reuniones las suele hacer Mario. El hecho de que Falstaff se haya lanzado al ruedo ha sido una gratísima sorpresa. No me le haga "el feo", por favor; no sea que se corte y dejemos de disfrutar de sus descripciones y sus letras. 😉
Un abrazo, Vagawain.
Hechi
No, eso no, por favor, que no se corte y que dé algo de relevancia al guiño con el que termino el comentario para rebajar la contrariedad que le haya podido suponer. 😉
Siempre es un lujo y un placer disfrutar de sus exposiciones.
A modo de contracrónica, y para compensar la envidia que puede suscitar la cena de los galernícolas, les traigo aquí mi experiencia.
Sobre la hora en que sir John y otros conspicuos madridistas celebraban tan animada reunión, yo me disponía a ver una película cuyo título es casi otro nombre del Real Madrid: "campeones". Arrastraba ciertas reticencias, por ser una película española; mis acompañantes trataron de tranquilizarme: "hablan muy bien de ella"; "peor me lo ponéis" me dije, pero entré en la sala. Casi llena; "mal asunto" pensé para mí. Me senté y abrí los ojos.
Diez minutos después los cerré. En ese tiempo pude comprobar que la película se puede resumir en dos palabras: "es española". Intenté dormir, pero los destalentados de la pantalla hablaban a voces, así que no me quedó más remedio que seguir la historia (aunque a salto de mata, desconectando a menudo). Sin haber oído ninguna, supongo que las homilías del padre Llanos deberían de ser similares a aquello; al menos, así me las imagino, con mucha moralina boba, golpes de ingenio (?) aptos para todas las inteligencias (e incluso para la ausencia de ella), y azúcar, mucho azúcar (acaso un homenaje a Cuba y la zafra de 1970 y a Carlos Puebla); suerte que no soy diabético (ni siquiera soy bético ni penibético).
En fin, salí del cine confirmado en mi creencia de que no es prudente ver nada que se haya rodado acá en los últimos decenios, y en que más me valdrá seguir mi instinto y no hacer caso de recomendaciones ajenas.
Entiendo que eso es el cine de ingenio y humor español en la actualidad, con toques de humanidad. Entroncaría con la tradición del peor Esteso, el dúo sacapuntas y las astracanadas de los años 70. Desde luego, no tiene la dirección de Berlanga, un guión de Azcona ni un libreto de Muñoz Seca.
Pero no me tomen en serio, que yo estoy muy atrasado en esto del cine (y en otras cosas). Sólo escribo estos párrafos como desahogo y para quitarles a ustedes la envidia por la cena de los líderes.
Disfruten de la vida, que somos madridistas.
Federico García "Lurker"
Yo hace poco me sorprendí porque me di cuenta que soy capaz de identificar a actores daneses, suecos, noruegos, británicos por supuesto, pero me es casi imposible hacerlo con los españoles y debe ser porque hace décadas que no veo cine nacional.
El cine nacional se ha revitalizado notablemente en el último lustro y hay mucho y variado. Deberías darle una oportunidad. Pero es verdad que hay ciertas cosas con las que no puedo, por ejemplo, la dicción. Sigo sin entender a Mario Casas cuando habla. 😉
Habría que evitar los prejuicios y con el cine español hay muchos....una pena porque aunque hay mucho bodrio también hay excelentes películas y generalmente pasan desapercibidas...
Lo que dices de Mario Casas lo suscribo totalmente....no puedo con esa voz...alucino que todavía nadie se lo haya dicho...sería un gran actor si le doblaran...
En cine, para evitarse bodrios, clásicos (de los de verdad), y poco más. Vale para el cine nacional y extranjero.