Cada competición importante, sea Mundial, Copa América u Olimpiadas, decimos que Brasil cambia su apuesta por una más defensiva, de bloque y sin el jogo bonito. Y cada vez lo decimos como si estuviéramos sorprendidos. Brasil lleva apostando al juego de bloque, salvo esparcidas excepciones, los últimos 20 años (la costumbre no tiene que gustarnos, eso sí). En algunos casos con muy buenos resultados, y en otros, como lo fue en su propio Mundial de 2014, con cataclísmicos finales.
La buena noticia para Dunga es que si tu apuesta va a ser por pararte bien atrás, contener al rival, juntar líneas y esperar que los de arriba concreten alguna, pocos jugadores actuales te vienen mejor que Carlos Henrique Casemiro. Hay quienes pensamos que con él en el campo, Alemania no le mete 7 a Brasil; que como aquella vez en Dortmund cuando el Madrid colapsaba, él encontraría la manera de contener el daño y dar aire a la golpeada defensa brasileña. La mala noticia para Dunga es que Casemiro estaba suspendido para el vital partido ante Perú. La victoria de Ecuador ante Haití en la previa generó el siguiente escenario: el que perdiera, quedaba fuera; el que ganara, dentro; y el empate daba el pase a Brasil eliminando a Perú, por su peor diferencia de goles ante los ecuatorianos.
Así salieron los equipos al campo. Con los nervios y sensaciones de unos octavos de final en plena fase de grupos. Dunga optó por el colaborativo Elías y por Augusto para cubrir la ausencia de Casemiro. Y Perú, que sólo podía ganar si quería seguir en Copa América, apostó por la misma alineación que en sus dos primeros partidos. 4-2-3-1 ambos bandos.
Pero este Brasil, incluso con su no tan nueva filosofía de juego, es más que este Perú, que se paró largo, sin líneas juntas, apostando por presión alta, pero que no aguantó el ritmo, de modo que los cariocas, conforme avanzó el primer tiempo, se asentaron cada vez más, arponeando desde su gran banda derecha (Alves-Willian). Perú no tiró a puerta en todo el primer tiempo, y Brasil, en especial Willian, tuvo las suyas. Ver a Filipe Luis en la izquierda me hace pensar si desplazar a Coutinho al centro y apostar por Marcelo de interior/extremo zurdo no traería cosas buenas para Brasil. Así se fue el primer tiempo.
En el segundo, nuevamente Perú apostó por presión alta, pero ahora se palpaba más vértigo en sus avances, más sangre en sus venas. Y al minuto 48 cae el primer tiro a puerta de Perú, en falta directa. Hay partido, pensamos todos. Cueva y Guerrero encabezaron el espíritu de Machu Pichu y poco a poco se acercó Perú. Y conforme pasaban los minutos, y el gol peruano no caía, la quema de naves peruanas debía comenzar, y con ésta, el partido se sentía a un pelo de romperse. Pero no se rompió. Porque cayó el gol de Perú. Y con él, una polémica que dará mucho que hablar, ya que Raúl Ruidíaz metió el gol "al parecer" con la mano y el juez central, su asistente y todo espíritu en el estadio se hicieron un lío. Antes de culpar a la tecnología y desprestigiarla, hay que hablar de las habilidades visuales y de conocimiento de reglamento de quienes revisan o revisarían las jugadas. Las repeticiones parecen claras: fue mano. La tecnología hizo su parte, el inepto que la interpretó, no.
La quema de naves fue brasileña. Y ahí es cuando el bloque, el orden y todo eso a lo que apuestan Dunga, Scolari, Parreira y tantos antes, se cae a pedazos. Y ahí se extrañó a Marcelo, y a Neymar, y el jogo bonito.
La Copa América se queda sin Brasil. Y no podemos decir que pierde el futbol, porque Perú luchó con el alma de los Incas del presente y pasado, pero en este deporte los goles con la mano no valen, y ese gol no debió subir al marcador.
Y nosotros los madridistas, nos quedamos sin ver a Casemiro más partidos en este certamen, pero lo tendremos fresco para la pretemporada. Buen premio de consolación. Para los madridistas, digo.
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