Yo estaba viendo a Isquito caracolear todo el rato por delante de Lukita. Parecían la avanzadilla de uno de esos desfiles de fiesta estadounidense en el que Paquito hacía de majorette dando volteretas y haciendo malabarismos mientras Modricito le iba dando las pautas de cerca. Con ese comienzo, yo tenía la impresión de que en cualquier momento iban a aparecer los albóndigas y así fue: primero Garecito hizo una de mosqueo dejándola pasar bajo las piernas, y un minuto después marcaba de cabeza adelantándose a todo Gijón como si hubiera rematado desde Palencia. Luego se revolcaba y levantaba los carteles de publicidad del suelo igual que si fueran las alfombras. Madre mía la de polvo que parece empezar a limpiarse. Este Madrid, hace dos semanas, parecía un caserón con las persianas bajadas y los muebles cubiertos con sábanas; es como si hubiera llegado Zidanín e iluminarse todo casi de piedras preciosas como la casa de Varykino cuando Yuri regresa con Lara.
Había que resolver rápido en previsión de las posibles desgracias. Carvajalito era un niño hiperactivo al que no hay que tratar. Que se despendole por esa banda y atraiga todas las miradas y todos los castigos. La BBCita cabalgaba señalando con los sables. Garecito le hacía perder al Sporting la pelota que recogía Karimcito, quien tiraba un mini ensayo para Cristianín, que a una media vuelta sobre un cable entre rascacielos la ponía en la escuadra con una violencia impropia de un menor. Zinedinito levantaba los brazos como Moisés abriendo las aguas. Seguía Carvajal tirando a todo quisque bolitas de papel. Una de ellas la iba a coger casi al vuelo Balecín para enviarla a la tarima donde Ronaldito saltó pero no llegó, cosa que sí haría Benzemita para marcar mediante una volea imitación de la zidanesca de la novena, algo así como el baby hook de Magic frente al sky hook de Abdul-Jabbar. Minuto once y tres a cero. Eso sí que era el showtime de unos Lakers castizos.
Después de esto yo podía sentir en plenitud la envidia de los odiadores, preámbulo de una crueldad sórdida del Popeye de Faulkner (ya he cumplido con la cita a la que me obliga el editor, deseando estoy leer mañana el Portanálisis del Interviú), ante tanta verticalidad, elegancia y virtuosismo. Los blancos eran la belleza joven, despreocupada de Temple Drake antes del desastre. Templaba el Madrid y Cristianito recibía en el centro para que instantes después pudiéramos ver a Isquito por la línea de fondo. El niño de Benalmádena probándose, o probándolo, en una especie de posición de contramaestre. Modricito decía: “¡Abajo el periscopio!” y Paquito repetía: "¡Abajo el periscopio!", pero con un toque de castañuelas. No iba a tardar el cuarto. Carvajalito, encaramado al pupitre, se lanzaba al suelo para impedir que el profesor le pillara la notita, pero no era la notita sino la pelota avanzando bajo tierra, enseñando la aleta, para que Ronaldín, quien esperaba aleteando (con alas de querubín), suspendido en el aire, metiera el cuarto. Luego le vi celebrando el gol con el dedo en alto y parecía un corredor de maratón entrando en solitario en el estadio mientras el público grita.
El momento era para guardarlo. No en un aparatito inútil sino entre los recuerdos de la niñez que nos volvía. Yo mañana empiezo colección de cromos. Balecito, ya lo he dicho, es mi preferido. Cogía el balón y se paraba, y al arrancar ya le había sacado dos metros al defensor. Los dejaba tirados a todos como si perdieran el autobús uno tras otro. Parada tras parada que construía Garecito ahí en medio del Bernabéu. Se veía incluso el polvo del camino que levantaban las ruedas del de la Greyhound envolviéndolo todo. Vi hasta a un sportinguista tirando su sombrero al suelo y luego poner los brazos en jarras. “¡Maldita sea!”, musitó. Todo eso lo miraba Zidanito, que es un niño muy serio que escupe, o sea, un tipo duro. Yo no soy mucho de escupir pero en ese banquillo encantado hace falta siempre un escupidor para que los alumnos lo vean y entrecierren el ojo mientras suena la música del El bueno, el feo y el malo. Ya no hay pies tiernos (el pobre Benitezín ya está de vuelta en Liverpool) a los que emplumar, pues ahora dirige un viejo pistolero con las nalgas de cuero que se mueve ahí en ese espacio reservado en el campo para los entrenadores y que, en el Bernabéu, parece un campo anexo de fútbol siete donde muchos esperan (yo el primero) que haga magia ese francés nuestro con su corbata y sus zapatos relucientes al estilo James Bond, quien lleva a cabo sus misiones vestido de sastrería.
En el treinta y tres la grada, o una parte, le cantaba el cumpleaños feliz a Arbeloíta, mientras me parecía oírle decir a Camachín, el locutor, algo de “la puntita”, como si al mismo tiempo que la envidia hubiese comenzado el frenesí; y eso que aún nadie había visto lo de Isquito y Benzemita que significó el quinto. Yo ni siquiera se lo voy a contar porque lo he cogido todo, lo he guardado en un frasco que a su vez he metido dentro de una cajita de pastas inglesas y la he enterrado al pie de un árbol al final de una tapia por si alguna vez salgo de la cárcel y alguien me espera para vivir en Ziguatanejo. Sólo diré que qué manera de matar a pinceladas. Mira por dónde mi héroe, Garecito, se iba a lesionar silenciosamente, puntualmente (parece que esas lesiones las provoca un francotirador) y yo a cogerme un berrinche de quitárseme las ganas de merendar.
La segunda parte fue un mundo de Mad Max, con jugadores de fútbol peleándose por unos litros de gasolina. Iba Marcelito a hacer unos regates esplendorosos que levantaron a la gente. Yo ya con una cosa así podría vivir. Luego iba a marcar el Sporting como en medio de un descampado y se iba a lesionar también Benzemita, dicen que porque Jamesito le dio una patada. Pero yo creo que fue, otra vez, el francotirador. A Cristianín lo seguían asaltando de todos los modos posibles: con troncos cruzados en la vía, con bolachas de gaucho, con lazo… y yo lo vi quejarse en el suelo con el rostro cada vez más parecido a su futuro busto. Vi a Bettoni, aúlico, caminar con paso firme hacia las estancias del emperador, y también a un Madrid con visos de ser pitado por sus desempeños fantásticos, como si la próxima exigencia del respetable y de la prensa amiga fuese repartir y no condensar el espectáculo.
LAS NOTAS:
Keylorcito: Destaca (D). Dos intervenciones, dos éxitos.
Marcelito: Destaca (D). Un poco más repartido entre defensa y ataque de lo habitual. Menos vistoso. Regate de Mágico González.
Pepito: Destaca (D). Atento. Baluarte en la defensa.
Raphaelín: Destaca (D). Cómo corre y cómo corta, con precisión de bisturí.
Carvajalito: Destaca (D). Lanzó casi todos los goles del Madrid. Defendió en el suelo, como los buenos.
Leopoldín: Destaca (D). Lleva corbata fina, medias hasta las rodillas y canta en el coro de solista.
Isquito: Destaca (D). Se activa a la voz de Lukita y caracolea, de Geyper.
Lukita: Destaca (D). Sigue recorriéndose el campo de arriba abajo, pero con Leopoldín por detrás y ahora Paquito por delante casi es como si durmiera en una cámara de oxígeno.
Garecito: Destaca (D). Mic, mic.
Benzemita: Destaca (D). Delantero goleador y poeta.
Cristianín: Destaca (D). Cuando le entran salta como si le hubiera picado una avispa, pero en verdad va salvando y resistiendo cuchilladas. En modo capitán, algo casi inédito.
Jamesito: Necesita Mejorar (NM), aunque salió en la parte fea del espectáculo.
Jesecito: Destaca (D). Se internó por la banda con peligro. Mantuvo cierta tensión perdida.
Mateíto: Destaca (D). Salió con fuerza. Una espuela.
Zidanín: Destaca (D): Cinco a uno. Y qué aura.
EFEMÉRIDE DESTACADA:
Se estrena ‘El jardín de los cerezos’, de Antón Chéjov (1904)
ESTA CRÓNICA ESTÁ DEDICADA A LA FIFA.
Marx (Groucho, no el otro) dijo: "Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente. Estoy loco por ella y algún día averiguaré su significado." Ud., se lo aclararía fácilmente. Enhorabuena D. Mario y La Galerna por sus crónicas!
Muchísimas gracias, Alex. Un enorme placer.
Muchas gracias. Es un regalo poder contar con semejante cronista.
Me encantan sus crónicas Don Mario, realmente las disfruto y las espero con ansias, esta de hoy está realmente espectacular. La alusión a mi compatriota Mágico González me ha cautivado, Gracias