Toni Kroos, Sami Khedira, Mesut Özil. Los partidos de Alemania son un presente, futuro y pasado que remiten irremediablemente al Madrid. Vestidos de ese blanco adideño y espoleados por el Deutschand über alles, Alemaña es el Real Madrid de las Eurocopas. Salen a jugar y uno se da cuenta de que el torneo ha empezado de verdad. Enfrente, Ucrania. Como si fuera una partida de Risk de la Europa de entreguerras.
Comienza el encuentro y el 18 germano, el nuestro, empieza a desplegar una capacidad de imantación irresistible que hace que todos los balones pasen por sus pies. Toni es el orden natural de las cosas. Los axiomas universales se rigen por la precisión de sus botas de fútbol y no cabe otra cosa que dársela a Toni. Lo sabe él, lo saben sus compañeros y lo sabe también el rival, que trata inútilmente de taparle para que sea Boateng el que inicie el juego.
Es imposible: Kroos se abre a la izquierda cuando es necesario. Recibe y ordena a sus compañeros como si fuera John Stockton. Sus pases baten líneas, abren ángulos y empotran a los ucranianos (talentosos y fríos, como reza el tópico) contra su portería. El bueno de Toni jugó en Lille como si hubiera decidido grabar uno de esos vídeos de highlights que abundan por YouTube. Se descuelga y chuta a la cruceta -no es un decir-, da un pase de 40 metros que deja a Khedira sólo frente a un portero ucraniano (¿ucraniano? ¿ucranio?) que es cada portero ucraniano desde 1950. Sami falla.
Antes había llegado el gol de Mustafi. Una falta que saca, cómo no, Antonio Kroos y que planea sobre el cielo otorgando los únicos momentos de paz que ha tenido hasta ahora esta Eurocopa un tanto incómoda, casi ridícula. Llega al área y cuando todos estábamos esperando que Bale peinara nos acordamos de que juegan los teutones. El central del Valencia la coloca en la red y Twitter estalla: “Fíchenlo”. Sin darse cuenta de que a quien hay que fichar es a Toni.
Alemania es un equipo armónico con el balón. Kroos manda, Özil flota con la languidez de una enamorada prerrafaelita. Klose ya no juega, así que de delantero está Götze, un extraño jugador de pelo fino y cuartos traseros imponentes que marcó un gol en la final del Mundial, pero que pide a gritos salir del Bayern y reiniciar una carrera parada.
La cosa es que los alemanes, tan siderúrgicos, no bajan mucho a defender. Ni siquiera los jugadores de banda. Así que los ucranianos despliegan su velocidad y sacuden la modorra metalúrgica a golpe de llegadas al área. No marcan porque Neuer es un portero sensacional (un gran villano en clave madridista) y porque se sabía que Alemania iba a ganar; no era cuestión de que nadie se saltara el guión. Yarmolenko y Konoplyanka tienen calidad y veneno, pero la realización enfoca a Shevchenko, que está más joven y guapo que cuando jugaba y nos damos cuenta que con Zozulya, un voluntarioso y alopécico delantero peleón, la cosa no fluye.
El segundo tiempo es un monólogo alemán sin mayor pasión. Kroos sigue en busca del partido perfecto: 112 pases, 93% de acierto y un montón de pases verticales y cambios de orientación. Nos costó 25 millones de euros y se lo compramos al Bayern de Múnich cuando tenía 24 años. A las dos semanas ganó un Mundial. En fin, un movimiento histórico, sin más.
Como el partido va tranquilo, nos da tiempo a pensar en Mesut. El turcoalemán es como esa novia a la que sabes que fue un acierto dejar pero que de vez en cuando te planteas qué hubiera pasado si hubieras seguido con ella. La relación prometía dolor, pero nadie te quita esos momentos maravillosos de felicidad. Con esa mirada melancólica y esa gestualidad corporal de “me importa un bledo este partido”, Özil se saca un pase perfecto para que Schweinsteiger -en modo zorro plateado ya- marque un gol y se pegue un sprint para celebrarlo que le debió costar trescientas contracturas en el sóleo.
Khedira se ha cortado el pelo, como queriendo demostrar que aquel tipo de melenita corta que jugó en el Madrid era otra persona. En Alemania se mueve por todo el campo, llega arriba constantemente y parece empeñado en desacreditar a aquellos que opinan que Kroos puede jugar de mediocentro en su selección porque su compañero de origen tunecino le hace el trabajo sucio. En los tiempos del mourinhismo, Sami era la prueba del algodón: si te gustaba es que sabías de fútbol. Con los años y la perspectiva del tiempo, aquello parece algo exagerado. La realidad es que nunca se le ha echado demasiado de menos, aunque le tenemos cariño y deseamos que siga feliz con su señora.
Alemania ganando en Francia. Ya ha empezado la Eurocopa, qué le vamos a hacer.
Parafraseando lo que se dice de los Españoles, que fuera es donde solemos ser reconocidos, da gusto, aún mas si cabe, ver a Kroos en el extranjero que forma cualquier cosa que no es el Bernabéu, verlo de lejos, en otros lares, para mantener la opinión respecto de su calidad, .......