Alemania, como el Bayern de Múnich, convive con la tentación de ser o no muy alemanes (y mucho alemán, que diría aquel). Frente a Irlanda del Norte apostó por el grandullón Mario Gómez en formato de delantero tanque en lugar del talentoso, vaporoso y juvenil Draxler, y la verdad es que le sentó bastante bien. Bien es cierto que los voluntariosos chicos del Ulster saltaron al campo con la intención de perder por los menos goles posibles, pero también lo es que Alemania fue un ciclón -especialmente en la primera parte- que encontró huecos por todos los lados y que si no goleó fue sencillamente porque sus delanteros (particularmente Müller) no están acertados.
Así, la selección germana se plantó con Khedira-Kroos como doble pivote, un trío de mediapuntas por delante (Özil, Götze y Müller) y el citado Gómez en punta, moviéndose de manera ágil y permitiendo que sus compañeros pudieran flotar en la frontal con comodidad y libertad. El gol vino así: balón en profundidad que Müller cede atrás y Mario que fusila. Pudo llegar mucho antes, gracias a pases maravillosos de regusto nostálgico de Mesut o remates de cabeza que se estrellaban contra los palos.
De Irlanda del Norte quedó la sensación de escuadra que había decidido dimitir del partido, como sabiendo que no era su guerra y que convenía encomendarse a ser uno de los mejores terceros. Eso pasaba por no ser goleado. Con más suerte que otra cosa, lo consiguieron. La cosa es que salieron con peligro unas cuantas veces, demostrando que a los teutones se les puede hacer muchísimo daño al contragolpe. Pero sus jugadores, cuando la cogían con espacio, daban la sensación de timidez, de no querer molestar. Ellos ofrecían un armisticio tácito: perderemos, pero con tranquilidad.
Nuestro Toni Kroos hizo uno de esos partidos tan suyos: no falló un pase. En realidad, no los falla nunca. ¿Alguien recuerda una decisión del alemán que no fuera la correcta? Es decir, se le puede ir un cambio de orientación por poco (ayer ocurrió una vez) o puede arriesgar en un balón en profundidad y que el central de turno la corte. Pero la intención es -literalmente- siempre la correcta. La jugada mejora cada vez que pasa por él, dando el pase de continuidad que requiere el juego o abriendo a las bandas, que ayer fue el espacio que los norirlandeses decidieron conceder.
Kroos es el jugador que nunca baja del notable. No está en su rango hacer un mal partido, y menos si tiene tiempo y espacio para gobernar. Con su país ha decidido romper el debate sobre si es mediocentro o interior: con Alemania juega de las dos cosas. Es vértice y metrónomo del juego, a la usanza del 5 tradicional, pero también se abre a la izquierda para dejar espacio a sus secuaces Sami Khedira y Mesut Özil y conectar el centro del campo con la delantera.
Quizá ese debate esté pervertido por un lenguaje corporal que le hace parecer menos intenso de lo que realmente es. Tácticamente su desempeño es sensacional, sabe ocupar espacios y entiende en qué momento apretar y en cuál replegar. Además, tiene dentro el gen de la presión, algo que le inoculó Pep Guardiola en el año que convivieron juntos. Pero es cierto que no tiene particular talento para meter la pierna y que su velocidad tiene más que ver con la carrera sostenida y la potencia que con la capacidad de reacción a toda velocidad. Si encima le obligas a conectar con la delantera en un equipo tan ultraofensivo como Alemania (en muchos momentos sólo se quedan atrás Boateng y Hummels), el equipo va a sufrir sí o sí.
El plan de Löw tiene un problema fundamental: sólo compensa si se aprovechan las (muchas) ocasiones que el equipo genera. Hasta ahora no está ocurriendo. ¿Casualidad o síntoma? Está por ver, pero es la madre del cordero, lo que separará a la Mannschaft de la victoria. Tras la derrota ayer de Spanien, el cuadro se complica y ya cada vez hay menos tiempo para afinar la puntería. Un dato extraño: Thomas Müller ha marcado 10 goles en 13 partidos en Mundiales y 0 en 8 encuentros de Eurocopa. Así estamos.
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