Crónica de la comida navideña con la prensa

Por esas cosas de estas cosas, era mi primera comida de Navidad para la prensa. Siempre había tenido una imagen tan idílica de este evento que hasta escapaba del único inconveniente en estas fechas: el exceso de glucosa. Según destacaba la propia prensa, los asistentes no siempre destilaban amor por sus semejantes ni por nada que oliera a blanco (la Navidad o la Casa), desafecto acreditado durante muchos meses anteriores, y en contrapartida Florentino no solía perder la ocasión de deslizar alguna maldad. Nívea y -hasta cierto punto- morbosa Navidad.

Lo cierto es que no asistió a este mi primer evento ningún malo oficial (“ése hace años que no viene, pero venía, ya lo creo que venía”), y Florentino se abstuvo de dejar caer indirectas no sé si por esa razón o porque el espíritu navideño va, en consonancia con la realidad, adoptando su versión más ñoña. Ni Flóper se resiste al signo de los tiempos.

Es así que, en ausencia de villanos y de puyas con guirnaldas, solo eché en falta al ángel que se ganara sus alas mostrando lo que sería el Madrid si Florentino no hubiera existido, con la diferencia de que en este caso la enseñanza no se le impartiría a Florentino Stewart sino a todos los demás, no necesariamente los presentes sino los de fuera, el planeta y/o Relaño, que tampoco estaba. (Ya he dicho antes que no había ningún malo oficial y es una licencia que me otorga el lenguaje inclusivo tan en boga, ya que tal vez la vertiente femenina de las calderas de Pedro Botero sí tuviera ayer alguna representación. Ésa y Juan Carlos Rivero aunque no llegue a ser malo y mucho menos en Navidad, si bien podríamos hacer una encuesta con cargo al erario público para decidirlo).

Hughes departía con Azpitarte acerca de su nuevo papel de estrella del papel couché (el de Hughes, no el de Azpitarte), y se apreciaba tan honda camaradería entre ambos que nadie habría dicho que uno tiene al otro bloqueado en Twitter. Milagros de la Navidad, la misma que me abrazó a Pablo Pinto para escándalo de algún dogmático ignorante de nuestros vínculos familiares.

Hablando de familias, no diré que ya no sé cuál de los dos hermanos González Alcaide me cae mejor porque mi tocayo (de negro riguroso, como las esperanzas de River en Abu Dhabi) ocupa un lugar insustituible en mi belén, pero qué decir de un José Damián cuya sola aparición en esta crónica le deparará una miríada de insultos navideños de presuntos correligionarios. El lunes es la del Atleti y sí, acabarás comiendo lechón como los Petersellers en Segovia, pero reconoce ahora en público la excelencia del catering madridista, JD, sobre todo las croquetas (cc. @as_relaño). Para González, con todo, la inimitable Noelia.

Las más guapas eran todas y los más guapos eran José Luis Sánchez con su elegantísimo chaleco gris, Ángel Antonio Herrera armonizando dandismo y virilidad, Fred Hermel con ese glamour francés que se gasta mientras defiende la dignidad de Griezmann asistiendo a la gala del BdO, y Alfredo Duro con una chaqueta decididamente mod en cuya solapa casi ronroneaba una vespa digna de Quadrophenia. El menos guapo quizá fuese un señor de marrón. Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, suponiendo que sea el caso.

Las risas se desplazaban de corrillo en corrillo con el cascabeleo aletargante de un trineo gobernado por Pipi Estrada, y así el sector oficial (encantador como siempre Fernández de Blas, muy amable “el otro” José Luis Sánchez, homérico Manuel Gómez “Churro”, restallante Juan Carlos Sánchez, sonrientísimo JAS) socializaba con el de los plumillas en fraternidad despojada de cinismo. Tenorio confesaba su temor ante lo que se le viene y a Benavides, a quien se le viene por segunda vez, no se le ocurría ninguna palabra de consuelo (y mira que sabe palabras), pero qué sería de la Navidad sin esos niños que tipos como mi querido Miguel Cuesta, Palencia o el mismísimo Látigo Serrano sólo intuyen en el porvenir mientras improvisan planes navideños para envidia de los que no podemos improvisar por estar todavía peor que Tenorio o Benavides. Por su parte, Pizarro ejercía del hermano que yo le pediría a los Reyes si la vacante no estuviera ya ocupada por un general del Ejército del Aire y socio compromisario como yo; mi admirado Esteva no hacía más que presentarle pibones a Florentino; Nanclares me enternecía asegurando que se estaba leyendo mi novela (cosa que no ha hecho ni mi madre); y el núcleo duro de RMTV (Álvarez, Rubio, Rodrigo, Morales, De la Lama, Lobo, Calero) trataba en vano de competir en belleza con el ala femenina de la institución. Que me perdonen aquellos a quienes olvido mencionar y aquellos a quienes no saludé. Que me perdonen, asimismo, aquellos que no me saludaron. Ignoro si con Roncero sucedió una cosa o la otra, quizás sea sólo que nunca nos han presentado y/o que le he puesto a parir un par de veces en estas mismas páginas. Paz otra vez en la tierra a los hombres de buena voluntad, Tomás. Y abrazos a otro Tomás (González Martín) a quien casi olvido mencionar: habría merecido una velada a la luz de la luna con Jordi Alba.

El ágape finalizó con un último reducto (Tenorio, Cuesta, Pizarro, Burgos, Galán, el que suscribe) recabando el gran orgullo de un simpatiquísimo Galeano a cuenta de la organización de la Libertadores. A Galeano se lo llevaron porque venían los rusos (como en aquella comedia tontorrona de la Guerra Fría), pero la fiesta ya se extinguía en todo caso, se apagaba como la nieve se derrite para lento pavor de los muñecos que han sobrevivido a la Navidad con la mirada de botones negros fija en Abu Dhabi. Los camareros recogían y ahí fuera, en la puerta de al lado, se vendían las camisetas de los sueños de todos los niños del mundo.