A veces, por vencer el desvelo, recurro a darme un paseo por mi infancia, y así pescar al fin el sueño desde una orilla plácida. La infancia siempre tuvo mucho futuro, para bien, o para mal. Y ahí, en medio de mi infancia, está el fútbol, o sea, está el recreo, o sea, está el Real Madrid. Para mí, ya, existe la liga en curso y luego la liga de cromos de mi infancia, que baraja la felicidad. Tuve cromo de Zoco, de Manolo Velázquez, de Benito, de Pirri. Hablo de los años setenta, y doy deprisa la cifra, para no ahogarme de melancolías. Tuve cromo de García Remón, y de Netzer y Breitner, dos alemanes de distinta lámina, tan extranjeros de Concha Espina. Zoco era Ignacio Zoco Esparza, y tenía la zancada desgarbada, aunque elegante, un poco a la manera de Vicente del Bosque, pero mejor, yo creo. Zoco nos dejó en el 2015, y para mí su muerte fue un poco el diagnóstico de la mía, de algún modo, porque Zoco fue un futbolista admirado de mi infancia, donde viven Miguel Ángel, Pirri, Santillana, y también el embeleso que yo sostuve por ellos, y tantos otros.
En medio de mi infancia, está el fútbol, o sea, está el recreo, o sea, está el Real Madrid
Son cromos, todos, de cuando yo era feliz, de cuando tantos éramos felices, porque la vida era recreo, y merienda, y hacerse una camiseta con el dorsal de cualquiera de aquellos futbolistas, porque eran un recital de pundonor y madridismo. Los críos del Madrid amábamos a Zoco, y a Pirri, que eran deportistas no tatuados y como de media calvicie prematura. Tenían poco, o nada, de los zagales extranjeros de hoy, tan jactanciosos de peluquería, por lo general, tan horneados de tatuajes. Zoco era navarro, entraba esbelto al remate de cabeza, y esté en el santoral de nuestros futbolistas de cromo, en los patios de la escuela, y en el santoral de los domingos intratables de la provincia. Velázquez fue un dandi despeinado en la alineación de Chamartín, un alto elegante entre los horteras reglamentarios, porque de hortera suele pecar a veces el futbolista, entonces, y siempre. Qué tipos, coño, qué fabulosos tipos inacabables. A falta de fichajes de trueno, según el rato, se nos han ido muriendo los clásicos, que es un modo de fichar al revés. La eternidad nos los devuelve a la alineación, al partido, al domingo, que ya muy pocas veces cae en domingo, por cierto. Es, ya digo, una liga paralela a la liga propiamente dicha. Velázquez fue el 10, un dorsal grandioso que era el dorsal que preferíamos los chicos salvajes del fútbol de afición incurable. El 10, y el 4 de Pirri. Cuando murió Velázquez se me apagó uno de los cromos principales de mi niñez de escuela de provincias, y su ausencia es un poco o un mucho el diagnóstico de la lejanía de mi propia infancia, que cada vez parece más cerca, pero está más lejos. Estuvo él, con otros, en los recreos mayores de mi vida, que han sido los recreos de la infancia. Tan cerca, sí. Tan lejos.
Betancort, Calpe, de Felipe, Sanchís, Pirri, Zoco, Félix Ruiz, Amancio, Grosso, Velázquez y Gento. Casi nada. Cuando en la Liga española no nos tosía nadie!!!
Los míos venían en las "libras" de chocolate y eran de
Molonni, Olsen, Corona, Bañón, Di Stefano,Muñoz, y para cambiar por Nuestros Idolos
Puchades, Lezama, Zarra, Panizo, César, Kubala etc etc.
Aquellas camisetas con cordones y en perfecto estado de policía sus portadores eran maravillosos..
!! HALA MADRI !!
Y no eran de cuerpo entero, la foto era a la altura del pecho y el Escudo estaba cortado.
Que gratos recuerdos...!!!!
También perdían...pero de otra manera, luchando y con la equipación manchada del pundonor que ponían para ganar los partidos.
Sentían el escudo!!!!!
Qué hermoso artículo. Gracias por trasportarnos durante unos instantes a la patria de la que hablaba Rilke. En este caso, una patria común de bocadillo de salchichón, canicas y cromos. Como no tenemos su arte para escribirlo, permítanos, Sr. Herrera, que al menos algunos lo suscribamos. Gracias de nuevo.
En este artículo entro en los comentarios.
Los cromos del chocolate... Emotivo, bonito artículo.
¡Hala Madrid!